¿Y si nos quedamos sin parques?

Si la depredación provocada por las indisciplinas sociales no se frena, llegará el momento en que veamos a muchos de estos imprescindibles espacios públicos como parte de nuestros recuerdos. No importa de qué material estén conformados: los saqueadores se llevan todo


Si los parques hablaran, bien pudieran mencionar la alegría que provoca ver cómo personas de la tercera edad encuentran en ellos remanso para aliviar el agotamiento de sus piernas cansadas de tanto andar, en especial esas parejas, cuyas cabelleras color algodón o nieve evidencian el tiempo de mutua compañía.

¡Qué bueno es tener un lugarcito donde romancear! ¿Y qué mejor que el banco de un parque?

Si los parques hablaran, sería interminable la lista de romances registrados en sus memorias; amores nacidos en algunos de sus rincones, o galanteos furtivos de parejas comprometidas, ansiosas de los sobresaltos que significan hurtar la fruta ajena, o el alejarse por momentos de la monotonía de la rutina.

Si los parques hablaran, contarían la emoción que les provoca la risa de los niños, su algarabía mientras juegan; ser testigos de infinidad de travesuras, o del llanto de alguno que cae mientras goza de las diabluras posibles en sus áreas, generalmente llenas de bancos, jardines, árboles o distintos equipos.

En los tiempos que vivimos todo eso es idílico. Porque, si los bancos hablaran, darían fe de la angustia que provoca que los abuelos tengan, cada vez menos, dónde sentarse; los amantes furtivos no puedan romancear, ni los niños tengan espacios para sus travesuras o asientos para poder escuchar tranquilos las lecturas de sus mayores. Y acusarían a manos y mentes depredadoras que están –sin recato alguno- acabando con los bancos y destruyendo sus áreas, muchas veces a la vista de todos.

Es posible que el agobio de la cotidianidad difícil y compleja que vivimos, no nos “permita verlo”, pero lo sentimos en el momento de hacer la larga e interminable cola de una guagua, y no encontramos en el parque cercano un banco que nos ayude a amortiguar el cansancio y la ansiedad de la espera, porque ese a quien “no vimos” se llevó algunas de las partes, si no el mueble completo.

Lamentable. ¿A dónde habrán ido a parar las partes objeto de la mutilación?

Esta especie humana de máquinas destructoras no discrimina. No importa si es granito, mármol o hierro fundido: su acción depredadora no se detiene; por el contrario, crece.

¿Qué es un parque? Su nombre procede del francés ‘parc’ y del inglés ‘park’. Puede ser un lugar creado, pero también, un espacio natural o semi-natural en el interior de una ciudad o un pueblo que se utiliza como prado, jardín o arbolado para el esparcimiento y recreo de los ciudadanos.

Esparcimiento y recreo no son sinónimos de destrucción, desastres que se aprecian al caminar por las áreas destinadas a estos fines, especialmente, en La Habana, ciudad donde, en tiempos económicamente mejores, los parques emblemáticos eran objeto de un plan de mantenimiento en el cual se trataba de conservar el mobiliario urbano, y se hacían grandes inversiones, lo cual contribuía a que la depredación fuera apenas perceptible.

Estudiar, leer: descubrir conocimientos nuevos. Un banco de parque en buen estado puede ser un gran aliado.

Hoy no es así; la actual carencia impide la erogación de grandes sumas para estas labores; no obstante, se ha trabajado, ¿con calidad o no?, ese no el propósito de este escrito, sino de valorar la incidencia social. Es penoso apreciar la gran cantidad de bancos sin sus espaldares en lugares muy frecuentados, como el Paseo de los Presidentes, en la Avenida del mismo nombre, en El Vedado; o en el parque que ocupa la manzana ubicada entre las calles 21 y 19, y H e I, también en Plaza de la Revolución.

Hay zonas donde es cierto que la fuerza de las penetraciones del mar han hecho sus estragos; también es verdad que aquellos que han sobrevivido a la furia de las aguas han sucumbido ante el empuje de los depredadores. La parte de  Calle G, entre Quinta y Tercera, próxima a Casa de las Américas, donde colocaron bancos de puro mármol, da fe de ello.

 En cualquier comunidad, el parque es un lugar, además de bonito, necesario para jugar, tomar la sombra, especialmente los días de intenso calor; descansar, romancear, estudiar y debatir acerca de los más diversos temas: es un lugar donde hay espacio para todos, sin que se afecte la armonía, salvo cuando alguien transgrede los límites o cuando –como el caso que nos ocupa- el usuario de la instalación pretende mutilarla.

Los de la pérgola del Parque Gonzalo de Quesada, más conocido como el Parque de Villalón, han ido perdiendo, poco a poco, las piezas para sentarse.
A este se le puede llamar, al menos por ahora, sobreviviente.

Ver más: Perdónalos, parque, por no valorar el privilegio de tenerte

Comparte en redes sociales:

2 comentarios

  1. La verdad sea dicha y siempre será virtuosa, aunque duela demasiado. La dura realidad tiene que movilizar la voluntad de encontrar a tiempo el remedio.

  2. Oportuna e imprescindible denuncia que debe conmover y movilizar voluntades y unir esfuerzos para frenar e impedir que se naturalistas esta vergonzosa barbarie. Penosamente puede añadirse a un doloroso inventario de intolerable vandalismo el gimnasio biosaludable tras los edificios altos de Tulipán y Loma, donde de los valiosos aparatos solo quedan las partes de ellos que no ha sido posible desmontar y robar. Igualmente los bancos del parque frente a esos inmuebles.. No es posible que continúe la pasividad e impunidad frente a estos hechos. Es cuestión de salud moral y tiene que imponerse una cura de enérgico civilismo y decencia colectiva. Sin duda se podrá.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Te Recomendamos