Radiografía de la fatalidad

Liudmila Peña | Marieta Cabrera | Mariana Camejo | Lys Alfonso | Dariel Pradas | Mario Bermello

Tercera parte del reportaje Tragedia en el Saratoga: Mientras la Noble Habana llora


El estruendo la sobresaltó. Sin saber por qué, pensó que habían estallado los cristales del lobby. En medio del desconcierto, llamó a voces al jefe de Servicios. Juan Carlos Ruz Zubirí bajó las escaleras y corrió al encuentro de la muchacha temblorosa. Revisó el estado de las puertas, los cristales y los alrededores de la planta baja. La alarma no guardaba relación con el hotel Parque Central. Sin embargo, no tuvo tiempo para respirar aliviado: al mirar hacia afuera, distinguió una muchedumbre que corría en dirección opuesta a ellos. No pudo mantenerse impasible y salió al corredor.

Del otro lado de la calle, oyó a un hombre vocear a otro:

—¡Compadre, dicen que estalló el teatro Martí!

Él corrió también. Tres cuadras más arriba, entre la confusión de la multitud, el polvo y el humo, observó impactado las ruinas de lo que, apenas unos minutos antes, era el lujoso hotel Saratoga. La gente se agolpaba en los alrededores, algunas personas preguntaban, otras intentaban ayudar, mientras los miembros del Comando 1 del Cuerpo de Bomberos sacaban a los primeros heridos y los enviaban hacia los hospitales cercanos.

Con todos los sentidos alertas, el teniente coronel Alexander Santillano y sus hombres del Comando I vieron el pánico en los rostros de los niños de la escuela primaria Concepción Arenal mientras los evacuaban: algunos sangraban y uno de ellos parecía tener fracturado un brazo.

Minutos después, otra amenaza movilizó al jefe del comando: salía humo negro de dentro del hotel. Dirigió el camión autocisterna en dirección a la calle Prado y desde ese lado observó las llamas. No había dudas: había que extinguir el fuego.

Santillano se movía entre sus hombres con agilidad, dirigiendo las acciones combinadas de evacuación y extinción del incendio, cuando llegó el jefe del Cuerpo de Bomberos de La Habana, teniente coronel Luis Ernesto de la Paz Arias. Intercambiaron información mientras las fuerzas de rescate exploraban el terreno para determinar la presencia de personas atrapadas.

De la Paz vio que la fachada había colapsado. Los escombros llenaban la calle y una buena cantidad había caído encima de camión cisterna que suministraba el gas por la calle Dragones en el momento del accidente.

“Esa pipa tenía salidero y, además, había una parte de la fachada del quinto piso que no se había desprendido, pero estaba colgando”, cuenta el jefe del Cuerpo de Bomberos de La Habana. “Si se caía, podía ocasionar otra explosión o un incendio más peligroso, pues la pipa todavía tenía gas”.

En siete sectores dividieron el área del hotel, desde la azotea hasta el último piso, para organizar la búsqueda de posibles sobrevivientes o los cuerpos de los fallecidos. Las operaciones no se interrumpieron durante los seis días que demoraron en encontrar a la última víctima. Para lograrlo, resultaron esenciales la conjunción de diversos métodos y técnicas, además de la información brindada por los trabajadores del Saratoga.

 Un dron que sobrevoló el interior del hotel, muy cerca de lo que podía ser el mezanine, arrojó un nuevo indicio: había unos zapatos encima de una de las lomas de escombros. La búsqueda se intensificó en esa área. Después de abrir caminos seguros, un grupo de rescate y salvamento entró con sus perros, que hicieron el marcaje exacto. Justo debajo de aquel punto hallaron los cuerpos de dos mujeres y un hombre.

“Antes de encontrar a la última persona desaparecida, existía mucha incertidumbre. La tensión iba aumentando. Pero fuimos capaces de sobreponernos y…”, dice De la Paz, pero un acceso de tos le impide terminar la frase. “Esto es del polvo del Saratoga. La cantidad de escombros y los productos de limpieza reaccionaron con el agua y desprendieron sustancias tóxicas”.

Deterioro desde el sótano

La construcción del edificio original data de 1880 y fue concebido para viviendas, almacenes y casa de huéspedes. En 1933 se trasladó hacia allí el Saratoga, que se encontraba en la calle Monte.

La propuesta de construir en ese lugar un hotel boutique con una empresa mixta, llegó en 1996 a manos de la arquitecta Tatiana Fernández de los Santos, entonces al frente de la dirección de proyectos de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHC). Entre las primeras acciones estuvo el diagnóstico del edificio, del cual se derivó la decisión de demolerlo, por las precarias condiciones en que se encontraba. Solo se conservó la fachada, a solicitud de la Comisión Provincial de Monumentos.

Para ello, refiere la experta, el ingeniero Roberto Paredes diseñó una estructura (arriostre) que, de manera articulada, sujetaba la fachada sin tributarle peso. El objetivo era evitar cualquier fallo vertical u horizontal que condujera a un derrumbe.

“El resto de la estructura se hizo de hormigón armado y totalmente nuevo”, explica Fernández de los Santos, quien hoy es la directora de proyectos de la empresa filial Restaura, de la OHC. “Allí hicimos un sótano, donde se construyó una cisterna para abastecer al hotel con su propia agua, y un subsótano, donde estaban la cocina y locales técnicos”.

