Por estos días, disímiles instituciones rinden homenaje a Marta Arjona Pérez, quien durante décadas trabajó incansablemente en pos de preservar el acervo material e inmaterial de la nación cubana
“El Consejo Nacional de Patrimonio Cultural se crea en 1995 y ella ve la necesidad de fortalecer el área de Monumentos. Yo trabajaba en la empresa de proyectos Emproy 2. No sé quién le dio mi nombre. Asistí a una entrevista breve. ‘Tú eres la persona que necesito’, dijo; y en 1997 me incorporó al Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología, que radicaba en el antiguo Convento de Santa Clara”.
De ese modo recuerda el Doctor arquitecto Nilson Acosta Reyes, el inicio de sus relaciones laborales con Marta Arjona Pérez, una indiscutible personalidad en esa esfera, no solo en el ámbito cubano, sino en el internacional.
Para el actual vicepresidente del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural y presidente de la Comisión Nacional de Monumentos fue un cambio “drástico y, a la vez, muy estimulante”. Un reto en muchos sentidos, pues al año siguiente, luego de ampliar en el CENCREM su formación, asumió la vicepresidencia de Monumentos.
-¿Cómo se conducía Marta Arjona en su labor cotidiana, durante los imprevistos y circunstancias críticas?
-Siempre admiré, además de su tenacidad y paciencia, su poder de síntesis. Una vez, en una reunión con todos los directores de Patrimonio, cuando llegó el instante de las conclusiones, la especialista de mayor experiencia me alertó: “Ocho minutos”. Y efectivamente, solo utilizó ese tiempo. Era capaz de resumir y presentar de manera muy sintética cuanto habíamos hablado durante varios días y las predicciones del año.
“Ella podía manejar cualquier crisis, porque tenía la capacidad de dar, con mucha tranquilidad, una solución correcta, justa, a situaciones a veces muy complejas. Sabía deslindar lo superfluo, lo secundario, y no renunciar al objetivo principal.
“Tomó decisiones meridianas a la hora de proteger lugares en torno a los que se sopesaban criterios de supuesto desarrollo económico (si bien no existían argumentos sustentables) y los de conservar el patrimonio. El mejor ejemplo fue la defensa del valle de Viñales, el primer paisaje natural de América Latina que se incluyó en la lista del Patrimonio Mundial. Detrás de ese resultado estuvo la visión de Marta, su perseverancia”.
-He escuchado que mostraba un carácter fuerte.
-No le falta razón a quien tuviera esa primera impresión, pero detrás de tal actitud recia había un ser humano muy sensible, con la virtud de comprender los argumentos, los problemas; de preocuparse por las personas, por la familia, a veces con detalles inesperados.
-¿Otra cualidad sobresaliente?
-Era una destacada ceramista. Tuvo una formación de excelencia. Me pregunto a dónde hubiera llegado, si no hubiera renunciado a esa parte de su vida –no del todo, pues existe una obra que apreciar– para dedicarse a la protección del patrimonio.
-¿En alguna ocasión la oyó referirse con nostalgia a esa faceta suya?
-Jamás la oí lamentarse, ni de eso ni de ninguna cosa. Era una persona muy centrada en la problemática del día a día, en cómo enfrentar los nuevos retos. Y con una modestia increíble. Si de algo sentía orgullo, decía que ahí estaba su mayor reconocimiento, era de aquel papelito donde Fidel le encomendaba cuidar las obras con valor patrimonial expropiadas a quienes se habían ido del país tras el triunfo de la Revolución. Hoy tenemos en la Isla 340 museos, muchos de ellos exhiben esas colecciones.
“Es coherente que tomara aquella decisión. Ella se sentía feliz de sus raíces mambisas, de pertenecer a una familia con arraigo en su pueblo, y que después, en La Habana, se abre al arte. Ese amor por Cuba, creo que Marta lo amplificó y alimentó al vincularse con grandes intelectuales y artistas, como fueron Carpentier, Lam. Compartió las inquietudes de la sociedad cubana y abrazó la Revolución desde los primeros momentos”.
-¿Cuáles proyectos asumieron juntos?
-Nuestro vínculo aumentó tras el fallecimiento, en 1998, de Antonio Núñez Jiménez, quien presidía la Comisión Nacional de Monumentos. Entonces a Marta la nombran presidenta de ese organismo y a mí su secretario ejecutivo; ya no solo eran las tareas propias del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural.
“Durante muchos años Marta representó a Cuba en el Comité de Patrimonio Mundial. Llegó a ser una autoridad. Junto con ella me involucré en las nominaciones para alcanzar esa categoría; sobre todo en la confección de los expedientes. Demostrar que un sitio tiene valor universal excepcional requiere una fundamentación teórica muy fuerte y un análisis riguroso de las garantías existentes para su conservación por parte del Estado.
“Con mucho cariño pienso en el año 2005, cuando se nominó a la ciudad de Cienfuegos. Marta me envió a Durban, a defender su inclusión en la lista del patrimonio mundial. Ella se mantuvo aquí, siguiendo el proceso. Y logramos inscribirla. Fue la última declaratoria en que pudo participar, porque falleció en 2006.
“Ahora bien, un proyecto conjunto por el que siento especial orgullo, es haber instituido el Premio Nacional de Conservación y Restauración de Monumentos, cuya convocatoria nació en 2002 (ya va por la edición 21). Ella me apoyó desde la idea inicial. Significa el reconocimiento a una labor muy noble”.
-¿Enseñanzas que solía compartir con sus colaboradores?
-Recuerdo la campaña por el retorno del niño Elián a su patria. Marta hizo unas postales, decían: “El mayor patrimonio son los seres humanos”. Estaba consciente de que debíamos sumarnos a ese llamado, porque sin defender al ser humano no tendría sentido el patrimonio.
-Ella publicó dos libros. ¿Cuán valiosos resultan aún hoy?
–Recuento es una recopilación de textos publicados en diferentes medios. Narra, entre otras vivencias, su relación con grandes artistas cubanos. Por lo tanto, ayuda a entender la personalidad de Marta Arjona.
“Patrimonio e identidad, el segundo volumen,es un legado, para comprender la importancia de ambos, cómo se nutren uno del otro, qué peso tiene el patrimonio cultural en la identidad de las comunidades en general, ya se trate de una localidad o de una nación. Es un libro de referencia: para los jóvenes, porque esos procesos es necesario entenderlos desde edades tempranas; pero también para los decisores, los gobernantes, o sea, quienes sopesan qué preponderancia le dan a lo patrimonial en un territorio”.
-¿El mejor modo de mantener vivo el recuerdo, el legado, de Marta Arjona sería…?
-Sin perder las esencias, saber cómo replantearnos en el momento actual la forma de gestionar el patrimonio. Buen ejemplo es la nueva legislación al respecto. Uno de los grandes proyectos de Marta fue la elaboración de la Ley 1 (sobre la protección del Patrimonio Cultural, mientras que la 2 se refiere a los monumentos nacionales y locales), refrendada por la Asamblea Nacional en 1977.
“En fecha reciente se aprobó una ley que actualiza esas normas, pero respeta el espíritu de lo planteado por Marta, Eusebio Leal, Núñez Jiménez. Obviamente, expone una nueva visión acerca del rol que deben cumplir las comunidades, los gobiernos locales. Cuba es signataria de seis convenciones internacionales vinculadas con la protección del patrimonio cultural. Eso requiere una actualización en cuanto a las maneras de asumirla.
“El homenaje radica en continuar aquello a lo que consagró su vida, manteniendo similares prioridades y la misma vocación”.