Una placa a Martí en el Olimpo

El 23 de julio de 2021 se cumplió el sueño de colocar en el Monte Olimpo una placa a la memoria del Héroe Nacional cubano

Texto y fotos. / José Oriol Marrero Martínez*


El 10 de septiembre de 2018 se colocó una bandera cubana en el pico Mytikas, hecho que reflejo BOHEMIA en sus páginas. Nos referiremos a un nuevo acontecimiento ocurrido en el mismo sitio donde se izara nuestra insignia.

Sin obstáculos es difícil ponderar la fuerza de los sueños. Sueños y obstáculos suelen ser eternos compañeros de viaje. El sueño de colocar en el Monte Olimpo una placa en honor a José Martí tropezó con no pocos obstáculos, como la pandemia de covid-19. Pero venció.

Motivos griegos en la obra del Maestro 

Martí fue el mejor amigo cubano de lo griego, “amigo sincero”, como dijo Eurípides, y él lo retomó en uno de sus renombrados Versos Sencillos. “Lo griego”, entre otras culturas civilizatorias, también aportó un motivo inspirador a las letras y cosmovisión martiana, a su percepción sobre el fenómeno histórico de la independencia nacional y la libertad. Martí supo caminar, descalzo y hermanador, sobre sus diferencias con “lo griego”. Amó intensa y filialmente a Grecia –“Oh, eterna Madre-Grecia”–, sin ser por ello propagandista acrítico o aeda grecocéntrico. 

Sus letras volaron a ciudades, polis, valles, ríos, montañas, islas, monumentos, accidentes geográficos de Grecia. Es su diálogo con figuras reales o mitologías griegas un tesoro simbólico en sí, y La Edad de Oro, esa antorcha cultural encendida y eterna en el alma universal de Cuba, es una prueba, si bien no la única. Escribió sobre la cultura griega en más de dos decenas de periódicos de casi 10 países, desde unos 300 trabajos: prosa, verso, periodismo, novela, apuntes, traducciones. La resistencia en Termopilas y Missolonghi fue uno de los surtidores de su autóctono torrente Nuestro americano.

Después de los sitios griegos: Grecia, Atenas, sin olvidar a Arcadia, el lugar más citado por Martí es “el Olimpo”. Y “a esa altura, ningún otro”, como él mismo diría de Esquilo. Lo citará unas 12 veces de puño y letra, seis de ellas en La Edad de Oro. Habló de Vulcano –Hefesto, según la mitología griega–, “el cojo, el sabio del Olimpo”. Y lo mencionó en breve y bello verso. En, La pena como un guardián, así le cantaría al Olimpo el autor de Abdala

“Es rubia. Como el carro del esbelto

Heclas de Olimpo, fúlgido y sonoro,

Voy desde que la quiero, como envuelto

En una nube de centellas de oro”.

Diseño de la placa

Vivido lo que tocó vivir en 2020, preocupaba que no se pudiese cumplir el sueño. Los sitios que podían elaborar una placa estaban cerrados. Se hablaba de máscaras, no de placas. En el primer respiro del confinamiento fue localizado un pequeño lugar en un barrio de Atenas donde hacen inscripciones, placas. Tocamos. Luego del saludo, la primera pregunta al atento y joven profesional que nos recibió: “¿Conoces quién fue José Martí?”. Su respuesta franca –un cubo de agua helada–, a la postre resultaría clave: “Perdón, pero yo no sé quién fue José Martí”. 

Desde un nasobuco tratamos de explicar, breve, sobre Martí y por qué nos parecía que era justo colocar una placa a su memoria allí; y que debería resistir nieve, frío, sol, lluvia, viento, varios meses al año, muchos años, a tres kilómetros de altura. A los pocos días, su llamada: “He pasado horas –dijo– leyendo sobre la vida de José Martí. Es impresionante. Propongo que la placa no solo tenga el texto con su frase, sino también su rostro, para que los que asciendan lo conozcan, y la bandera cubana”. 

Ascenso exploratorio 

Vista panorámica del Plató de Oropedio y placa a José Martí.

El 14 de junio comenzó el ascenso al Olimpo para localizar una piedra donde anclar posteriormente la placa. Sería una escalada con todas las estaciones conocidas, en menos de ocho horas: verano al partir; luego brusco cambio de tiempo, lluvia, frío, viento; los mitológicos rayos y centellas del Olimpo se adueñarían de la escena. A cielo descubierto sobre un cosmos de piedra rica en metales solo la suerte protege. En el desfile de estaciones faltaba la nevada y llegó acompañada de fuerte borrasca, ya sobre la zona alpina, sin árboles. La falta de visibilidad llegó con ella, pero esperanzaba la proximidad del siempre tibio refugio de montaña.

