“Nuestra verdad debemos viralizarla”

Diálogo con el escritor venezolano-cubano Carlos Vicente Méndez Tovar, inquieto estudioso de la historia y temas contemporáneos, que explican contextos económicos y políticos del mundo; y de paso usa las propias vestiduras de la política imperial, para desarroparla

Texto y foto. / Ricardo R. Gómez Rodríguez


Cuando Carlos Vicente Méndez Tovar decidió publicar un libro, en 1995, para apoyar el proceso de impresión le echó garra al único patrimonio que tenía; dos cuadros, uno del pintor Víctor Manuel y otro de Portocarrero. Los vendió al Fondo de Bienes Culturales y lo unió a otros ahorros. Así surgió el texto ¿Democracia en Cuba?

A este siguieron otros libros: Cuba autocracia o democracia, ¿Conoce usted a su enemigo?, Doscientos años de lucha por la independencia y soberanía, y El inmenso poder del voto en Venezuela.

El investigador nacido en Caracas, Venezuela, tiene hoy 85 años y reside en Cuba desde 1960. 

Nunca dejó de escribir, de indagar y proponer, bajo el principio que él enseña: …“nuestra verdad debemos exhumarla, revitalizarla, democratizarla, difundirla, viralizarla, porque los medios hegemónicos la desaparecen”.

Lo último que leí de él son folletos en los cuales, a partir de citas extraídas de Google y Wikipedia, desnuda intereses, proyecciones y estrategias de las que se arman las potencias internacionales, para seguir ganando mentes y corazones en el mundo. Usa las propias vestiduras de la política imperial para desarroparla. El destino de esos textos es un encuentro internacional contra el bloqueo, que tendrá lugar en Bruselas.

Casi semanalmente Carlos comparte el trabajo que realiza con amigos. Nunca le interesan los créditos, ni tampoco que alguien pueda plagiarlo. “El momento no espera. Lo importante es que se divulguen esas ideas”, asegura.

Le envié algunas de sus más recientes obras a un amigo, bastante bien informado, y aquel respondió: “Es lo más completo e interesante que leí en la última etapa. Excelente herramienta de trabajo”.

Fragua

Carlos dice que de niño los muchachos de su barrio en Caracas tiraban piedras al Palacio de Miraflores y le gritaban al dictador Pérez Jiménez. “Esas eran épocas cuando proliferaban las dictaduras militares pro imperialistas en América Latina”, recuerda.

Para ejemplificar rememora que alguien le dijo en una ocasión a uno de los tantos presidentes de los Estados Unidos que Somoza, el de Nicaragua, era un HP, a lo que el mandatario ripostó: “Sí, pero es nuestro HP”.

Méndez llegó a La Habana junto a muchos otros jóvenes de aquellos que tiraban piedras a títeres sumisos en naciones vecinas. Venían a sumarse a los rebeldes que recién triunfaban y seguros de que habría una agresión armada contra el gobierno popular, como había sucedido a mediados de los años 50 del pasado siglo en Guatemala, contra Jacobo Árbenz. “Había que defender esta nueva trinchera”, enfatiza.

–¿Qué fue lo primero que hizo cuando llegó a Cuba?, indagamos.

–Conseguí un trabajo en Obras Públicas y me alisté en las Milicias Revolucionarias. Como ya había pasado el servicio militar, me pusieron de jefe de escuadra.

–¿Fue hasta la Limpia de bandidos al Escambray?

–Sí… –hizo un fuerte suspiro– eso fue después. Antes, estuve haciendo trabajos voluntarios en las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI), en Arroyo Apolo, en el municipio capitalino de Arroyo Naranjo. Luego me incorporé al Batallón 331, de Las Villas.

–¿Hábleme de aquellos encuentros con Fidel Castro en el Habana Libre?

–El Comandante en Jefe iba mucho al hotel. Allí él tenía como una base de apoyo. Los latinoamericanos íbamos a reunirnos con él. Nos explicaba la situación que había en el Escambray en la lucha contra bandidos, comentaba sobre el contexto internacional, las posibilidades de agresión.

En esa época usted conoció el pensamiento de Fidel, ¿cómo le ayuda eso a comprender y enfrentar los momentos de hoy?

El hombre de mediana estatura y canoso, trata de hablar a veces más rápido que lo que permite su boca. Es hábil en las respuestas.

–Mira, el imperialismo es como el alacrán. De todas formas tiene que picar. Es su esencia. Eso lo aprendimos por la historia y con Fidel. Ese sistema fundamenta sus agresiones por cuestiones de tipo económico, no político. La ambición de las élites de poder de Estados Unidos es insaciable. Eso es lo que los mueve.

