Un “juego” difícil de ganar en Asia-Pacífico

A los marxistas nos queda claro que “el estudio de la cultura como integralidad a escala histórico universal es prácticamente imposible… de igual modo que no existe el hombre en general. En verdad han existido y existen tipos y formas de culturas concretas e históricamente determinadas”. Esta cita, extraída del libro Lo universal y específico en la cultura, de los académicos Pablo Guadarrama y Nicolai Pereliguin (Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1990), me sirve para abordar la génesis del actual desarrollo en Asia-Pacífico partiendo de la trayectoria china.

Con el vendaje del eurocentrismo se olvida que China o Catai se fue conformando en imperio precisamente de la evolución de tipos y formas concretas de culturas, determinadas por milenios: Ya a la altura del año 141 a.n.e, los Han tienen gran significación, la cual fue alcanzada por un proceso expansionista de conquista hacia el oeste de esa geografía asiática. Pero Europa no se había enterado. Fue la seda el pasaporte que le permitió a “Occidente” admitir que el mundo no pasaba solo por mirarse su ombligo. Desde las tierras de Anxi este nuevo material llegaría a Roma y a Grecia. Allí se comentaba que esa seda, o Diasper, era la “auténtica flor”. De sus productores y comerciantes solo sabían que eran de piel “amarilla”. Nada más.

Mucha lluvia debió caer para que el mundo entendiera, desde la práctica, que China era un coloso. Igual percepción y certeza se tiene hoy: ha emergido como actor universal significativo y lo hace en Asia-Pacifico, la región más dinámica económicamente del planeta. No obstante, en 1999, el “gurú” de la tesis sobre la Sociedad Abierta, George Soros, se daba por desentendido al preconizar que no había un orden mundial y que los Estados Unidos seguían siendo la única potencia en pie, aunque hubo de reconocer sus crisis, como parte de las del capitalismo moderno.

El gato sigue cazando ratones

De vuelta a Guadarrama y Pereliguin sobre la historicidad de la cultura, ya en los años 70 dignatarios como Kissinger o Nixon sabían que el siglo XX abría puertas al “reinado” de China; no por gusto, en la centuria 21, Barack Obama centró su política exterior en los nexos con Asia (sin descuidar otras áreas geopolíticas), a sabiendas de que “Catai” les puede ganar la pelea geoestratégica. El gato de Den Xioaping sigue cazando ratones.

En el contexto que nos ocupa vendrán muy bien las ideas, de la doctora María Teresa Montes de Oca Choy y de la master en ciencias Yanet Jiménez Rojas, vertidas en la publicación Asia-Pacífico y los problemas del desarrollo (Editorial Félix Varela, La Habana, 2015). Quisiera apoyarme en una de sus reflexiones: “De las zonas más dinámicas del planeta tanto por las dimensiones de su crecimiento económico e intercambios comerciales como por la complejidad y multiplicidad de sus relaciones políticas, sociales, culturales”. Factores todos que, a su vez, dificultan una aproximación puntual. Precisan que la coexistencia dentro de una misma área de estados distintos en cuanto a extensión, población y recursos naturales, como la gigantesca China y el pequeño Singapur, ejemplifican muy bien los matices y los contrastes, lo cual incide “de modo muy especial en el sistema de las relaciones internacionales; del comercio multilateral; en el control de los mercados financieros; el medioambiente; los avances tecnológicos y la forma y alcance de la globalización”. De cualquier manera, China socialista ha sabido ganarse el liderazgo.

Sería deshonesto pasar por alto los agudos conflictos que enfrenta con algunos vecinos por aguas territoriales, islas, o repartición en el comercio mundial, exacerbados por el imperialismo con ejercicios marítimos militares. Así, “la única potencia mundial”, parodiando a Soros, intenta socavar los diferentes mecanismos asiáticos establecidos con esa sapiencia cultural ancestral como vía para juntar voluntades y desarrollos.

Tanto que, a mediados de mayo de 2022, la Casa Blanca, por intermedio de su portavoz, Karine Jean-Pierre, declaró que busca un nuevo modelo de interacción económica con la región del Indo-Pacífico. La agencia AP informó sobre trabajos intensos para “la creación de un acuerdo marco sobre cooperación económica, en relación con el Marco Económico del Indo-Pacífico (IPEF)”.

En 2021, Joseph Biden se reunió con su homólogo nipón en la Casa Blanca; ahora se desplazó a tierras japonesas. / www.dw.com
En 2021, Joseph Biden se reunió con su homólogo nipón en la Casa Blanca; ahora se desplazó a tierras japonesas. / www.dw.com

Además, cuando escribimos estas líneas Joseph Biden había viajado a Japón y Corea del Sur, dos de sus grandes aliados políticos y militares. Previamente, en Washington, como anfitrión de varios líderes del sudeste asiático, prometió 60 millones de dólares para seguridad marítima, 40 millones en infraestructura destinada a ayudar a descarbonizar el suministro de energía de la región, junto con 15 millones en fondos de salud para combatir la covid-19. Guardándose, asimismo, bajo la manga, el As indio contra China. ¿Se dejará manipular Nueva Delhi? Tengo mis dudas. La cultura indostánica se ha forjado en el anticolonialismo: ¡quemando telares venció al Imperio británico!

Temor yanqui a perder hegemonía

Barack Obama intentó caer simpático en la región con sus asistencias a varias Cumbres de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), donde China traza pautas con mente abierta a los litigios de varios de sus integrantes, mostrando comprensión de las necesidades de los otros, sin descuidar intereses propios.  ¿Por qué el empeño de Obama? Desde 2012, la ASEAN viene impulsando una zona de libre comercio que abarca a 10 países, con la preponderancia de China, Japón, Corea del Sur, la India, Australia y Nueva Zelanda. Eso explica la maniobra de Biden de intentar desplazar submarinos atómicos por aguas australianas, noticia centrada en la traición a Francia y nunca en Asia. ¡Conocida manipulación mediática!

Para que se tenga una idea de la importancia de dicha zona: tendría un PIB conjunto superior al de la Unión Europea o al de los EE.UU. En consideraciones de Ruvislei González Sáez, Jefe del Equipo de Investigación sobre Asia y Oceanía del Centro de Investigación de Política Internacional (CIPI), en La Habana, los importantes lazos económicos que tienen los estadounidenses con casi la totalidad de los asiáticos (pesos pesados: Japón, Corea del Sur y Australia), así como sus cada vez más crecientes relaciones de dependencia con los chinos “hacen vital para la economía norteamericana tal mercado, por las oportunidades que le puede representar” y teniendo en cuenta “el riesgo que significa la formación de un eje económico tan poderoso”. Nadie descarta que la cultura asiática, en su historicidad, opte por librarse de las camisas de fuerza de la tutela imperial: los horrores en Indochina, la península Coreana, Hiroshima y Nagasaki sedimentan deseos de autonomía y refuerza el patriotismo herido.

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Un comentario

  1. Excelente análisis sobre la situación actual de una muy importante zona del mundo que nos ayuda a entender mejor el futuro. Gracias a la periodista Maria Victoria Valdés Roda.

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