Esto es placer de familia, en familia, con salud, sosiego, felicidad. / Pastor Batista Valdés
Esto es placer de familia, en familia, con salud, sosiego, felicidad. / Pastor Batista Valdés

Placer de familia

Dicen que el 15 de mayo, es el Día Internacional de la Familia. Bueno… dicen no: ¡Lo es!

Claro que para mí, como para muchos, o como para todos (ojalá) cada nuevo amanecer, como el de hoy lunes 16, deviene también Día de la familia, de mi familia.

Dicen también que es la célula fundamental de la sociedad. Bueno… dicen no: también lo es, aunque la “modernidad” de estos tiempos y productos de pésimo gusto, facturados y enlatados por modelos de muy peligroso consumo, hayan contribuido a fraccionarla y a debilitarla… en mi opinión.

Por suerte modelos como los nuestros (hablo de Cuba, de mi país) modelan códigos  como ese que por estos días analiza y aprueba el Parlamento, para, a manera de antídoto y de renovadora savia, contrarrestar todo lo que de una u otra manera pueda perjudicar el feliz desarrollo de cada familia, viva donde viva, intégrenla cuántos miembros haya, tengan el color que tengan, la creencia, origen, afiliación u orientación sexual que sea.

Pero volviendo al asunto, para mí, tanto como célula fundamental, es razón de ser, de existir. Es lo insustituible. Pobre de quien pueda concebirse sin ella.

Familia es placer. Trataré de «graficarlo” (aunque me quede enormemente corto) con vivencias acabaditas de sacar del horno, apenas unas horas atrás. Allá voy:

Lo vi llegar ayer, abrazar a su anciana madre y darle el mismo beso de 50 ó 60 años atrás (ni más ni menos, apasionado); poner en sus manos la postal que lamentablemente no pudo entregarle el segundo domingo de mayo. Mas, qué importa, ¿acaso no son los 365 días del año Día de las Madres?

Entonces se «faja” a poner sobre la humilde mesita del comedor platanitos de fruta, mangos, mermelada de guayaba, un «pepino” de refresco de cola, un pequeño pastel y otras golosinas similares, porque con casi 80 años María de la Caridad sigue siendo tan niña como lo era cuando él lactaba de su divino seno maternal.

En la familia del avileño Juan Carlos Martínez todos se quieren, todos se ayudan. / Pastor Batista Valdés
En la familia del avileño Juan Carlos Martínez todos se quieren, todos se ayudan. / Pastor Batista Valdés

La valija —que incluye también viandas, aseo, la proteína «conseguible” en estos duros tiempos de arreciado bloqueo imperial y de autobloqueo, incapacidad y disparo de precios internos— no puede dejar fuera a esa postal y a una rosa que envidiaría hasta el mejor bistec de puro Holstein.

Sin dejar de “chacharearse” mutuamente cosas, cosas, cosas (lindas todas, hasta las aparentemente feas), él agarra la escoba y se pone a barrer. ¡Pero por qué! Se queja ella en vano, mientras él, sordito de remate, continúa como Pedro por su (otra, misma y eterna) casa, aunque haya vivido y siga estando lejos, solo en términos de espacio físico o de geografía.

Eso es sentido real de familia. Eso se llama placer. Eso se aprende desde niño, se inculca sin presión consciente o en camisa de fuerza alguna. Creo que, sin ánimo de exagerar, con eso hasta se puede nacer. El problema está en no dejar que muera.

Pero sigamos. Como si fuera poco, el “tipo” va para el cesto, saca la ropa sucia y con el mismo paquetico de detergente que venía en la valija «se prende” a lavar a puño limpio, no sin antes prepararse un traguito, con una línea del ron que al morir, meses atrás, dejó Ángel (vaya nombre para acompañar a una María de la Caridad): ese hombre que sin serlo de sangre, en genes, devino tan padre como el más amoroso del mundo.

Todo eso, repito, nadie lo dude, es familia, es placer.

—¿Y ahora qué vas a hacer? Descansa un poco, mi´jo—, suplica la noble anciana.

—Eso hago—, responde él hijo con una sonrisa en labios, mientras busca, en algún bolsillo de su mochila, esa tijerita de siglos que por años lo sigue acompañando cada día. Y en menos de lo que canta un gallo, María está sentada en una silla, apacible como una tojosita, con una manta sobre los hombros y la tijera haciendo su labor… de belleza, de puro y familiar goce.

¿Desean que continúe? No se asusten. Casi concluyo ya, aunque pudiera amanecer. Pero la tarde dominal se desplomaba sobre toda la ciudad y nuestro amigo se apresuraba, machete en mano para “entroncarse” contra esas malas yerbas que si fueran alimento o alimenticias no crecieran tan rápidamente frente a la casa.

Entonces, como por arte de magia (en verdad de amor) esa área pública y el jardincito de acceso a la modesta vivienda fueron quedando a punto de caramelo, del mismo modo que la pequeña explanada cubierta por lajas y cemento, a la que suma sus manos esa amada hermana que tal vez nunca aprendió a cocinar bien, pero que jamás ha olvidado la tierna manera de adobarle cariño a mamá.

Cada día el pequeño Darián se despide de María antes de ir para la escuela. / Pastor Batista Valdés
Familia. Cada día el pequeño Darián se despide de María antes de ir para la escuela. / Pastor Batista Valdés

Casi termino aquí. Con placer lo hiciera. Pero ahí viene corriendo Darián, bisnieto de Ángel. Todo un Ángel él mismo, en sí. Apenas tiene cinco años. Cada día suele venir varias veces donde la “abuela María” a acompañarla un rato, a impedir que ella se agache para recoger algo del piso porque “tú estás muy viejita y para eso estoy yo”, a comer alguna selecta golosina, a disparar ocurrencias que parecieran concebidas por un adulto, pero sobre todo a darle un beso idéntico al que cada mañana le pone en la arrugada mejilla, antes de encaramarse en la moto, para que abuelo Ramón “me suelte en el colegio”.

¿Entienden ahora por qué familia puede ser sinónimo de placer, sin presiones ni imposiciones, con el mejor código del mundo: el del amor que anida y se transmite de generación en generación?

Gracias, por la atención; gracias por la paciencia… y por esa ternura que, de algún modo, todos sí llevamos dentro.

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4 comentarios

  1. No Regla… el agradecido soy totalmente yo, que puedo escribir en nuestra Bohemia de todo lo que considero puede ser útil o interesarles a los lectores. Y agradecido, además, de que personas como tú lean los trabajos de la revista y opinnen. Un abrazo.

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