Una novela de insólita belleza

Personajes fuertes, verosímiles y elementos contextualizadores propician meditar sobre la utopía y la amenaza latente de la barbarie en una sociedad futura que todavía es una incógnita


El abordaje de sentimientos disímiles, la violencia cruda, acechante, y mucho por descubrir, parecen ser los desafíos del viaje que propone Hija de nadie mediante un narrador omnisciente devenido personaje sagaz al recrear historias ricas en dramatismo y sutilezas.

¿Por qué interesa de inmediato el relato escrito por Javier Núñez (Rosario, Argentina, 1976)? “Algo” indica que indagará en profundidades de los seres humanos. Ese “algo” puede denotar ambigüedad, de ningún modo. Lleva en sí el misterio de una realidad sugerente, distinta a las conocidas.

Esto hace reflexionar sobre nosotros mismos y los riesgos perennes de la vida, lo cual significa enfrentar realidades ásperas, crueles, antes del arribo a un lugar seguro.

Galardonada con el prestigioso Premio Casa de las Américas (2022), la novela es una especie de wéstern gaucho que revela sensaciones producidas en tiempos, espacios o niveles de realidad distintos.

La totalidad narrativa se logra por un pulso maestro interesado en el despliegue de silencios comunicativos y, a la vez, de alusiones a hechos que ilustran lo terrible de la violación de los derechos humanos, el sometimiento de mujeres sumidas en la aflicción y la impotencia.

___ ¿Cuál es su historia?

Viedma le siguió la mirada.

___ Viene del sur.

Camacho enarcó las cejas.

___ ¿Más allá del escarpe?

Viedma asintió. Yara, en el corral, acariciaba el cuello del tordo.

__ La rescató una expedición hace algunos años. Su tono era sombrío, oscurecido por nubarrones de tormenta. Estaba al borde de un bosque, casi muerta de hambre y de sed. Llevaba días o a lo mejor semanas sobreviviendo como un animal salvaje. Primero creímos que estaba demasiado débil para hablar, más tarde descubrimos que alguien le había cortado la lengua. La herida no era nueva.

Discursan de manera orgánica la sencillez y la naturalidad en una narración vívida, activa, algo que ocurre ante nuestros ojos y favorece una empatía sólida e intensa hacia el relato.

El decursar, la densidad y la riqueza anímica de las conciencias de los personajes delinean el transcurso del tiempo, lo que ocurre y cómo ocurre y el poder de persuasión de un potente lenguaje cinematográfico.

Imposible obviar la culpa, el pecado y la redención que desembocan en un mismo escenario donde cada palabra asienta la necesidad de resistencia y de pensar que no todo está perdido.

La comitiva ascendió por el paso estrecho. Cuando llegaron a la cima salieron a una terraza amplia y muy verde, que declinaba hacia el sur para transformarse en un valle por el que corría un río rápido. El aire traía el rumor de los árboles. Los picos nevados de las montañas, a lo lejos, se recortaban contra el profundo azul del cielo. Las Tierras Patagónicas, por fin, se abrían ante ellos en todo su esplendor y se extendían hasta donde el viento emborronaba el horizonte. Se abrazaron unos a otros. Alguien lloró. Se acordaron de aquellos que habían perdido y se acordaron del milagro de estar vivos. Y se volvieron a abrazar y a llorar, entregados a la pena irremediable y la esperanza palpitante que los embargaba a todos.

Sin duda, una labor de desmontaje y comprensión del sentido narrativo patentiza las conexiones locales, los cruces entre discursividades sociales, la riqueza de símbolos culturales, las formaciones de poder y construcciones de subjetividad.

Desde una visión transdisciplinaria, Javier Núñez elabora un documento ficcional donde lideran el crimen, la violencia y la condición de historia sentimental.

No hay dudas: en cada episodio, el dolor siembra la diferencia entre lo que descubrimos y lo que esperamos. El argumento dramático tiene afinidades con la tragedia y la aventura de lo que vendrá. Los personajes son consistentes consigo mismos. Sus pensamientos ofrecen visiones particulares de la existencia y la muerte.

Definitivamente, es una novela de insólita belleza.

Solo hay que interpretarla en su justa dimensión compleja, propositiva de ideas y actitudes, a veces insospechadas, pero reales. Igual que la vida misma.


CRÉDITOS

Foto. / Yasset Llerena

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