Foto./ TV Yumurí.
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De la copa a la semilla

El hotel La Dominica, declarado Monumento Nacional en el año 2000, disfruta una segunda vida; retroceder al pasado nos devela bonanzas y quebrantos


A las siete de la mañana algunas personas empiezan a transitar por la calle Céspedes. Apuradas, o concentradas en sus problemas cotidianos, apenas miran de soslayo hacia la edificación reinaugurada a principios de marzo. Sin dudas se ve sólida, hermosa, pero desde entonces hasta hoy, ya han tenido oportunidad de alegrarse y comentar sobre el rescate de un inmueble cuyo destino preocupó a los cardenenses.

El proyecto de rehabilitación mantuvo el diseño arquitectónico primigenio, pero otorgó espacio a artistas de la plástica para que recrearan lo ocurrido en el inmueble el 19 de mayo de 1850. / Youtube.

Más de una década duró la intermitente reforma capital del hotel La Dominica. Durante los primeros meses del año pasado los periodistas escribieron sobre la “fase final” de unas labores que por esos días debían poner a disposición de los futuros huéspedes 18 habitaciones. Sin embargo, el cierre no se produjo, llegó mayo y los obreros siguieron a pie de obra. “Quien espera lo mucho, puede esperar lo poco”, fue quizás el consuelo de aquellos que en diversas instituciones, la prensa, las redes sociales, habían luchado por la vida de un sitio emblemático en la historia de Cuba.

Un quinquenio hacia atrás

Esquina de Céspedes y Princesa, frente a la Plaza de Colón.Andamios, escombros, movimiento de carretillas. El reportero de Radio 26 pregunta a Augusto Bueno García, proyectista general de la reconstrucción, cómo marcha esta luego de reiniciarse en julio de 2018. Su entrevistado destaca el “avance significativo”, pues ya habían demolido lo insalvable, concluido la cubierta, refundido losas, levantado nuevos muros, repellado casi todas las paredes en el segundo piso, entre otras acciones.

O sea, todavía falta un mundo por hacer, sin contar la  sustitución de los conductos eléctricos y la carpintería, piensa el entrevistador.

Según Bueno, “actualmente se trabaja en la planta baja, que comprende un pequeño vestíbulo, bar, desayunador y restaurante”. Allí se colocarán imágenes que recrean “la toma de la ciudad y la quema del edificio”.

Bienvenidos los detalles. Los vecinos de Cárdenas no han dejado de preguntarse si la recuperación progresará hasta el final o se repetirá lo mismo de siempre: reparaciones parciales o inconclusas.

Ya en 2017 el deterioro era severo. No solo la longevidad y falta de mantenimiento adecuado llevaron los daños a ese punto; en 2001 las autoridades locales utilizaron la edificación como albergue para los afectados por el huracán Michelle. Frente a la contingencia, obviaron que el año anterior La Dominica había recibido la condición de Monumento Nacional por su valor histórico (allí se izó la bandera cubana por primera vez en Cuba) y patrimonial. Además, el lugar padeció las heridas de otros usos inapropiados en el siglo XX, entre ellos el funcionamiento de una pizzería.

Dorados 90, pero del XIX

¡Cuánto ha prosperado La Dominica! Ya no es aquel café surgido hacia 1861 y bautizado de tal modo por dos comerciantes catalanes. Ahora, finalizando la centuria, tiene nuevos propietarios, los hermanos Dalmau, exhibe el rango de hotel y recibe incluso a viajeros de cierta categoría. Se ha rumoreado que aquí se hospedó en 1893, empleando un nombre falso, el caudillo independentista Antonio Maceo. Sea quien fuere, Jobita Dalmau lo trató con la mayor deferencia y lo acompañó en recorridos por la ciudad.

Imagen captada a finales del siglo XIX. / Oficina del Conservador de Matanzas.

También despiertan la curiosidad del personal ciertas reuniones en el piso superior. Palabras atrapadas al vuelo una tarde (Partido Revolucionario, separatistas, Club de Cárdenas), la imagen de un gesto súbito, ¿escondiendo qué?, o de un ceño fruncido indican que las intromisiones no son bienvenidas y es mejor permanecer escaleras abajo.

Sí, reconocen para sus adentros los dependientes antiguos, el ambiente es distinto al de la Sociedad Artística y Literaria Unión, o a la de Instrucción y Recreo La Filarmónica, que se instalaron en la segunda planta décadas atrás.

Versos y llamas anticoloniales: 1850

En lienzo blanco y lustroso/ con listas color de cielo/ veo un triángulo modelo/ de rojo color precioso. / Es el pabellón glorioso/ causa de tanta querella/ es nuestra bandera bella/ que nos viene a saludar/ y a la patria iluminar/ con la lumbre de su estrella.

Cecilia Porras Pita acaba de escribir este poema, en su vivienda de la calle Real. No podría calificarse de perfecto ni ella lo pretende. Necesita dejar constancia de su emoción, del fervor sentido al ver ondear la bandera cubana. La joven (tras casi dos centurias será recordada como la primera poetisa que en su tierra le cantó a la enseña nacional) coloca la pluma al lado del tintero y vuelve a pensar en aquel instante.

Otra testigo de los hechos es Emilia Casanova, tiene 18 años y aún no ha contraído matrimonio con el patriota y escritor Cirilo Villaverde. De acuerdo con su testimonio, en la mañana del 19 de mayo “el bravo Narciso López plantó” delante de su casa el pabellón tricolor.

Entre dicho momento y el inicio del combate habían transcurrido alrededor de tres horas. Los insurgentes llegados en el buque Creole tomaron el almacén de mieles, la cárcel, la Plaza de Quintayros. El futuro hotel La Dominica jugó un papel protagónico en el desenlace.

Así lo narrará el historiador cardenense Carlos Hellberg: la planta inferior del edificio estaba ocupada por una sastrería y en los altos radicaban “además de varios cuartos alquilados a diferentes personas […] el Teniente Gobernador [Florentino Ceruti] y la Junta Municipal por lo que se consideraba como Casa de Gobierno”. Desde ese nivel la guarnición repelió con éxito a los atacantes. Entonces, el propio Narciso López tomó varias piezas de ropa, las empapó en petróleo y prendió fuego al inmueble.

“Sofocado el Gobernador por el humo, viendo en gravísimo riesgo la vida de sus subordinados y lo imposible de mantener la defensa del local […] mandó sacar una bandera blanca al balcón”. Poco después bajó con la cabeza vendada y “encontrándose en la plaza con López que lo venía a recibir le hizo entrega de su espada como así mismo notificándole la rendición de la población”. El militar vencedor atendió de manera cortés a los prisioneros y ordenó extinguir el incendio.

Durante la noche, debido a la superioridad de las tropas españolas enviadas desde Matanzas para recobrar Cárdenas, los expedicionarios retornaron al navío y salieron al mar, llevando consigo el emblema insurrecto.

La simiente: 1848

Junto a la plaza (todavía se llama de Fernando VII), va tomando forma una construcción de dos plantas y estilo neoclásico, erigida con bloques de cantería y tejas. Alejandro Rodríguez Capote, próspero hacendado de la localidad, costea los gastos. Por el lugar y el diseño arquitectónico elegidos, tal vez sea un hombre amante de la sobriedad y de exhibir su riqueza. Pero, sin discusión, no es vidente. ¿Cómo podría prever el destino del inmueble; tantos altibajos, bonanzas y penurias? Ni en el más descabellado de los sueños.

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