
El despacho de Zola
El despacho de Zola Publicado en la edición impresa del 27 de mayo de 1917 Por Luis Monté Quevedo. Los viejos despachos callados cuyos dueños
El despacho de Zola Publicado en la edición impresa del 27 de mayo de 1917 Por Luis Monté Quevedo. Los viejos despachos callados cuyos dueños
La Premio Casa de las Américas 1961 y 1980, y Premio Nacional de Literatura 1988, Dora Alonso, autora de importantes obras para niños y jóvenes, entre otros géneros, fue una asidua colaboradora de BOHEMIA.
Pero sobre esta mesa quedaron además otros signos de trabajos literarios, de amistad, de esa fusionada identidad, de la cual supo él también ser gran maestro, entre cultura y revolución: sobre esta mesa de vidrio quedaron tres libros aparentemente disímiles, pero que a lo mejor hacen parte de un mismo cuerpo, de un mismo sentido: dos ediciones extranjeras de su “Concierto barroco” y de “Peña pobre”, último libro del escritor cubano Cintio Vitier.
Al amanecer del 17 de abril de 1961, el mundo despertó con despachos de última hora emitidos por la Associated Press (AP): “Fuerzas anticastristas invadieron hoy a Cuba por tres puntos y la principal ciudad en el extremo oriental de Cuba, Santiago, puede estar ya en manos de los invasores. Los milicianos de Castro, así como el ejército y la marina, se les han unido”. La United Press International (UPI) no se quedó atrás y reportó, en un cable fechado ese mismo día en Guantánamo, un desembarco mercenario cerca de Santiago de Cuba. Luego transmitiría: “Las fuerzas invasoras han ocupado la ciudad de Pinar del Río, capital de la provincia del mismo nombre. La invasión de las provincias de Matanzas y Santiago (sic) está progresando favorablemente”. En franca emulación con su colega, la AP “informaría” sobre la toma de la Isla de Pinos, mientras la otra agencia se regocijaba: “El primer ministro Fidel Castro se ha dado a la fuga y su hermano Raúl fue capturado. El general (mexicano) Lázaro Cárdenas gestiona el asilo político de Fidel”.
En la vieja calle de Lamparilla, ennoblecida ahora por el nombre de Pedro Pérez, pero aferrada a su antigua denominación con la tenacidad de cuatro siglos, bajo el desconchado alero de una vieja casa ha nacido, y crece, lozano, un jagüey.
Joaquín Rossini, que a la sazón contaba 23 años, pero que a pesar de ello había ya producido varias óperas que gozaban de popularidad, se encontraba entonces en Bolonia abrumado por los obsequios y los favores, que le brindaba aquella sociedad tan culta y galante, tan filarmónica y entusiasta. De modo que Rossini y Murat, eran las dos grandes figuras del momento. Eran la inspiración y el brazo vengador que marchaban juntos. Los dos Joaquines estaban en todos los labios, en todos los pensamientos, en todos los corazones.
Carnaval, llegas hoy como ayer, como en los tiempos paganos y en la edad medieval, con tu cortejo de obligada alegría y ruido que ensordece. Vueleas tu cuerno de oro, donde traes, entre cintas multicolores, policroma lluvia de papel, oropeles, escarcha, joyas de similor, seda de teatral guardarropería, caretas y antifaces para disfrazar (propicio cómplice) todos los rostros y desenmascarar a muchas almas al amparo de la impunidad que brinda tu omnipotencia efímera.
A propósito de lo efímero que fue la vida de los grandes cantantes hasta finalizar el siglo pasado, nos ha movido a evocar un grupo de excelsas cantatrices, quienes solo tuvieron para recordar a la posteridad, lo que fueron, que el pincel y el lápiz de pintores y dibujantes, y el cartel litográfico, y no todas merecieron ese favor, mientras las de hoy tienen, el disco fonográfico, para perpetuar el carácter y pureza de su voz y la fotografía para eternizar sus rasgos fisionómicos.
Deseaba yo tener una entrevista con la mujer de este nombre por haber oído hablar de ella, unas veces con admiración apasionada, otras con desdeñosa ironía. Su reciente llegada a La Habana la constituía un tema de actualidad. No pude averiguar su domicilio: pero se me había indicado que muchas tardes, a la hora del poniente se hallaba en el Malecón, y me hicieron la descripción sumaria de su persona para que pudiese reconocerla.
Fue en una noche vernal, en un jardín constelado de bombillos rojos mientras desfilaban en inacabable sarabanda escenas y paisajes sobre el lienzo cinematográfico, cuando oí por primera vez el ritmo lánguido y voluptuoso que me sedujo con el encanto singular que tienen, siquiera fuera por un instante, las cosas nuevas.
