Perdónalos, parque, por no valorar el privilegio de tenerte

Cualquier territorio con más de 900 parques, microparques y parques de estancia debería de sentirse orgulloso de contribuir al bienestar de sus habitantes. Pero el contento deviene frustración cuando la entrega generosa no es valorada por muchos de aquellos a quienes se da


A partir de la publicación en este sitio del trabajo ¿Y si nos quedamos sin parques?, en la edición del 23 de enero, –compartido también en las redes sociales de BOHEMIA, el perfil de Facebook de la autora y el grupo de WhatsApp Amigos del pre PR–, han llegado diversos comentarios acerca de la indolencia de quienes, en lugar de cuidar estas instalaciones y verlas como un privilegio, las destruyen.

Destaca también la conversación telefónica sostenida con la usuaria Milagros Peñalver, quien recordó que, a propósito del aniversario 500 de la fundación de la Villa de San Cristóbal de La Habana, el periódico Tribuna publicó una nota titulada Nueva vida al parque Piñera, en el que se destacaba:

“Calles, viviendas e inmuebles ubicados en los alrededores del emblemático parque Piñera, en el Cerro, han sido testigos durante varios días del mes de diciembre de una profunda restauración constructiva que ha llamado la atención de los residentes por la agilidad, calidad y ampliación del proceso emprendido por los diferentes sectores implicados en el proyecto”.

Con la firma de la colega Aixa Alfonso, la nota decía que “[…] el área de estar exhibe una imagen completamente diferente para satisfacción no solo de los vecinos sino, además, de todos los habaneros que de una u otra forma concurren a él. Los viales de acceso al mismo muestran un sorprendente restablecimiento y sobre todo se aprecia eficacia en su terminación”.

Se refirió al mejoramiento del alumbrado público, las áreas de juegos, el arbolado y su poda, además de la cuantiosa inversión, a la vez que alertó acerca de que todo ese trabajo “demandará de una atención y vigilancia sistemática para evitar su detrimento”.

Quienes a diario transitan por ese entorno miran con pesar que el deterioro volvió al parque Piñera. La belleza recuperada desapareció para dar paso a la triste imagen del deterioro, que es igual a la desolación.

En los registros de la Dirección de Comunales de La Habana están asentadas 936 instalaciones para estos fines: 339 parques infantiles, 465 microparques y 132 parques de estar. Suficientes para convertir a cualquier territorio en jardín, siempre que se conserven en buen estado, pero este no es el caso, a causa de la depredación, mencionada antes y reiterada ahora.

Algunos despojos del parque Piñera, en el municipio de Cerro. / Libia Miranda
Esta área sería más bella, si el banco estuviera completo.

Un panorama que urge cambiar

El doctor Carlos Genaro Gutiérrez lamenta que la indisciplina social sea tan fuerte y comenta:

“Dura, triste y dramática realidad. Recuerdo que, cuando era niño, en el parque de mi Consolación del Sur –en Pinar del Río–, muy lindo, había un solo celador, que lo mantenía impecable; era un hombre muy respetuoso y todos le querían: nadie osaba dañar el parque”.

Hoy Genaro vive en La Lisa y precisa que en su comunidad se han llevado “hasta la cerca perimetral del parque”.

Son muy pocos los paños de esta cerca perimetral negados a perecer.

Agrega que esta situación “contrasta con lo que pude apreciar hace algún tiempo en Ciudad Guzmán, cerca de Guadalajara, en México, donde estuve en funciones de trabajo. El hotelito donde me hospedé estaba frente a un parque –jardín le llaman–, impecable, muy parecido al recuerdo que tenía del mío, allá en Consolación.

“Cerca de esa ciudad han existido matanzas entre los carteles de la droga, situaciones violentas, pero no vandalizan los parques, por el contrario, los cuidan; es parte de una cultura…

“Muy buena la pregunta ¿Y si nos quedamos sin parques?; ilustra la realidad que estamos viviendo y toca el sentimiento. Muchas gracias”.

Teresa Pacheco vive en Guanajay, provincia de Artemisa, opina: “El trabajo es muy preciso, aunque nos provoca gran dolor a los que apreciamos lo que se nos brinda para nuestro disfrute. Me sumo al sentir de la periodista, que puede recorrer y observar tanta maldad hecha realidad en manos de los que no tienen escrúpulos, ni sentido de pertenencia”.

Afirma que desde el puente elevado de entrada a Guanajay, por la Carretera Central –hasta hace tres años–, al entrar al municipio se apreciaba la belleza de la tierra y sus jardines aledaños. Ahora se ha convertido en centro de depósito de la basura de la ciudad. ¿Qué podemos hacer? Lo que hizo la periodista: criticar. Mas, hay muchos oídos sordos y nos preguntamos ¿qué pasa con las leyes que rigen el ornato y las medidas del Orden Interior? Será necesario aplicarlas de manera ejemplarizante.

“No podemos dar la solución al problema, pero si la actitud nuestra debe estar encaminada a lo que nuestros humildes padres nos mostraron como correcta actitud para la vida, no destruir lo que no nos pertenece”.

Una amiga de los años de adolescencia, Mayda Rodríguez, me comentó: “Hay que seguir denunciando esas conductas antisociales. La función de un parque para una ciudad y sus pobladores es amplia –descanso, cultura, esparcimiento…–, ¿cómo no defender su belleza y utilidad? Pero se necesita exigir esa disciplina de la cual se carece hoy. ¡Ojalá las personas encargadas se sensibilicen. ¡No nos podemos cansar!”.

En los tiempos que vivimos, mantener, cuidar, preservar, debe ser una práctica cotidiana; las carencias así lo exigen. En ocasiones, escasean los recursos hasta para adquirir lo esencial; por lo tanto, no se puede permitir la destrucción de lugares públicos indispensables.

¿Piezas ocultas entre las ramas? ¿Para qué? Saquen sus propias conclusiones.
Este es el parque de Consolación del Sur, al que se refiere el doctor Carlos Genaro Gutiérrez. / Periódico Guerrillero.

Las instalaciones en buen estado contribuyen a la calidad de vida en cualquier comunidad. Ellas propician bienestar. Cuando un parque está bonito y acogedor, el caminante siente que lo invitan a disfrutar de un ambiente agradable, con bancos confortables, al aire libre, y con jardines y arbolado, que ellos mismos sienten que deben ayudar a preservar, por ser piezas indispensables para la recreación y el esparcimiento.

Pero no siempre ocurre. Por eso me permito reiterar que la destrucción atenta contra toda la belleza que puedan regalarnos estas áreas. Urge fomentar y exigir una disciplina que contribuya a frenar el deterioro que las condiciones económicas, de momento, no permiten resarcir.

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Un comentario

  1. Muy bien la continuidad de esta necesaria denuncia, que duele como el desinfectante sobre la herida, pero que no hay otro modo de impedir que empeore y comenzar a curarla. Hay que levantar la voluntad ciudadana para impedir y denunciar oportuna y eficazmente estas conductas deleznables que también vandalizan y corroen el alma de la patria. que en modo alguno podemos tolerar que se continúen generalizando y naturalizando.

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