La arquitecta no ha entrado allí luego del accidente, pero ha visto los daños en fotografías: “Se aprecia un deterioro muy grande de la estructura que viene desde el sótano. Todo parece indicar que la explosión ocurrió entre ese sitio y la planta baja”.

Si fue allí y, si de verdad había una fisura, dice, el gas se debió acumular en los espacios libres y amplios del sótano.

Las acciones iniciadas en el hotel en 1997 culminaron dos años después, mas no fue hasta 2005 cuando se inauguró. Ella cuenta que, como demoró tanto, pasó por dos proyectos de mecánica:

“El primero tenía una bala de gas soterrada. Al ponerse en marcha el hotel, los bomberos y la Agencia de Protección Contra Incendios (APCI) lo vetaron: había que dar soluciones expuestas. Por eso hubo otro proyecto con las balas en cubierta. Ambas estuvieron a cargo del mismo ingeniero mecánico”.

BOHEMIA quiso profundizar más en la actualidad de estos datos, sin embargo no obtuvo respuestas a sus interrogantes de parte de la Empresa Cubana de Gas y del Grupo de Turismo Gaviota S.A., propietario del hotel Saratoga.

“Accidente mayor”

Juan Carlos Ruz Zubirí conocía a algunas de las víctimas del trágico 6 de mayo. Trabajar en hoteles cercanos los hacía coincidir a menudo. Uno de ellos era Orlando Vargas Bring, de la Empresa Cubana de Gas. No olvida las veces en que les llevó café, a él y a su compañero, mientras ajustaban detalles antes de comenzar el llenado de la bala de gas del hotel Parque Central.

Aún conmocionado, el jefe de Servicios de esa instalación hotelera asegura que los protocolos para realizar el despacho del gas son muy rigurosos y explica cómo funcionan, según su experiencia de más de once años atendiendo esa actividad:  

“Desde la empresa siempre avisan con tiempo cuándo van a mandar el camión. Destapan el registro, lo revisan y verifican que el ‘perro’ que aprieta el cable de tierra esté bien ajustado; y unen la tenaza a la tierra física, por si hay electricidad estática. Luego conectan la manguera en la válvula, se queda uno en el camión y el otro sube hasta donde está la bala.

“Allí revisa que la válvula de escape esté cerrada y que funcione el extractor de gas automático; mide la posición de la aguja del reloj de la bala para saber el porcentaje de llenado, y llama por teléfono al hombre que está en el camión para avisarle que puede bombear el gas. Solo cuando se llena hasta cierta cantidad, él baja”.

Ruz Zubirí es ingeniero civil, con experiencia en la instalación de sistemas de gas en grandes obras. Esa formación y el conocimiento de su labor actual, le permiten explicar algunas de las precauciones que se tienen con las balas de gas en edificaciones como el hotel donde trabaja: deben estar situadas en el último piso y protegidas con una pared de tímpano (de hormigón, completamente reforzada con acero), fundamentalmente sin cubierta.

En Parque Central la toma de gas está en la acera. Esta lleva una tapa, que tiene su válvula de presión y un cheque. La tubería sale hacia un patinejo (que es un espacio cerrado, de hormigón reforzado con acero) por el cual sube y va directamente a la bala.

El ingeniero declara que por ese mismo patinejo baja otra tubería que alimenta de gas a las diferentes cocinas de la instalación. Cada una de las tres entradas tiene un registro con una válvula y un sensor que, en caso de un escape, hace sonar la alarma del sistema automático de detección contra incendios.

 “Cuando se activa la alarma, se enciende un extractor situado en la parte superior del patinejo para absorber el escape, pues el gas licuado del petróleo (GLP), en vez de subir, baja”, dice.

Respecto al hotel Saratoga, añade que “conociendo el protocolo de Cubana del Gas y cómo trabajaban los compañeros que fallecieron, dudo que no hayan cumplido con esa metodología”.

Según el doctor Juan José Camejo Giniebra, profesor de la Facultad de Ingeniería Química de la Cujae, especialista en Seguridad de Procesos Industriales, Corrosión y Protección Anticorrosiva, el siniestro en el hotel Saratoga califica como “accidente mayor”, porque consistió en el escape de GLP desde una tubería o manguera, a partir de lo cual se formó una nube de gas inflamable que se acumuló en el interior del hotel.

Posteriormente surgió una fuente de ignición y se produjo la combustión en forma de explosión o detonación. El profesor, integrante del Grupo de Estudios de Riesgos de Desastres (Gredes) de la Cujae, un accidente mayor es cualquier suceso como el derrame de líquidos o escape de gases inflamables o tóxicos, incendio o explosión, resultado del desarrollo incontrolado de un proceso en el que están implicadas una o más sustancias peligrosas debido a su alta inflamabilidad, y que representa un riesgo inmediato o diferido.

“El desarrollo incontrolado de un proceso puede deberse a varias razones: las averías de recipientes o tuberías; la explosión por calentamiento externo de los recipientes o tuberías que contienen el gas; o por una mala operación”.

Acertar con la verdad ahora queda en manos de las investigaciones periciales que están en curso.

Cuarta parte:

Explosiones de gas: ¿una epidemia social?

Comparte en redes sociales:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Te Recomendamos