Foto./ Jorge Luis Sánchez Rivera.
Foto./ Jorge Luis Sánchez Rivera.

Regreso a la infancia

Además de su función lúdica, los juguetes pueden atesorarse como un preciado bien familiar. En La Habana, Japón venera a niñas y muñecas


Caminaba entre objetos diversos: abanicos, máscaras, pequeños retablos de teatro… y, aunque llamaban mi atención, no lograba concentrarme en la observación. Buscaba otra cosa. De repente la vi; allí estaba mi muñeca, muy parecida a la que papá me dio cuando tenía 11 años, traída en uno de esos, sus muchos viajes, mientras fue embajador en Vietnam. Al dármela, aclaró: “Se llama Hina”. Ante esta nueva aparición, comencé a recordar la frustración sentida frente a la advertencia materna: “No es para jugar”. Y con la rabia de todo niño en semejante situación me le encaré: “¿Entonces para qué sirve?”. “Ya verás”, me dijo, y sonriente me besó.

Descorazonada, la coloqué en la repisa, hasta que un día decidí reconciliarme con tan inútil regalo, comenzándolo a detallar: su singular ropa roja –que supe se llama kimono–, su largo pelo recogido, sus pequeñísimas manos y pies, su postura tranquila, sosegada. Y sí, de veras me gustó. Poco a poco comencé a hablarle con ternura. Mucho tiempo después, papá, materialista convencido, me confesó que me la había traído porque en Japón se le considera amuleto para velar por la felicidad y el crecimiento sano. Sépase que en 1974 estaba atravesando en Hanói la convalecencia de un accidente doméstico que puso en serio peligro mi vida.

Conociendo su significado, en el llamado Período Especial se la obsequié a una amiga cuya hija tenía una salud precaria. A pesar de saber al dedillo el efecto sanador de la medicina, quiero creer que mi Hina hizo lo suyo. De modo que, cuando en marzo de 2024 la Embajada de Japón en Cuba me cursó una invitación para asistir a la muestra por la Cultura Japonesa en la Biblioteca Nacional José Martí, decidí intentar volver a un pedazo de mi niñez, segura de que allí iba a haber también una exhibición de muñecas, porque en el archipiélago del Sol Naciente, además de valor utilitario, tienen un enorme simbolismo.

Foto./ Jorge Luis Sánchez Rivera.

Festividad muy especial

El consejero Yokobayashi Naoki con cordiales palabras dio la bienvenida a una muestra dedicada al Hina Matsuri, conocido como Día de las Muñecas o Día de las Niñas. Para esta ocasión habanera se colocó, similar a como hacen los japoneses, una especie de altar de varios “pisos” cubiertos con alfombra roja, en el que se ubican hasta 15 muñecas ornamentales del tipo Hina, con el traje habitual de la corte del período Heian. No solo son pequeñas mujercitas; hay guerreros, héroes, hadas, dioses y hasta demonios, contra los cuales debe protegerse la familia y, muy especialmente, la descendencia menuda. (1)

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La festividad se celebra el 3 de marzo de cada año, siendo uno de los cinco festivales estacionales de ese país. Hay quien le dice “Fiesta del melocotón”, pues dicha fruta se asocia al sexo femenino. En las guías turísticas se promociona el más famoso, que tiene lugar en la urbe costera de Katsuura. Lo increíble es que exhiben hasta 30 000 de estas muñecas. Sin embargo, el más impresionante evento con tales pautas se lleva a cabo en Kioto, sobresaliendo por la profusión de altares: en cada rincón, en cada patio. Las mujeres acuden en masa en busca de fertilidad, un exitoso trabajo de parto o buenos augurios para la pequeña que viene en camino.

Tradición y actualidad

Está recogido por la historiografía que el período de mayor producción en Japón data de la época Edo, donde la muñeca tradicional llegó a ser sumamente requerida por todas las clases sociales y géneros. Hay disímiles para jugar: Las “Ichimatsu” encarnan a niñas o niños en sus proporciones correctas, con piel de color carne y ojos de vidrio. Empero, si se desea imitar a mamá, nada mejor que los “Gosho”, con apariencia de bebé, hembras o varones, de proverbial factura, digna de los excelentes artesanos que suelen ser los japoneses.

Tampoco pueden faltar las “Kokeshi”, la más rústica y elemental. Un estudio sobre el arte japonés la identificó como una “auténtica exultación del minimalismo”. Oriunda de Tonuko, está hecha de madera, lo cual la dota de gran durabilidad. Solo tiene tronco y una sobresaliente cabeza redondeada. Con líneas sencillas definitorias se pintan los rasgos del rostro. Su cuerpo se ornamenta con motivos florales o geométricos. Una característica la distingue: carece de brazos y piernas. En su borde inferior el creador estampa su firma.

Como explicamos, sin duda la Hina, aunque ahora ornamental, es la más distinguida y codiciada; muchas imitan a emperadores y emperatrices, llevando en sus manos cestas, sables y abalorios disimiles… Para una exquisita representación de la realidad a algunas creaciones se les añade cabello humano. La “clásica” tiene en su cuerpo varias capas de textiles, relleno de paja o virutas. Preciada presencia que pasa de generación en generación como resguardo a lo que en Cuba llamamos “mal de ojo”.

Foto./ Jorge Luis Sánchez Rivera.

Tendencias actuales

Como en todas las latitudes, la muñeca Barbie arrasa en los comercios. En Japón adquiere la peculiaridad de los lugareños luciendo sus trajes originales, como sus aclamados cantantes de rock o como estrellas del Manga (animados). Récords de venta es aquella que porta un extraordinario kimono rojo, estampado con flores típicas, mientras su negro cabello está atado con una cinta. Otros juguetes se han ido introduciendo también en el hasta hace unas décadas cerrado mercado japonés. Ahora se imponen los conocidos rompecabezas y el Pokemón, como juegos de mesa. Un factor decisivo para esta extensión y tendencia hay que hallarlo en el aislamiento que provocó la covid-19 y un mayor tiempo en familia.

Foto./ Jorge Luis Sánchez Rivera.

Al margen de la inevitable penetración de lo foráneo, “mi” Hina sigue ocupando un lugar central en el hogar. Apremiados por resguardos celestiales, los padres angustiados y ansiosos de que su prole crezca sana y salva la adquieren desafiando los rigurosos exámenes de la ciencia. Deseosos de que se abra una ventana al sosiego espiritual y a la salud, la regalan. Y lo principal: le dará compañía a la niña o niño para devenir en la adultez un invaluable “regreso” a lo feliz que se fue.

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