Foto. / Archivo de BOHEMIA
Foto. / Archivo de BOHEMIA

Un héroe desde el silencio

El 29 de abril rendimos un merecido tributo al agente del Departamento de Seguridad del Estado (DSE) Alberto Delgado Delgado, asesinado hace 60 años mientras cumplía una digna y riesgosa misión infiltrado en las filas del enemigo


El escenario de las montañas del Escambray, en la región central de Cuba, fue testigo del accionar de varias bandas contrarrevolucionarias. Alentadas y armadas por el gobierno de los Estados Unidos, a través de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), y apoyadas por organizaciones contrarrevolucionarias internas, cometieron atroces crímenes, incluyendo el asesinato de alfabetizadores. Pretendían crear un clima de terror y proyectar una imagen de inestabilidad política para provocar la caída de la Revolución Cubana. El enfrentamiento al bandidaje se extendió desde 1959 a 1965. Unos 136 grupos mercenarios tomaron esa zona como teatro principal de sus operaciones.

El Gobierno Revolucionario movilizó más de 60 000 hombres agrupados en la Lucha Contra Bandidos (LCB), además de penetrar las filas enemigas con valerosos combatientes encubiertos. Se liquidaron 299 bandas alzadas en el país. Estas agruparon a 3 995 forajidos.

Alberto Delgado cumplió con dignidad y coraje la misión asignada. / Archivo de BOHEMIA

Alberto Delgado, El Enano para la DSE, nació en un humilde caserío de Caracusey, Trinidad, el 10 de diciembre de 1932. A los siete años, él y sus seis hermanos quedaron huérfanos de padre; aunque un vecino del lugar asumió la atención de todos, el pequeño se vio precisado a enfrentar las más duras adversidades, a las cuales se sobrepuso, conformando un carácter henchido de valores que lo fue guiando en su vida.  

Sin arribar a los 10 años, no pudo tener el deseado alcance de las letras y los números, debió abandonar la enseñanza primaria a medio año de haberla iniciado y dedicarse al oficio inmediato de carbonero, ante la precaria situación familiar. El calzado y sus vestimentas tampoco eran los adecuados.

A los 12 años, se empleó como cortador de caña en Chambas, actual provincia de Ciego de Ávila, un lugar alejado del entorno de sus sueños infantiles, mezclado con otros obreros agrícolas en albergues y barracones. Entre diferentes trabajos poco renumerados, siempre mantuvo ese ímpetu de no dejarse vencer. El auge del proceso revolucionario lo conquistó y se enroló en una célula el Movimiento 26 de Julio (M-26-7) cumpliendo diferentes misiones. Luego se incorporó en diciembre de 1958 a la Columna No.11 del Ejército Rebelde Cándido González. Por su arrojo se destacó en el combate de Las Margaritas y en la toma del poblado de Tamarindo.

Tras el triunfo revolucionario lo asignaron al cuartel de Chambas, allí conoció a Tomasa del Pino Santos, con quien contrajo matrimonio: “[…]… iba a visitar una tía y él estaba parado en el cuartel, entonces empezó una lluvia bárbara y me dice: ‘pase señorita, escampe el agua aquí’. Después, cuando yo voy llegando a mi casa, veo a aquel militar detrás de mí, pero no me interesó al principio. Al otro día, se apareció, lo vi con insistencia, dijo querer casarse y yo…, qué cosa es esto, ¿tan rápido?”, así expresó Tomasa en una entrevista. Juntos, además del amor, se enfrentaron de manera clandestina al bandidaje armado.

Se trasladaron a La Habana para vivir en la casa de una hermana de él, casada con un colaborador de los alzados en el Escambray. Al notar las visitas continuas de estos elementos, Alberto lo comunicó al DSE.

Casa ubicada en la finca Maisinicú desde donde el agente El Enano desarrollaba su labor como administrador. / escambray.cu

A partir de ese momento se convirtió en agente. En octubre de 1963 la Seguridad coordinó para que fuera a administrar la finca Maisinicú, en su natal Trinidad, con la apariencia de un elemento conspirador. Ya habían difundido la falsa noticia de que un tal Sánchez, pariente de Alberto en Camagüey, se dedicaba a propiciar la salida ilegal del país de desafectos a la Revolución. Por el hecho de haber integrado el Ejército Rebelde, algunos jefes de bandas, quienes ya lo habían contactado, vieron en él un apoyo adecuado para sus planes. Al posesionarse en la nueva tarea, llegaba recomendado por Tití Tápanes, hermano de Joseíto Tápanes, un connotado jefe de forajidos en la zona. Lo acompañaba el “aval” de ser un resentido.

