Para que el trabajo sea creador

Trabajo
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Salones, muchos salones con una luz intensa todo el tiempo. Parejas de bailes desplazándose ligeramente por ellos y gente contenta, muy contenta: visión idílica que en buena parte de la literatura y la filmografía sobre la época victoriana se transmite. Fue el auge de la Revolución Industrial lo que permitió tal lucimiento de electricidad. Pero probablemente el gran público, mientras disfruta de esas escenas, no evoque las cientos de paletadas de carbón que, en jornadas de más de ocho horas, debió dar parte de la población infantil y la masa obrera. Por entonces eran abundantes los graves accidentes laborales sufridos. Precedentes a la muerte estaban el subpago y unas condiciones de trabajo acordes con el inframundo, nunca con uno “civilizado”.

Informes “hablan”

Las Naciones Unidas, mediante un estudio muy serio –iniciado en 2016–, reveló que hasta finales de 2020 el riesgo laboral había causado más muertes que la covid-19.

Es decir, ocho de cada diez fallecimientos ocurridos en ese período fueron originados por enfermedades no transmisibles. Las entidades principales que “hablaron” preocupadísimas por un tema tan sensible fueron la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Lejos de lo que quizá la mayoría de los lectores suponga, más que con derrumbes o gases tóxicos, las defunciones estuvieron relacionadas con enfermedades respiratorias y cardiovasculares que surgieron por sobrexposición a ambientes contaminados o a cargas y horarios inhumanos, o al menos excesivos. Es así que buena parte de los decesos se debieron a enfermedades no transmisibles, como padecimientos pulmonares obstructivos crónicos, los cuales, certifican estos organismos, constituyeron la causa “líder”, seguida por los accidentes cerebrovasculares y las cardiopatías isquémicas. Asimismo, los traumatismos en los puestos de trabajo se cobraron una elevada cifra de muertes.

Con la modalidad del teletrabajo cunde, además del hastío laboral, una sensación de estar “enjaulado” la mayor parte del tiempo, incluso pasadas las ocho horas estipuladas. Aunque hay empresas que tienen regulados claramente los horarios y turnos, en general “la acumulación de horas de trabajo fue el riesgo laboral que causó más muertes de los 19 arquetipos estudiados, con 750 mil fallecidos, mientras que la exposición al aire contaminado (partículas en suspensión, gases y humos) provocó 450 mil decesos”, según el informe conjunto de la OMS y la OIT.

Las mismas fuentes coinciden en aludir a los criterios de epidemiólogos ocupacionales que clasifican como largas horas de trabajo tres categorías analíticas: 41-48 horas, 49-54, hasta más de 55 horas a la semana comparadas con las horas de trabajo estándar, de 35-40 horas a la semana. El tiempo de trabajo promedio disminuyó durante la segunda mitad del siglo pasado en la mayoría de los países gracias a las reivindicaciones obreras; sin embargo, esta tendencia general a la baja cesó e incluso comenzó a revertirse en algunos países durante la actual centuria.

Se presenta ahora una situación adicional: la pandemia: En los Estados Unidos la sobreexposición a largas horas de empleo, condición que expone en grado sumo al contagio con la covid-19, conmocionó al mundo “chiquito” de Whole Foods, donde los colectivos laborales de esa cadena de supermercados, subsidiaria de Amazon, realizaron un conjunto de protestas. En marzo de 2020, como respuesta al contagio de sus colegas, muchos trabajadores decidieron reportarse enfermos y exigir permisos por ese motivo, pruebas gratuitas de coronavirus y pago adecuado por correr riesgos. A esta acción le siguieron en abril paros laborales en algunas de las empresas más grandes de los Estados Unidos, como Walmart, Target y FedEx., informó Joaquim Nunes, jefe de Salud y Seguridad Ocupacional de la OIT.

La ONU tiene a bien alertar de que “las enfermedades y los traumatismos por causas laborales abarrotan los sistemas de salud, disminuyen la productividad y pueden causar un impacto demoledor en los ingresos de los trabajadores”.

El Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, ha considerado al informe como “llamada de atención a los países y empresas para mejorar y proteger la salud y la seguridad de los trabajadores cumpliendo sus compromisos de proporcionar una cobertura universal de servicios de salud y seguridad en el trabajo”.

De cualquier manera, la tenaz lucha de los trabajadores durante decenios propició regulaciones de protección a nivel planetario para proteger lo más importante que se tiene: la vida y la salud. Así nos hemos adentrado en el siglo XXI con una disminución del 14 por ciento de las muertes por causas laborales. Parece un contrasentido con la tesis central del presente texto, pero en consideración de esta reportera la cifra sigue siendo baja. Aquí coloco una sencilla pregunta: ¿hay en el mundo occidental similar trato para los trabajadores migrantes o indocumentados? Me atrevo a señalar que no. Las noticias diarias lo confirman.

Trabajo infantil

Hay 160 millones de infantes que no estudian: trabajan. / www.unicef.org
Hay 160 millones de infantes que no estudian: trabajan. / www.unicef.org

La agricultura es el primer renglón de contratación infantil, que pudiera llamarse la minería de la actual centuria porque carga “las luces” del organismo humano. Aun con todo, diferentes fuentes, entre las que sobresale un informe conjunto de la OIT y el Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF), coinciden en que durante los últimos cuatro años el número de niños que trabajan en otros renglones ha aumentado en 8,4 millones.

Hay también una revelación significativa en ese informe: los avances para acabar con el trabajo infantil “se han estancado por primera vez en 20 años, invirtiendo una tendencia a la baja que permitió reducir esta lacra entre 2000 y 2016”. No obstante, todavía son 160 millones de personitas condenadas a dejar de jugar. Porque, entonces, ¿qué se come? Lo peor: lejos se está de eliminar el trabajo infantil para 2025, como lo plantean los Objetivos de Desarrollo Sostenible, según informó Europapress.

Estimaciones realizadas por la OIT antes de la actual pandemia y basadas en la velocidad de los cambios entre 2008 y 2016 apuntan a que en 2025 habrá mayores cifras de trabajo ilegal infantil de no tomarse las medidas adecuadas, pero ya de forma acelerada. Enfrentar ese tipo de explotación es una manera superlativa de proteger “algo” sin lo cual el trabajo no tendría sentido, no podría darse como actividad creadora, y eso es la vida.

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Un comentario

  1. Enfermedades, accidentes, que se pueden prevenir y mejorar la seguridad y salud del trabajo. Pero qué triste el drama de esos niños que en lugar de escuela y juegos tienen que exponerse a trabajos sucios y peligrosos; duele.

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