Al caer la noche, por fin, luego de sacudir la nieve, entramos al congelado refugio de Kakalos, bajo dos noticias de causa y efecto: las arrias de mulas y caballos no pudieron subir y, por tanto, la calefacción quedó sin combustible. Esa noche se esperaba una temperatura interior entre los cinco y cero grados. Y así fue. Ante ello resultaría aburrido conocer que la madrugada anterior otra tormenta rompió el equipo de medición de la velocidad del viento, indicador importante en la montaña. 

Búsqueda de la piedra

El grupo asciende el Olimpo para colocar la placa.

Amaneció muy congelada la Meseta de las Musas, pero despertó el sol. El peplo de nieve se fue derritiendo poco a poco, a veces bajo el grácil salto de los antílopes. Así comenzó la búsqueda de una piedra martiana del Olimpo, que duraría casi hasta la noche. Luego de infructuosas e impacientes horas, kilómetros, reorientamos la exploración hacia el borde del imponente precipicio donde termina abruptamente el Plató de Oropedio, hacia el sitio por donde sale el sol y amanece en el Olimpo. De pronto y justo allí, ¡Zeus había puesto la piedra de Martí! La energía martiana hecha “piedra de la Grecia”, ubicada “de cara al sol”, con el Trono de Zeus de fondo, en lontananza, formado por los picos Mytikas y Stefanía; con la Puerta de los Astros a la izquierda; la Meseta del Profeta Elías y de Tumba a la derecha: son esos los accidentes que rodean el Plató de Oropedio. En ese gran circuito mitológico una roca aguardaba miles de años. 

Ciertos encuentros inesperados enmudecen. Luego de permanecer por largo rato de pie o sentado contemplando aquella roca, en silencio, llamamos, vinieron, vieron, y co-enmudecieron. Existía. Estaba allí. Se olvidó el frío, las tensiones musculares por el ascenso del día anterior, la larga caminata de ese día, las peladuras, el estrés inevitable de esos momentos en los que casi se vislumbra el punto donde los sueños trascienden y su fuerza, hasta entonces desconocida, puede ser al fin ponderada.    

Colocación de la placa al Apóstol de Cuba

El autor del trabajo, luego de colocada la placa. / Anastasía Nechaeva.

El 21 de julio un grupo compuesto por ocho compatriotas y una guía emprendió el ascenso al Monte Olimpo desde la base de Prionia, por la ruta Agapitos-Zonaria-Kakalos. Felizmente, el tiempo no ofreció esta vez su “bella” pasarela de estaciones. La placa a la memoria de Martí había subido un poco antes en un arria, con “las mulas del Olimpo”, como él mismo escribió, cuánto simbolismo. Además de las siempre pesadas mochilas, del agua, se añadía el taladro, las barrenas, tornillos y remates.

Luego de unas 12 horas de marcha con parada intermedia, se hizo un alto justo bajo el Trono de Zeus. Esta vez junto a tres compatriotas escalamos de nuevo a lo más alto, un soñado ascenso cubano a Mytikas.  

Alrededor de las 11 de la mañana del 23 de julio el grupo compuesto por nueve personas llegó al sitio, junto al milenario palio cause desde donde se divisa en su impresionante y cósmica amplitud el Pico Mytikas y el Panteón de los Dioses griegos. La piedra aguardaba.

Con una bandera cubana entre las manos vivimos todos el inolvidable momento de la colocación de una placa en honor al Héroe Nacional José Martí. Emociones únicas, inenarrables, tal vez irrepetibles, con el Maestro en el corazón de Cuba, que estaba también allí. 

Se cumplía así, además -y sobre todo- un deber ante el Apóstol. Quizás –se ha dicho–, es la placa en honor a Martí colocada de cara al sol, más cerca del sol, a tres kilómetros de altura. Está en la piedra que, parecería, el mismísimo Zeus dispuso para él. Allí, en la Puerta Martiana del Olimpo.

Texto de la placa

Placa en honor a José Martí en Monte Olimpo.

Extraída de una crítica literaria martiana publicada en 1881, esta frase quedó inmortalizada en la placa:  

“… Es un viaje al Olimpo, del que se vuelve fuerte para las lides de la tierra, templado en altos yunques, hecho a dioses…”.

El Monte Olimpo es una gran cadena montañosa de los Balcanes ubicada entre Tesalia y la región de Macedonia. Allí está el pico Mytikas, el de mayor altura de Grecia y segundo de los Balcanes, con 2 918 metros sobre el nivel del mar. El Olimpo dista unos 440 kilómetros al norte de Atenas. Según la mitología era la casa donde vivían los 12 dioses del Olimpo, el Panteón de los Dioses Griegos, morada de Zeus. No sin objeciones, la versión comúnmente aceptada sostiene que el primer ascenso a Mytikas fue hecho por la expedición que integraron el cazador griego Christos Kakkalos (guía) y los suizos Frédéric Boissonnas y Daniel Baud-Bovy, el 2 de agosto de 1913.

*El autor fue consejero y cónsul de la Embajada de la República de Cuba ante la República Helénica (2017-2022)..

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