Todos en la galería de Rita

Tras 42 años de haber iniciado su fecunda existencia artística y cultural (coronados el reciente 14 de junio), la Galería Taller de Escultura Rita Longa Aróstegui, de Las Tunas, es uno de esos espacios que generan conocimiento, placer y orgullo a los artistas y habitantes de la ciudad.

Tal sentimiento no es exclusivo de quienes residen en el también llamado Balcón del Oriente Cubano. Cientos de museos, salas expositivas, esculturas, monumentos y conjuntos escultóricos enorgullecen, asimismo, a personas que viven en distintas partes del archipiélago.

Solo que esta galería tiene la particularidad de conservar una impresionante colección de esculturas en pequeño formato, única de su tipo en el país, constituida y enriquecida sobre la base de donaciones hechas por la vanguardia cubana en esa manifestación de la plástica.

Vista exterior del centro. / Pastor Batista

Según explica Róger Antuña Carreño, director de la institución, la muestra está integrada por más de 200 piezas, cuyo mantenimiento, restauración y conservación descansan en la paciente labor de los cinco especialistas que ahí trabajan, de conjunto con los de Patrimonio.

Parto a muchas manos

La pasión de Rita y el decisivo concurso de creadores como Rafael Ferrero y Armando Echevarría (fallecidos ya), se había logrado rescatar –entiéndase reactivar, salvar– el movimiento escultórico cubano en los años 70 del pasado siglo.

Entonces emergió la genial idea de que todo el que instalara una obra en Las Tunas, fuese del lugar que fuese, llevara, además, una réplica de ella en pequeño formato y la donara para ir conformando, poco a poco, el mencionado muestrario.

Añade Antuña que la celebración de Bienales en esa provincia (no por casualidad conocida como la capital de la escultura cubana) propició un constante enriquecimiento de una colección acuñada por el sello de las más prominentes figuras de esa vertiente, incluida, por supuesto, Rita Longa.

No se trata, sin embargo, de una antología pasiva, engavetada, sin otro fin que el de perdurar como curiosa exclusividad en el tiempo. Nada de eso.

A la permanente exposición de piezas pertenecientes a dicho fondo se suma el modo en que la galería trasciende su propio espacio físico para llegar hasta otras instituciones del sector, escuelas, centros de educación superior, instalaciones de salud…

Marcado interés continúa despertando, a la vez, entre jóvenes que realizan estudios socioculturales, de Historia del Arte u otras especialidades afines, tanto a lo largo de la carrera como durante el período de servicio social.

La Fuente de Las Antillas, obsequio especial de Rita para los tuneros. / Pastor Batista

Erguido contra el tiempo y todo tipo de adversidades, el Proyecto Callejón de la Ceiba, con sede allí, demuestra cómo el arte y la cultura en general pueden adentrarse en el ámbito comunitario, calar en el gusto de personas de todas las edades y atraerlas, sobre todo cuando la organización de cada actividad está signada por una alta dosis de pasión y respeto al barrio, capaz de suplir las mismas carencias materiales que en otras partes se esgrimen a modo de justificación para hacer menos o nada.

Por ello, la institución ha conseguido impulsar talleres en torno al tejido, la muñequería, el modelado en barro o plastilina, la literatura, la técnica del bonsái. Igualmente se inserta en campañas de lucha contra la violencia, la homofobia, el racismo; en la prevención del VIH-SIDA y en otros loables empeños, todo lo cual ha llevado a lauros dentro y fuera del territorio.

Como se conoce, en Las Tunas se erige una de la obras más hermosas y trascendentes de Rita: la Fuente de las Antillas, ubicada precisamente frente a la casita que ella convirtió en taller para, desde allí, estremecer, convocar y reoxigenar a todos los escultores de la nación.

Entre las obras que animan a los habitantes de la ciudad encontramos, además, el Monumento al Trabajo, de José Antonio Díaz Peláez; Caballito, de Sergio Martínez; Lucha Armada y Liberación de los pueblos, ambas de Manuel Chiong; Mestizaje, de Juan Baldía; Nuestros muertos alzando los brazos, de Juan Esnart; Columna taína, de Pedro Vega; Cabezas contrapuestas, de José Antonio Fuentes; el Hacha petaloide, de Herminio Escalona y Trovador campesino, del guantanamero Ángel Íñigo.

Constancia hay del empeño territorial por conservar del mejor modo posible tantas y tan valiosas creaciones, como también hay certeza de que durante todos estos años se pudo haber hecho mucho más, tanto administrativa, como institucional y socialmente.

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Un comentario

  1. Hola, no se si podrán ayudarme, pero hago el intento.
    Tengo entendido que en la ciudad de Sancti Spíritus, en la que otrora fuese la «Clinica del niño», hubo, en la fachada, un Angel de la Guarda, obra de esa maravillosa escultora que fue Rita Longa. Era como un bajo relieve, pero separado de la pared.
    Desgraciadamente, la ignorancia de algunos hizo que lo destruyeron para sustituirlo por una obra del no menos célebre espirituano Felix Madrigal.
    LLevo tiempo tratando de encontrar al menos una foto de la malograda escultura sin éxitos. ¿Me podria ayudar por favor?
    Gracias por anticipado y un fraternal abrazo yayabero.

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