El despacho de Zola Publicado en la edición impresa del 27 de mayo de 1917 Por Luis Monté Quevedo. Los viejos despachos callados cuyos dueños
La Premio Casa de las Américas 1961 y 1980, y Premio Nacional de Literatura 1988, Dora Alonso, autora de importantes obras para niños y jóvenes, entre otros géneros, fue una asidua colaboradora de BOHEMIA.
Pero sobre esta mesa quedaron además otros signos de trabajos literarios, de amistad, de esa fusionada identidad, de la cual supo él también ser gran maestro, entre cultura y revolución: sobre esta mesa de vidrio quedaron tres libros aparentemente disímiles, pero que a lo mejor hacen parte de un mismo cuerpo, de un mismo sentido: dos ediciones extranjeras de su “Concierto barroco” y de “Peña pobre”, último libro del escritor cubano Cintio Vitier.
Al amanecer del 17 de abril de 1961, el mundo despertó con despachos de última hora emitidos por la Associated Press (AP): “Fuerzas anticastristas invadieron hoy a Cuba por tres puntos y la principal ciudad en el extremo oriental de Cuba, Santiago, puede estar ya en manos de los invasores. Los milicianos de Castro, así como el ejército y la marina, se les han unido”. La United Press International (UPI) no se quedó atrás y reportó, en un cable fechado ese mismo día en Guantánamo, un desembarco mercenario cerca de Santiago de Cuba. Luego transmitiría: “Las fuerzas invasoras han ocupado la ciudad de Pinar del Río, capital de la provincia del mismo nombre. La invasión de las provincias de Matanzas y Santiago (sic) está progresando favorablemente”. En franca emulación con su colega, la AP “informaría” sobre la toma de la Isla de Pinos, mientras la otra agencia se regocijaba: “El primer ministro Fidel Castro se ha dado a la fuga y su hermano Raúl fue capturado. El general (mexicano) Lázaro Cárdenas gestiona el asilo político de Fidel”.
En la vieja calle de Lamparilla, ennoblecida ahora por el nombre de Pedro Pérez, pero aferrada a su antigua denominación con la tenacidad de cuatro siglos, bajo el desconchado alero de una vieja casa ha nacido, y crece, lozano, un jagüey.
Joaquín Rossini, que a la sazón contaba 23 años, pero que a pesar de ello había ya producido varias óperas que gozaban de popularidad, se encontraba entonces en Bolonia abrumado por los obsequios y los favores, que le brindaba aquella sociedad tan culta y galante, tan filarmónica y entusiasta. De modo que Rossini y Murat, eran las dos grandes figuras del momento. Eran la inspiración y el brazo vengador que marchaban juntos. Los dos Joaquines estaban en todos los labios, en todos los pensamientos, en todos los corazones.
Carnaval, llegas hoy como ayer, como en los tiempos paganos y en la edad medieval, con tu cortejo de obligada alegría y ruido que ensordece. Vueleas tu cuerno de oro, donde traes, entre cintas multicolores, policroma lluvia de papel, oropeles, escarcha, joyas de similor, seda de teatral guardarropería, caretas y antifaces para disfrazar (propicio cómplice) todos los rostros y desenmascarar a muchas almas al amparo de la impunidad que brinda tu omnipotencia efímera.
A propósito de lo efímero que fue la vida de los grandes cantantes hasta finalizar el siglo pasado, nos ha movido a evocar un grupo de excelsas cantatrices, quienes solo tuvieron para recordar a la posteridad, lo que fueron, que el pincel y el lápiz de pintores y dibujantes, y el cartel litográfico, y no todas merecieron ese favor, mientras las de hoy tienen, el disco fonográfico, para perpetuar el carácter y pureza de su voz y la fotografía para eternizar sus rasgos fisionómicos.
Deseaba yo tener una entrevista con la mujer de este nombre por haber oído hablar de ella, unas veces con admiración apasionada, otras con desdeñosa ironía. Su reciente llegada a La Habana la constituía un tema de actualidad. No pude averiguar su domicilio: pero se me había indicado que muchas tardes, a la hora del poniente se hallaba en el Malecón, y me hicieron la descripción sumaria de su persona para que pudiese reconocerla.
Fue en una noche vernal, en un jardín constelado de bombillos rojos mientras desfilaban en inacabable sarabanda escenas y paisajes sobre el lienzo cinematográfico, cuando oí por primera vez el ritmo lánguido y voluptuoso que me sedujo con el encanto singular que tienen, siquiera fuera por un instante, las cosas nuevas.
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