Prodigó muchas maneras de amar  

Por la vibra de singular sensualidad que emana de los versos “Me desordeno, amor, me desordeno/ cuando voy en tu boca, demorada;/ y casi sin por qué, casi por nada,/ te toco con la punta de mi seno”, muchos han llegado a creer que la creación lírica de la matancera Carilda Oliver Labra (6 de julio de 1922-29 de agosto de 2018) es solo erotismo, efluvio carnal repentino y fugaz.

Con el poema Me desordeno, amor, me desordeno, construyó una mujer que, según afirmó, nunca fue, pero alimentó el interés por su escritura. / Autor no identificado

Más allá de los estereotipos, nuestra ateniense caribeña es una poeta que celebró, elogió y exaltó al amor en todas sus variantes; desde su pluma irradió tan sublime sentimiento vinculado a la existencia, los seres humanos, la tierra que la vio nacer.

“La poesía de Carilda Oliver Labra desarrolla una de las características emotivas del pueblo cubano: la del amor mirado desde el punto de vista jovial, con cierta dosis de alegría y plenitud, contrapuesto a la otra tendencia erótica dada a la recreación del amor físico, pero con componentes dramáticos y hasta elegíacos”, ha sentenciado el intelectual cubano Virgilio López Lemus, acerca de ese particular sentido de la autora de Al sur mi garganta (1949) para expresar sus más hondos afectos.

Lo cierto es que esta mujer irreverente y apasionada concibió una obra poética y en prosa desde el amor, desasida de lo platónico e inmaterial; repleta de alusiones, evocaciones y miradas concretas, reales, sobre los seres amados que la rodearon; o hacia aquel territorio pleno de reminiscencias, presencias y nostalgias que fue su querida Matanzas. 

Desde los años 50 del pasado siglo, descolló con una poesía heroica valiosa. / Autor no identificado

“La prosa de Carilda, como toda su obra, está vinculada al ser humano, a su vida cotidiana, a sus experiencias físicas, emocionales, espirituales […] Adscripta […] al coloquial neorromanticismo, con muy particulares aristas, adelantada de la poesía conversacional, su obra la sitúa en los predios más relevantes de la poesía cubana contemporánea”, resaltó el notable investigador de la literatura antillana Salvador Bueno Menéndez, en el prólogo de una extraordinaria antología acerca de la poesía heroica y cósmica de la escritora cubana.

Vale destacar, además, que no resulta frecuente que se exalte su creación literaria vinculada a figuras históricas, la patria, el sentido de la nacionalidad.

Sin embargo, “como una cubana que quiso siempre la libertad, la justicia y el amor”, según sus propias palabras, Oliver Labra transitó sin dobleces de las apreciaciones intimistas a todas aquellas realidades que la circundaron y convirtieron en esa mujer reflexiva y de un pensamiento adelantado para su época.

De modo que a propósito de haber transcurrido 100 años de que la enseña nacional ondeara por primera vez en la ciudad de Cárdenas escribiría en el poema Canto a la bandera:

 Salud, mi bandera. Salud en la fecha de tu centenario./ ¡Salud...! Un rosario/ de versos y flores para tu señera,/ fantástica historia./ Salud, mi bandera./ Salud inmortal a tu gloria.../ En noches muy largas naciste de Emilia/ Teurbe Tolón:/ —sagrada vigilia—/ te puso las puntas de su corazón,/ y a tu tela suave, febril, libertaria, prendió con su mano/ una interminable lumbre solitaria,/un beso extrahumano…

Tal vez la más recordada de sus obras sobre temas patrióticos es el poema que, en 1957, en plena lucha clandestina e insurreccional en la Sierra Maestra, dedicara al líder histórico de la Revolución Cubana, titulado Canto a Fidel.

Unos años antes, su verso fértil, firme y lúcido, impresionaría a raíz de las conmemoraciones por los cien años del natalicio del Apóstol de nuestra independencia, justo en enero de 1953.

Hace falta un trueno, un múltiple grito, una diana aparte,/una catarata de ruidos violentos y de frenesí;/ hace falta el fuego para saludarte,/ amado Martí.

Si bien Carilda Oliver Labra alternó la abogacía con el oficio del escriba, el periodismo, la enseñanza del dibujo, la pintura y la escultura, concibió una obra literaria riquísima, reconocida en Europa y nuestro continente.

En Calzada de Tirry 81, donde nació y creció, siempre vivirá esta mujer de quien la chilena Gabriela Mistral dijera: “Profunda como los metales, dura como el altiplano, su poesía, de ser divulgada con justicia […] ejercerá ardiente magisterio en América”.

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