La edición 44 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, del 8 al 17 de diciembre, nos motiva a seguir pensando en la vigencia de los clásicos y en el arte de los creadores actuales, todos son contemporáneos
Es imposible olvidar ese personaje que desde la gran pantalla cinematográfica conmociona, nutre los recuerdos y el presente sin obstáculos temporales o de otro tipo.
¿Ahora mismo reflexionas sobre uno de tus elegidos? ¿Has sentido la necesidad de verlo y disfrutarlo en el medio televisual? Desde hace mucho las tecnologías lo permiten.
Ha creado el lenguaje del séptimo arte una serie de relatos y personajes de permanencia definitiva en la intimidad del alma, pues alumbran la conciencia y aportan nuevas interrogantes como solo lo consigue el arte.
Su trascendencia indagatoria más que un oasis de paz es una señal de activos códigos y mensajes.
Pensemos, el arte existe, al menos, desde tres razones suficientes: atendiendo a la intencionalidad del artista, al consenso, los circuitos de legitimación y a las convenciones contextuales que se establecen.
Por ejemplo, ¿cómo olvidar la Lucía de Eslinda Núñez? Ahora, ella, la primera actriz, Premio Nacional de Cine, tiene presentes la intensidad de conflictos desplegados mediante la dirección de un maestro inolvidable, Humberto Solás.
Todo este desandar en los ámbitos del recuerdo pretende reclamar volver a ver en la TV clásicos de todos los tiempos. La cercanía de la edición 44 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, del 8 al 17 de diciembre, en La Habana, puede impulsar esta idea. Las nuevas generaciones tienen el derecho de conocer las riquezas cinematográficas de nuestro continente y las producidas allende los mares.
El escenario fílmico del siglo XXI se transformó debido a la avalancha de nuevos medios o experiencias interactivas que satisfacen las necesidades comunicativas y de entretenimiento, no obstante, los clásicos continúan siendo referentes imprescindibles, lejos de pertenecer al pasado, hoy comunican ideas, pensamientos, sueños, angustias lacerantes, alegrías: En fin, complejidades de la vida misma.
Para concretarlo en la práctica, guionistas y realizadores deben ser conscientes de una certeza inviolable: el guion determina la estructura y la dinámica interna de la puesta, se nutre o empobrece en el proceso de promiscuidad creativa, a ella aportan todos los miembros del equipo: productores, fotógrafos, actores, actrices, sonidistas, editores, cada especialista participante en el acto de hacer.
Seleccionar lo mejor de la producción cinematográfica del mundo para llevarla a nuestra televisión es un desafío enorme, el cual no compete solo al deber ser sino a lo que se puede hacer. No obstante, en los últimos tiempos se han transmitido diferentes maneras de amar y ver el mundo, relatar historias, compartir angustias, tensiones, soledades, violencias infinitas.
Dichas provocaciones lideran en la estética de artistas relevantes: Víctor Gaviria, Adolfo Aristarain, Matías Bize, Francisco Lombardi, Anahí Bernen, Marcela Said, entre otros. Para ellos, llegar a la fibra humana significa desplegar universos plenos de fuerza y sugerencias.
En lugar de seleccionar un filme para adentrarnos en su entramado, les proponemos reflexionar sobre el cine como concepto que no es complaciente y hace meditar sobre nuestros hijos, las preocupaciones de mi madre, de mi padre, de mi familia.
Reconocernos en los clásicos y en “lo nuevo” presentes en las cinematografías de otros países remite a miradas plurales que pueden promover energías liberadoras desde la condición artística, la cual abre horizontes, emancipa de lastres antiguos, incluso en ese proceso tal vez surgen más de una interrogante: ¿cómo puedo ser mejor ser humano? ¿es posible conquistar la felicidad a pesar de las carencias materiales?
En ocasiones, poner en juego las expectativas de los públicos emocionados, ha sido un leitmotiv en el diseño de escenas que definen el curso de una trama, quitan máscaras invisibles, denuncian la falsedad, la traición.
Interpretar la dramaturgia, los valores éticos y estéticos de una puesta no se resume con la posición impresionista de me gusta o no me gusta, es preciso el ver aguzado. Nunca olvidemos, las transformaciones de lo simbólico y la producción de sentido motivan establecer relaciones gustosas y, a la vez, participativas.
Por esto hay que aprovechar el buen cine de todas partes. Es significativo el impacto de la televisión, su capacidad para persuadir mediante relatos e imágenes, susceptibles de acercarnos a conflictos y preocupaciones, a partir de la intencionalidad de los implicados en la labor colectiva.
Ciertamente, lo imaginado debe convencer en cualquier soporte, es decir, tiene que ser verdadero. Trasladar auténticas vidas ficcionales al cine requiere defender la ilusión de verdad, aunque nunca haya ocurrido, pero puede suceder, esta posibilidad alerta, hay que escucharla.