Santiago Álvarez, un cineasta extraordinario

Como referente y figura esencial de la cultura cubana aportó ideas, pensamientos, valores, y una comprometida obra documental de notable excelencia formativa, estética, que las mayorías deben conocer e interpretar


Estas imágenes y su silencio parlante revitalizan la memoria de un quehacer que trascendió a otros continentes. Hoy son parte de ese legado siempre presente cuando se cuenta la historia del Noticiero Icaic Latinoamericano y de una filmografía diversa por sus contenidos y puntos de vista, exquisita en el aspecto estético debido a lo original de su poética.

Tales aportes pertenecen al maestro Santiago Álvarez (1919-1998), un referente en activo, pues dialoga con públicos de diferentes edades; no por azar mereció el apelativo de cronista del tercer mundo. Demostró cómo la Revolución Cubana, desde los inicios, ha sido parte de un importante movimiento de luchas emancipadoras. Su obra visibilizó acontecimientos disímiles, entre ellos las heroicas batallas del pueblo vietnamita, las acciones de la guerrilla en el Congo y los abusos contra los negros en Estados Unidos.

Con Fidel y Alfredo Guevara mantuvo una rica comunicación.

Hace algunas horas concluyó en Santiago de Cuba la edición 20 del Festival Internacional de documentales que privilegia su huella imperecedera y motivó estas reflexiones sobre las ideas, el pensamiento, y las experiencias de quien supo ser un cineasta extraordinario.

Revisitar sus noticieros produce disfrutes gozosos. Cautivan la intencionalidad en el uso de la imagen, la sugerente dinámica del montaje, el concepto fotográfico, el bien pensado diseño de la banda sonora.

Santiago creó un mensaje revolucionario con arte en la estructura de sus relatos y, a la vez, supo enfrentar la propaganda enemiga dominada por los grandes medios estadounidenses de comunicación y su industria cultural. De manera sabia, inteligente, sensible, contribuyó al proceso formativo de un nuevo tipo de espectador; nutrió de valores e ideales la concepción y el tratamiento de las noticias, las cuales sustentaron una sólida contrapartida informativa y cultural ante los estereotipos y prejuicios sociales impuestos por los modelos norteamericanos en el universo mediático.

Consideraba que el cine, en tanto imagen y sonido, brinda múltiples posibilidades de expresión extraverbal. Para él, fue esencial el uso del silencio dramático en momentos cruciales de las historias o como punto de partida al recrear un universo sonoro amplio. Ambas concepciones dramatúrgicas están presentes en las puestas contemporáneas, pero, sin duda, la sintaxis particular que desplegó en noticieros y documentales privilegia la relación imagen-sonido con un fuerte valor simbólico. De esta riqueza dan fe materiales de notable valía, por ejemplo, Ciclón y El Benny, ambos de 1963, Now (1965), Hasta la victoria siempre (1967).

Santiago Álvarez disfrutó el proceso creativo de cada puesta.

Imposible olvidar las reflexiones que Santiago Álvarez hizo a BOHEMIA a mediados de los años 90. Explicó de manera sencilla y convincente por qué seleccionó el documental como medio y estilo cinematográfico: “Tengo algo de aventurero en mi interior, me apasiona vivir la realidad con la que trabajo. Para hacer una película documental es preciso ir al lugar donde se produce el hecho en el momento preciso y ahí recoger elementos que me sirven para estructurar el relato. Ninguno de mis trabajos se parece, siempre busco un estilo, una manera diferente de decir, conjugo la política y el arte de una forma comunicativa, uso todas las posibilidades imaginativas, busco algo extraordinario dentro de lo más ordinario”.

En su batallar defendió la conquista de un perfil de notable expresividad discursiva. Cubano raigal y lector incansable de Alejo Carpentier, Nicolás Guillén y José Martí, aprovechó cada enseñanza de manera natural. Necesitaba estar informado y descubrir por sí mismo la inmensidad de lo profundo en el ser humano. Le gustaba otorgarle nuevas luces a lo que las personas miraban y apenas podían percibir en su magnitud humanista.

Una, otra vez, hay que seguir las huellas de Santiago Álvarez para comprender e interpretar las particularidades de su documentalística, identificada con preceptos y proyecciones bien definidos desde la creación del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos el 24 de marzo de 1959. El derrumbe de viejos paradigmas y la refundación de la cultura nacional ganaron terreno dentro del nuevo contexto creativo cubano y lo revolucionaron profundamente. Lo patentizó el maestro inspirador de esta evocación que invita a seguir estudiando el ser y el quehacer de un cineasta extraordinario.


CRÉDITOS

    Fotos Cortesía del Icaic

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