Penetrados esos grupos y sus redes por El Enano, comenzó la llamada Operación Trasbordo, un artificio planeado por el Ministerio del Interior: aparentar, por vía marítima, el traslado de grupos de alzados hacia los Estados Unidos.

Alistaron un guardacostas de la Marina de Guerra Revolucionaria con un bote auxiliar para realizar trasbordos. Lo pintaron de blanco, crearon un escenario como si la tripulación fuera de norteamericanos: buscaron tripulantes de piel blanca y ojos claros. Pronunciaban frases en inglés y abastecieron la nave con cigarros yanquis, chicles y whisky. Cuando los bandidos abordaban, al ver aquel ambiente se manifestaban con euforia. Luego los invitaban a bajar de uno en fondo a las bodegas para una supuesta desinfección. Los arrestaban y los ponían a disposición de la justicia revolucionaria.

Así Alberto Delgado contribuyó a capturar las peligrosas bandas de José Amarante Borge y Julio Emilio Carretero Escajadillo, máximo jefe del autotitulado Ejército de Liberación Nacional y responsable del asesinato del brigadista Manuel Ascunce Domenech y el campesino Pedro Lantigua en la finca Palmarito, Trinidad, el 26 de noviembre de 1961.

Tomasa del Pino, quien falleció el 2 de enero de 2009 relató a un reportero del periódico Escambray: “Ese es un trabajo inexplicable, la vida de un agente de la Seguridad no es fácil. No sabíamos nada y ninguno de los oficiales más directos a nosotros había pasado escuela sobre eso. Nosotros estábamos en el medio del monte y ellos en la ciudad, a veces no teníamos chance de encontrarnos, en algunos momentos decidimos solos, como agentes y oficiales a la vez”.

A Alberto lo identificaba un fuerte carácter y junto al demostrado valor, lo acompañaba una inteligencia natural. Después de tantas acciones audaces es alertado de correr peligro en las nuevas circunstancias. El sentido común advertía no abusar de la suerte. Persuade a los oficiales de su contacto para mantenerse en Maisinicú: “Puedo hacerlo solo y sin tiros y si hay que poner un muerto, seré yo”, les expresó.

Árbol en el que los bandidos colgaron al héroe de Maisinicú después de salvajes torturas. / Archivo de BOHEMIA

Cuando el intrépido combatiente preparaba la salida de la banda de José León Jiménez, Cheíto, los bandidos comenzaron a tener sospecha de la verdadera identidad de Alberto. Entre la noche del 28 y la madrugada del 29 de abril de 1964 irrumpieron en su casa, lo capturaron y lo golpearon salvajemente hasta colgarlo de un árbol en las proximidades del río Guaurabo en las afueras de Trinidad, a unos 50 metros de la vía Circuito Sur. No lograron sacarle la confesión de ser un agente.

En horas de la mañana del día 29, un adolescente al pasar por allí lo vio y comunicó el fatal hallazgo: “¡Ahí hay un hombre ahorcado!”. Los miembros del Ministerio del Interior desde la madrugada lo buscaban con desespero. Es enterrado como un colaborador de bandidos.

Pasaron tres años para poder divulgar que Alberto Delgado Delgado –El hombre de Maisinicú–, entregó generosamente su vida como un abnegado combatiente de la Revolución; no era un traidor, sino un hombre extraordinario y sencillo. Fue realizado un segundo entierro con los honores militares correspondientes a un combatiente caído en defensa de la patria socialista.

Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, expresó en la conmemoración del aniversario 65 de los Órganos de la Seguridad del Estado: “Es la sucesión de actos heroicos de mujeres y hombres que, en las más complejas circunstancias, se dispusieron a enfrentar, muchas veces anónimamente, las agresiones, amenazas y desafíos que los enemigos de la Revolución Cubana han puesto en el camino elegido desde el 1º de enero de 1959”.

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Fuentes consultadas:

Discurso del presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, el 26 de marzo de 2024, en la Sala Universal de las FAR, y el artículo “El ‘colaborador’ de Maisinicú” de Juan Antonio Borrego, periódico Escambray, 29 de abril de 2021.

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