Carilda Oliver Labra, una mujer devenida leyenda

Poeta, abogada, profesora de artes plásticas, Carilda Oli-ver Labra impresionó tanto por su talento como por su belleza.
Poeta, abogada, profesora de artes plásticas, Carilda Oliver Labra impresionó tanto por su talento como por su belleza. / segundocabo.ohc.cu

Pocas veces una beldad se entrelaza a la lírica con tan orgánica y magistral excelencia. Irreverente y apasionada, construyó un mito y una obra paradigmática en la poesía escrita por mujeres, reconocida en Cuba, Europa y Latinoamérica.

Matancera de pura cepa, Carilda Oliver Labra (6 de julio de 1922-29 de agosto de 2018) nació, vivió y murió en la ciudad de los puentes, justo en la casona de la Calzada de Tirry 81. Fue poeta y narradora; se tituló de Derecho por la Universidad de La Habana, en 1945, profesión que alternó, además, con el periodismo y la enseñanza del dibujo, la pintura y la escultura, tras egresar como profesora de la Escuela de Artes Plásticas en su urbe natal.

Sin duda, una dama de las artes, quien defendió a ultranza el amor, censuró los preceptos machistas y la doble moral de su época.

Es considerada una de las figuras más sobresalientes de la poesía hispanoamericana del siglo XX.
Es considerada una de las figuras más sobresalientes de la poesía hispanoamericana del siglo XX. / granma.cu

“Cuando era joven estaba muy vanidosa de unos ojos bellos que llamaban la atención, pero nunca fui perfecta, al contrario, me dolían mis defectos […] Me califico como una cubana que quiso siempre la libertad, la justicia y el amor. Me confío a cualquier evaluación. Si es negativa pues pido que me disculpen por no haber sido mejor”, confesaría en 2011 durante una entrevista concedida a la emisora Habana Radio.

No fue aquel el único diálogo en que se transparentó la sencillez, ternura, el temperamento impetuoso y el carácter de la autora de Al sur de mi garganta (1949), uno de sus poemarios más queridos, con el cual conquistó el Premio Nacional de Poesía en 1950, y cuya publicación corrió a cargo de su padre, quien consiguió imprimir apenas 300 ejemplares.

Desde aquel memorable volumen, Carilda ya exhibía un excepcional sentido de lo nacional, entreverado con un singular estilo sensual y emotivo. “Mi poesía es un poco atrevida, desenfadada. Transgredo lo ya establecido”, afirmó en cierta oportunidad.

Sin embargo, este no fue su primer cuadernillo conocido. Preludio lírico (1943) marcó el despegue de su trayectoria literaria con una selección de poemas concebidos entre 1939 y 1942. A partir de este momento, la obra de la escritora tomaría un nuevo alcance y para 1950 sería declarada Hija Eminente de la Atenas de Cuba.

Un año después, la sorprendió el Premio Nacional del Certamen Hispanoamericano, convocado en Washington a propósito del tricentenario de Sor Juana Inés de la Cruz y, al propio tiempo, el accésit al Premio Nacional Hernández Catá por su relato La modelo, género que si bien no resultó recurrente en su creación literaria, le reportó uno que otro laurel.

“El cuento es un ejercicio que he realizado como complemento de mi actividad literaria. Los últimos 60 años me han planteado grandes retos y tuve que hacer elecciones: ganó la poesía”, revelaría al periódico Trabajadores.

Incluida en 1952 en la antología Cincuenta años de poesía cubana, preparada por Cintio Vitier, Carilda Oliver Labra entonces ya no era una promesa, sus versos se consolidaban como auténticamente antillanos y devinieron centro de múltiples reconocimientos.

Dos veces la poeta contrajo nupcias, nunca dejó de amar y mucho menos de vivir. Trabó amistad con notables intelectuales, bardos y escritores como el estadounidense Ernest Hemingway, el español Rafael Alberti, los chilenos Gabriela Mistral y Pablo Neruda, el colombiano Gabriel García Márquez, el uruguayo Mario Benedetti, los cubanos Dulce María Loynaz, Nicolás Guillen, Miguel Barnet, entre otras personalidades.

Me desordeno, amor, me desordeno (1946) es para muchos uno de sus sonetos más populares y alimentó la leyenda de una mujer que en la cotidianidad nunca existió, pero incentivó el interés por acercarse a su lírica. No es secreto para nadie que sus creaciones se convirtieron, para más de una adolescente enamorada, en libros de cabecera.

La Premio Nobel de Literatura, Gabriela Mistral, en más de una ocasión, elogió de este y otros poemas la excelsitud e ingenio para concebirlos. “Profunda como los metales, dura como el altiplano, su poesía, de ser divulgada con justicia, pronto ejercerá ardiente magisterio en América”, comentaría la escritora chilena.

Canto a la bandera y Canto a Martí (ambos de 1953), Canto a Matanzas (1955); Di, verso (1956); Canto a Fidel (1957); textos de hondo sentido patriótico y sentimiento nacional, son parte de una extensa obra poética, contenida en diversos cuadernos, elogiada en nuestro país y otras latitudes.

Memoria de la fiebre (1958), Las sílabas y el tiempo (1983), Desaparece el polvo (1984), Calzada de Tirry 81 (1987), Los huesos alumbrados (1988), Se me ha perdido un hombre (1991), Error de magia (2000), son algunos de sus volúmenes más reconocidos, cuyas piezas han engrosado antologías en distintas naciones del orbe.

Su obra se recoge en volúmenes editados en disímiles países.

Con el proyecto Al sur de mi garganta, que acogió por muchos años su casa de Tirry 81 y devino espacio promotor de la cultura cubana, la escritora (elegida Premio Nacional de Poesía en 1998) se mantuvo lúcida, activa y prolífica hasta el último de sus días.

Sobre ella y su obra, el escritor, pedagogo e investigador Virgilio López Lemus expresó: “Fiel a sí misma, a su ciudad y a su elegido camino poético, Carilda Oliver Labra es, literariamente hablando, el mejor ejemplo cubano de simbiosis entre recursos expresivos vanguardistas, del neoromanticismo y de la poesía coloquial”.

 

Comparte en redes sociales:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Te Recomendamos