Para Carlota, de sus hijos

Y cuentan que, desde su justo lugar en la historia, saltaba de júbilo, también, aquel 25 de mayo de 1991


Aquel 25 de mayo de 1991, arribaba a La Habana el último grupo de internacionalistas cubanos procedentes de la hermana República Popular de Angola.

Culminaba así la llamada Operación Carlota, mediante la cual 377 033 hombres y mujeres ofrecieron solidaria ayuda en ese país africano a lo largo de 15 años, por solicitud de su presidente, el Doctor Agosthino Neto, ante el grave peligro que corría la independencia de la nación, invadida por poderosas y brutales fuerzas enemigas.

Juguetes para niños en medio de la guerra, ¿qué otro país hace eso?

Pero si siento la necesidad de “teclear algo” no es solo por aquella victoria militar –protagonizada básicamente por nuestra juventud– que cambió, para bien, la historia y el curso del continente, sino también y sobre todo por la huella humana dejada por nuestros internacionalistas allí.

Acerca de ello he escrito muchas veces y no me cansaré jamás de hacerlo. La verdad no envejece ni muere.

Verdad –y las fotos lo confirman– fue ver al soldado cubano compartiendo su ración de alimento con niños hambrientos, al médico nuestro atendiendo a los nativos, a combatientes de Cuito Cuanavale regalando juguetes rústicos, construidos por ellos mismos, para niños que jamás habían tenido en sus manos un obsequio así…

Realidad son los parques infantiles construidos para goce de la infancia angolana, el cariño con que combatientes cubanos enseñaron a leer y a escribir a soldados angolanos en Ruacaná; verdad son los monumentos que a puro golpe de pasión y talento creador levantaron nuestras tropas antes de regresar victoriosas a Cuba.

La juventud, protagonista de la epopeya.
La dignidad retornó victoriosa, intacta, en cada vuelo.

Verdad fue la que, hombre por hombre y mujer por mujer, constataron los representantes de fuerzas de la ONU, al verificar cada vuelo o cada barco que ponía proa hacia la patria, cargado de muchachos llenos de gloria, de modestia y de dignidad.  

Sería muy injusto de mi parte no expresar estas realidades. Quienes las vivieron, saben que así fue. Quienes no tuvieron la oportunidad, nunca duden de su veracidad.

Por ello invito a situarnos, todos, en el Aeropuerto Internacional José Martí. Es 25 de mayo. De un momento a otro aterrizará la aeronave con el último grupo de internacionalistas. La emoción no distingue edades. Cuba entera está a la expectativa.

Por fin el tren de rodaje impacta sobre la pista. Virtuosismo de pilotos curtidos en el oficio. Se desbordan las ganas de gritar. La gran mayoría no puede contener ese justo y cubanísimo antojo. Desde la historia, una negra africana llamada Carlota salta de orgullo, allá en el ingenio Triunvirato, donde fue ejecutada a modo de escarmiento por encabezar una rebelión contra el dominio español en 1843.

La operación que en honor a ella llevó su nombre está a punto de concluir. La nave se detiene totalmente. Por su escalerilla comienza a descender la dignidad vestida de hermoso uniforme. Son tus hijos, Carlota. Los mismos que nunca se detendrán ante nada y se han alzado, esta vez, en un nuevo Triunvirato.

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2 comentarios

  1. Gracias Batista por tu comentarios ,ciertamente somos hijos de carlota y es meritorio recodar la Epopeya de Angola en estos dias y estos tiempos.

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