Puntualidad

No solo la situación que presenta el transporte en Cuba es responsable de la impuntualidad creciente. Los problemas organizativos, de exigencia y disciplina en muchas entidades, también influyen


Para quienes la ven por primera vez y la escuchan repetir, sin cansarse, ciertas frases acerca de lo que significa llegar a tiempo, la profesora Juana María Rivera “está ubicada en otra galaxia” como dicen los muchachos a quienes se dirige, esos que jamás están a la hora del matutino. Con sus dotes de pedagoga reconocida, sabe cómo manejar cada situación –en especial, la de los que actúan retadoramente– y siente que está asumiendo “su pedacito del problema”.

Sí, porque el de la puntualidad es un inconveniente, sobre todo en estos tiempos, cuando la situación del transporte se torna compleja. Pero no siempre es el transporte el malo de la película. Por ejemplo, para los laboratorios de los policlínicos, no siempre los técnicos tienen que moverse en ómnibus y no todos comienzan a la hora que deben. Hay centros de servicios en los que a la hora de comenzar se ve a la auxiliar de limpieza realizando su faena en la recepción y exigiendo a los usuarios o clientes andar por la orilla de forma que no eche a perder su trabajo. ¿Por qué no le exigen entrar antes, aunque se vaya antes? Existen lugares donde se ha adecuado el horario y marchan a la perfección.

Hay profesionales, técnicos o especialistas que conciertan una entrevista con algún directivo y, a la hora convenida, surge “una tarea de último minuto, impostergable”; ante tal imprevisto, ni siquiera llaman para alertar de la imposibilidad de concurrir en ese lapso y proponer otro posible momento en el cual convenir la cita. Sucede que el aludido se queda en el aire

Es muy simpático el criterio del poeta francés Nicolás Boileau cuando aseguró: “Procuro ser siempre muy puntual, pues he observado que los defectos de una persona se reflejan muy vivamente en la memoria de quien la espera”. Esta aseveración no falla. La silla vacía de un funcionario que debe brindar un servicio motiva sentimientos muy fuertes y no, precisamente, de amor.

El centro que no tenga las condiciones creadas a fin de comenzar a dar el servicio por el que fue instituido y a la hora establecida hace, con sus imprecisiones, que los concurrentes tarden más de lo debido. Todas las esperas tienen consecuencias.

En una fábrica de producción continua, al comenzar el turno han de estar todos en línea. Alguien con problemas debe comunicarlo de inmediato y así se adoptan las medidas que posibiliten el buen desarrollo del proceso. Si falta un obrero, el trabajo estará incompleto. Como seres humanos, a las personas se les presentan situaciones personales de último minuto, pero sus compañeros deben conocerlo enseguida para saber cómo actuar.

La frase “el tiempo es oro” no es fortuita. Es un eslogan de los capitalistas, pero debe ser un pronunciamiento más general, porque nadie tiene el derecho de robar el espacio temporal del otro, si conoce que la impuntualidad provoca el efecto dominó: la ficha que cae repercute en las demás, algo que cotidianamente sucede, y no media ni una excusa.

Un sinónimo de respeto a las personas con las que alguien va a sostener una entrevista laboral, o una cita, es justamente la puntualidad. No lograrlo implica, como destaca el sitio Mundifrases: “faltar a uno de los valores que más fomentamos” y, aunque parezca exagerado, cuando se llega tarde, especialmente a los centros educacionales, “se afecta al desarrollo de la actividad lectiva, provocando retrasos y pérdida de concentración”.

En términos generales, la novelista, poeta, dramaturga y teórica española Ana Merino Norverto opina que la tardanza de uno genera una espiral de tiempo perdido en los demás; y yo añado: tiempo que no se recupera puede afectar importantes planes o contratos.

Hay formas de actuar que se han perdido, sobre todo, en los últimos tres años; y es preciso renovar o rescatar valores perdidos, según el caso. Lo que se permite por algún tiempo se torna práctica, hábito, costumbre; y como dice la canción de Juan Gabriel, la costumbre es más fuerte que el amor. Un imponente reto queda por delante, en el que, como la profe Juana María, cada cual debe asumir su pedacito de problema, y resolverlo.

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