–Usted conoció el capitalismo en su natal Caracas y tuvo referencias de lo que pasaba en Cuba antes del triunfo revolucionario: ¿esas razones son las que lo mueven a defender las causas progresistas hoy?

–Yo soy hijo de la clase obrera. Mi papá era albañil. El individuo al ubicarse en su posición de clase tiene que saber ‘en qué equipo va a jugar’.

“Conocí la vida de Cuba antes de llegar aquí, porque Radio Rebelde se transmitía en onda corta desde la Sierra Maestra y la señal rebotaba en Venezuela con una frecuencia mayor hacia la Isla y parte de Latinoamérica. O sea que el grupo del 26 de Julio hizo una labor interesante allá y recibió apoyo del pueblo. Incluso mandaron para acá fusiles que llegaron un poco tarde, pero había una voluntad de solidaridad”.

–¿Qué opinión tiene del momento difícil que vivimos los cubanos, y también complejo para la dirección del país?

–Bueno… difícil para el mundo entero, porque la inflación es algo que no perdona nación alguna, ni a los países desarrollados, ni los subdesarrollados. En Cuba tenemos una ventaja evidente; el salario real es mucho mayor que el salario nominal. No hay que pagar la educación, ni los servicios de salud. En otros países no ocurre lo mismo. Allí, por encima del aumento de los precios, hay que pagar esas cosas. Es decir que hay una ventaja real en el socialismo.

–Para una persona como usted, que ha tenido mucha vida, ha visitado varios países, ¿cuáles son las causas, consecuencias y las posibilidades de superar los problemas que enfrentamos los cubanos hoy?

–Por ahí te encuentras gente que no entiende lo que está pasando, que no sabe diferenciar las causas de las consecuencias. Si en Cuba hay estrecheces, escaseces y situaciones difíciles, eso es una consecuencia y no una causa. El enemigo trata de hacer ver que el gobierno es el culpable.

“Hay que estudiar, es importante conocer el memorándum de Lester D. Mallory, vicesecretario de Estado en abril de 1960, donde explica para qué se bloquea a Cuba. Solo así se entienden las causas de lo que ocurre hoy. Mallory decía entonces: ‘la mayoría de los cubanos apoyan a Castro y el único modo previsible de restarle apoyo interno es mediante el desencanto, y la insatisfacción que surjan del malestar económico y las dificultades materiales’.

“Y agregaba:… ‘hay que emplear rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica de Cuba… en la privación a Cuba de dinero y suministros para reducirles sus recursos financieros y los salarios reales y nominales, provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno‛”.

–¿Para eso se bloquea Cuba?, insistimos.

–Sí. En primer lugar porque es un mercado que no lo tienen las transnacionales en sus manos. Recuerda que te dije que el asunto se basa más en lo económico. Si todos los países hacen lo mismo que Cuba, las transnacionales tendrían mucho menos de dónde depredar.

“Además, hacen ver que la culpa es del sistema. Fíjate, Lula decía que si a Cuba no la hubieran bloqueado, tuviéramos los estándares de vida de los suizos y de los noruegos.

“En una conversación en el Palacio de las Convenciones le pregunté a Díaz-Canel cuánto se consideraba que era la perdida de desarrollo por esa causa y me dijo que de 35 a 40 años”.

–¿Qué ideas de Fidel afloran a la mente de Carlos Méndez Tovar en momentos duros como estos?

–Una de las principales experiencias del Comandante fue su resiliencia. Nunca se consideró derrotado a pesar de las dificultades. Todos los fracasos los convirtió en victorias.

“Creo que siempre hay que recordar sus palabras cuando dijo: ‘El problema no está en las mentiras que los medios dominantes dicen. Eso no se puede impedir. Lo que debemos pensar es cómo decimos y difundimos nuestras verdades’.

“Luego define: ‘Esas verdades son, por supuesto, antagónicas con las del imperio‛”.

Apago la grabadora. Intento dar por concluido el diálogo.

Carlos insiste, sin decirlo. Muestra algún que otro texto en su vieja computadora. Está inconforme con lo poco que ha dicho.

Incluso, horas más tarde me lo hace saber en un mensaje.

Lo único que deduzco de su insatisfacción, es la impaciencia de los hombres de bien ante los retos impuestos por la vida, que pasa rauda; y asediada por la voracidad, la avidez, el apetito de quienes se valen de todos los medios para devorarnos.

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