Foto. / Leyva Benítez
Foto. / Leyva Benítez

“Soy una mujer bohemia de amor profundo”

En exclusiva con BOHEMIA, Osdalgia Lesmes comparte recuerdos, aspiraciones y, entre otros temas, reflexiona sobre la trascendencia de la música cubana sin límites de fronteras


Desde el escenario suele irradiar gozos plenos de pasión e intimidad. Al parecer, ningún género le es ajeno. Demuestra conocer raigambres y renovaciones. La distingue su cálido sentido interpretativo. Degusta palabras, melodías, piezas clásicas arraigadas en la conciencia. ¿Cuál es el secreto? Osdalgia Lesmes sonríe sin artificios y confiesa: “Disfruto la música”.

En el fonograma La cumbanchera disfrutó el regreso a la música bailable. / Leyva Benítez

Lo patentiza en fonogramas, conciertos, videoclips, proyectos culturales y artísticos. Esa energía emerge de nuestra conversación en su hogar donde dialogamos sobre diversas fuerzas creativas inmanentes. Todas las motivaciones describen ímpetus de una artista versátil, imaginativa, franca. “Siempre empeñada en defender la cubanía, lo caribeño y lo latinoamericano”, precisa.

Tal plenitud motiva el retorno a vivencias inolvidables. Le satisface reconocer: “He tenido oportunidades de aprender junto a muchas personas. Soy oriunda del barrio habanero Jesús María. Mi tía Luisa María Lesmes fue actriz y corista del Teatro Musical de La Habana. También trabaja desde hace años en el Teatro Nacional de Guiñol. Con ella pude conocer la valía, las ideas y el pensamiento de tantos artistas”.

Apenas hace una pausa. Intenta ese viaje de vuelta poco transitado debido al dinamismo cotidiano. “Más tarde estudié actuación, dirección teatral, características del cabaret y de otros medios. En mí influyó José Luis Cortés, flautista, productor musical y director de la orquesta NG La Banda. Fue un maestro excepcional. Con el apoyo del Instituto Cubano de la Música y del Ministerio de Cultura dirigió una escuela para jóvenes cantantes de música popular cubana. También otras figuras me iluminaron: el coreógrafo Santiago Alfonso, las cantantes Isabel Íñigo y Elena Burke. La farándula no duerme. Por esos aprendizajes estoy despierta”.

En silencio dialoga con la guitarra. / Leyva Benítez

Una, otra vez, Osdalgia desata sensaciones infinitas. La estimulan poderes intangibles desde el alma. Se mantiene presta a la escucha de afanes indagatorios. Propuso y creó dos proyectos: Bohemia Mía Filin Festival y la Ruta del filin. “Con el primero rendimos homenaje al compositor y guitarrista José Antonio Méndez en junio de 2021 por el aniversario de su nacimiento. El segundo tiene lugar en centros de Artex situados en el bulevar de San Rafael del municipio Centro Habana. Además, incluye hoteles, el restaurante Monseigneur, instituciones del Ministerio de Cultura y del Instituto Cubano de la Música.

“Cuando el cantante tiene filin asume un estilo de comunicación y el sentimiento está presente en músicas y textos. Rendimos homenaje al movimiento nacido durante los años 40 del siglo pasado”.

Apenas descansa, cultiva el placer de la conquista de nuevos sueños. Fue protagonista del concierto Clásicos, acompañada por la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico que dirigió el maestro Karlos Flores en la sala de Bellas Artes en ese país. Los arreglos estuvieron a cargo del maestro Ito Serrano. Le satisface rememorar la posterior presentación de la propuesta en el Teatro Nacional de Cuba junto a la Orquesta Sinfónica Nacional bajo la dirección del maestro Enrique Pérez Mesa. Ha sido portadora de nuestros ritmos en varias naciones. Diversos registros sonoros testimonian la impronta del avance en el descubrimiento de sí misma.

Habla entusiasmada del disco La Cumbanchera. “Lo realicé con la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales, Egrem. Quería regresar a la música bailable después de los fonogramas La Culebra (1999), Mi armonía (2001) y Suenan los cueros (2005). La cumbancha es una expresión cubana, transmite alegría. Incluyo temas de mi autoría y algunos procedentes de ricas antologías nacional e internacional de las décadas 60, 70 y 80.

Testimonios, fotos y canciones enriquecen su libro pendiente de publicación. / Leyva Benítez

“Imposible omitir los aportes del notable pianista Roberto Carcassés y del maestro Emilio Vega, quien hizo las orquestaciones; tuvo en cuenta un conjunto ampliado y la presencia de varios instrumentos, entre ellos, drums, piano, paila, percusión menor, tambor batá, flauta, violín y coros”.

Cantar le enseña a profundizar en las complejidades de la vida. Tiene los pies sobre la tierra, comparte el silencio y las aspiraciones al acariciar su guitarra. Sin dilación agrega: “He contado sobre los más de 30 años de mi historia profesional en un libro escrito en coautoría junto al periodista Rafael Lam. Incluye canciones, fotos, recuerdos. Espero que vea la luz.

“Lamentablemente, en la música popular existe una tendencia al machismo. Cuando algo no está bien en el sonido dicen: suena a hembrita. Pero si tiene fuerza y es bueno suena a macho. Quienes así se expresan están obviando el arte de destacadas mujeres compositoras e intérpretes y sus aportes al desarrollo musical en Cuba de amplia repercusión internacional.

“Soy una mujer bohemia de amor profundo. Lo prodigo, lo comparto. Ayudo a los más jóvenes. Batallo junto a mis músicos. Es difícil mantener la estabilidad de una agrupación. El filin y la guaracha me alimentan. Si se cierra alguna puerta, busco otras. Lucho para socializar lo valedero, la autenticidad de géneros cubanos que deslumbran a generaciones. Son fuentes de inspiración, los estudio, pues le dan forma a la poética de mis canciones. Lo bueno nunca pasa de moda”.

Sonríe. No acepta el posible adiós en la despedida. Tantas iniciativas pendientes proyectan el regreso a la intimidad de esta artista vital, inquietante, abierta al aprendizaje renovador.

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