Sobredosis de euforia

Quien afirme que la serie Euphoria (2019) es una romantización de las drogas, no ha entendido nada. No estamos en presencia de simples historias de drogadictos, sexo y desamor. Por el contrario, el audiovisual tiene un palpable discurso sobre la destrucción que genera la adicción a los estupefacientes, entre otras cuestiones transversales a la etapa de la adolescencia.

El personaje de Alí –padrino de la protagonista en Narcóticos Anónimos– lo resume de la mejor manera en el capítulo especial de la primera temporada:

“La parte más difícil de la enfermedad de la adicción, aparte de la enfermedad en sí, es que nadie en el mundo la ve como una enfermedad. Te ven como egoísta, débil y cruel. Te ven como destructiva y piensan: ¿por qué me va a importar ella, si a ella no le importa ella misma ni nadie más?”.

La historia de Rue (Zendaya) guía la serie. A sus 17 años, ya ha vivido en carne propia el horror de la sobredosis y una rehabilitación que no logra mantenerla limpia al salir. La pérdida de su padre, su desinterés por la vida y los altibajos en el amor serán las justificaciones para recaer.

A esta trama principal se suman otros relatos, igual de complejos y verosímiles, encarnados por personajes muy bien construidos. Como la vida misma, cada uno de ellos evoluciona en el transcurso de la serie y reaccionan ante determinadas situaciones según sus características y presiones grupales.

A pesar de las acertadas interpretaciones masculinas, las mujeres tienen una fuerte presencia en la serie. Jules (Hunter Schafer) desde temprana edad lidiaba con episodios de depresión y autolesiones hasta que comienza a transicionar* a los 13 años y explora su sexualidad con hombres casados. Kat (Barbie Ferreira) busca aceptación en un mundo donde los estándares de belleza son crueles y sus libras de más no encuentran espacio, a no ser en la virtualidad, descubriendo también lo agresivo y diverso de las redes sociales.

Cassie (Sydney Sweeney) es una chica emocionalmente insegura, proviene de una familia disfuncional y tiene que enfrentarse a los rumores en la escuela sobre un video sexual suyo filtrado por un examante.

 

En esta propuesta de HBO es recurrente la relación tóxica y violenta entre Maddy (Alexa Demie) y Nate (Jacob Elordi), y finalmente, la sorpresa de Lexi, una joven perfecta que mantiene su papel de observadora hasta que, con una representación teatral, desencadena los sucesos al final de la segunda temporada.

Ningún personaje queda desnivelado en el guion de Sam Levinson. Todo está artesanalmente insertado dentro del relato macro: los sentimientos de abandono y desconfianza de una generación cautiva de la era digital, las drogas, la presión social, la pornografía, el machismo y la violencia.

Estas historias personales son contadas desde matices conmovedores, bruscos y hasta divertidos. El toque de humor permite suavizar la tensión en algunas escenas y preparar al espectador para un golpe emocional en la próxima. Coquetea a veces con las características de un drama escolar para recordarnos precisamente que no lo es. Su director (Sam Levinson) se inspiró en una miniserie israelí ambientada en los años 90 y en su propia lucha contra las adicciones para crear una obra que apuesta por lo visual y lo estético.

Maquillaje y vestuario armonizan con la imaginación de los personajes y sus delirios por construir un mundo de acuerdo a sus gustos y reclamos personales: aires góticos, tonos dorados, cristales y destellos multicolores contrastan la imaginación con la realidad de estos adolescentes.

La fotografía es otro de los aciertos. El cuidado de los planos secuencias y la selección de locaciones transmiten la sensación de experimentar los destinos y emociones de los personajes. La iluminación, los colores neón y la oscuridad en su justa medida, aportan balance para lograr una propuesta de calidad.

Sin duda, la banda sonora tiene un espacio protagónico en la narrativa. Los temas originales pertenecen al cantante y productor británico Timothy Lee McKenzie, más conocido como Labrinth. Electrónica, hip-hop, gospel, jungle se insertan dentro de la serie con altísimo nivel para marcar el ritmo musical de una generación. Desde la cantante española Rosalía junto a Billie Eilish, hasta 2Pac, pasando por Depeche Mode, Lenny Kravitz y Selena, la música es otra vía para la comunicación. A veces esquizofrénica, melancólica, absurda o reposada, de acuerdo con la trama.

En lo particular, los guiños de la serie fueron la cereza del pastel. El guerrero imaginario en la habitación de Kat al estilo Juego de Tronos en una versión de la escena de Khal Drogo y Daenerys, o la seña a los personajes de The Wire (la gran serie de David Simon), entre muchas otras, evocan la nostalgia de una parte de la audiencia y despiertan el interés de la otra.

 

Dentro de estas referencias, es llamativa en la recién concluida segunda temporada la reinterpretación que hacen Jules y Rue de pinturas (Frida Khalo, Sandro Boticelli, René Margritte), escenas de películas (Titanic, Secreto en la Montaña, Ghost: la sombra del amor, Blancanieves) y fotografías (Yoko Ono y John Lennon) a través de las cuales expresan su amor hacia la otra.

Merece todos los aplausos la actuación de Zendaya, que también es productora ejecutiva de esta serie y ganadora de un Emmy a Mejor Actriz (la más joven en alcanzarlo). Euphoria marcó un punto de inflexión en la carrera de la artista, quien demostró ser mucho más que una chica Disney.

Los padres pueden horrorizarse al ver una propuesta como Euphoria: oscura, desgarradora, explícita, y tal vez crean que exagera. Esos excesos son parte del dramatizado y de la intención de autor, pero la reacción no debe ser oídos –y vista– sordos a un fenómeno con el que se identifican varias generaciones, sobre todo, adolescentes.

No es casual que cada episodio cuente con alrededor de 13 millones de espectadores, lo que la hace muy cercana en vistas al megaéxito de HBO Juego de Tronos. Puede ser una oportunidad para debatir temas complejos a los que la mayoría, con experiencias más o menos cercanas, debió exponerse alguna vez.

Es una serie incómoda, lo repito, pero en medio de la opresión que experimentamos al ponernos en la piel de los personajes, también hay una brisa de alegría juvenil que refresca y anuncia que la función ha terminado (hasta la próxima temporada).

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*Transicionar: hacer la transición desde el género correspondiente al sexo biológico hacia la identidad de género sentida. (Real Academia Española).

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