Foto. / Oficina de asuntos históricos de la Presidencia. (restauradas digitalmente)
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Antesala rebelde de la victoria

La Batalla de Guisa se desarrolló del 20 al 30 de noviembre de 1958, y abrió las puertas de la Operación Santiago hacia el triunfo definitivo


Llegó noviembre de 1958. Había transcurrido un año y 10 meses del inicio de la gesta en la serranía oriental. Las montañas eran testigos del accionar heroico de las tropas rebeldes que habían derrotado la ofensiva del ejército de Batista; las operaciones guerrilleras se habían extendido a otras zonas del país y el Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, se prestaba a guiar a sus hombres en un avance sin retroceso para dar la batalla definitiva, dejando detrás un amplio territorio liberado.

En cartas enviadas a diferentes jefes rebeldes les había anunciado que iba a realizar una operación importante. El martes 11 de noviembre consideró el momento oportuno para desatar la cadena de acciones. Sin revelar el lugar exacto donde pensaba asestar el primer golpe al ejército, emprendió una marcha desde la Comandancia General de La Plata. Lo acompañaba un pelotón de combatientes de la Columna 1 y alrededor de 1 000 reclutas sin fusiles. Se armarían en los combates venideros al arrebatar las armas al enemigo. ”[…] me quedé sin jefes, todos marcharon con las viejas y nuevas columnas bajo sus mandos, reforzadas con más de quinientas armas ocupadas […]”, aclaró Fidel.

Conservaba la ametralladora 30 manejada por Braulio Curuneaux. El destino era Guisa, situada a 12 kilómetros del Estado Mayor de la Zona de Operaciones de Bayamo.

Después de un largo recorrido, que sirvió para cohesionar las tropas rebeldes, la noche del 19 de noviembre llegan a las cuevas de Santa Bárbara donde se agruparon, escogieron el lugar para almacén y más adelante como hospital y refugio de algunos pobladores. Al amanecer del día 20, situó su primer puesto de mando en la casa de Mon Corona, Hoyo de Pipa. Ya está en la zona de operaciones. Apreció que las tropas ubicadas en Bayamo irían a reforzar la Compañía M del ejército en el cuartel de Guisa. Valoró las posibles direcciones por donde podían avanzar y los distintos pelotones rebeldes ocuparon posiciones. Por la ubicación de las fuerzas guerrilleras, Guisa quedaba rodeada. Situó en una ladera de la loma El Martillo, el armamento más poderoso que poseía, la 30 de Curuneaux, con 25 hombres y una escuadra de mujeres del pelotón femenino Mariana Grajales. El arma cubre un sector de fuego de 1 600 metros de la carretera por donde cada mañana se desplazaba una patrulla desde el cuartel hacia Bayamo.

Inicio de la batalla

Las acciones comenzaron a las 8:30 de la mañana con el ataque a la patrulla: “Dando inicio así a la más grande e importante batalla de la guerra, solo comparada, aunque no superada, con la que tendría lugar posteriormente en Santa Clara dirigida por el Che”.

Escenario de los principales combates durante la Batalla de Guisa. / Gilberto Ante. (restauradas digitalmente)

La avanzada estaba compuesta por un jeep, una camioneta y una guagüita con 23 guardias. Algunos muertos, otros heridos y el resto prisioneros con la ocupación de varias armas. En esa acción, Ada Bella Acosta Pompa, integrante de las Marianas, que combatía junto a Curuneaux, ocupó el primer fusil al arrebatárselo a un cabo. En otro sector de fuego derribaron una avioneta enemiga.

Al recibir el informe de Braulio, Fidel respondió entre otras frases: “[…] Veo que se está luchando intensamente desde hace muchas horas. Los felicito por el éxito de esta mañana y espero continúen venciendo. Lamento la muerte del compañero que me informas. Por la noche trataré de hacer contacto directo contigo. Te mando 500 balas 30.06 […]”. Fidel, previendo que toda la zona de combate y sus áreas aledañas serían ametralladas fuertemente y bombardeadas por medios aéreos, orientó a los vecinos de la zona su retirada hacia lugares seguros.

En el parte de la batalla se detalló cada acontecimiento. Tal como el Comandante había calculado, después de aquella acción acudió el primer refuerzo del ejército contra el que se combatió hasta las seis de la tarde. Alrededor de las 4:00 p.m. un tanque T-17 de 30 toneladas fue puesto fuera de combate con una poderosa mina. Saltó por los aires y quedó con las ruedas hacia arriba. Antes, un camión repleto de soldados corrió la misma suerte.

Comenzó a imponerse la maestría de un gran estratega, que en un nuevo teatro de operaciones, sin existir las características topográficas de la Sierra Maestra y frente a la superioridad del adversario, se adueñó de la iniciativa. Al llegar al escenario de la batalla, el Ejército Rebelde contaba con unos 180 hombres y las fuerzas enemigas tenían acantonados unos 5 000 efectivos entre las guarniciones destacadas en Bayamo y los alrededores. ”Mientras el enemigo tenía tanques, cañones, unidades motorizadas y aviación, comunicaciones de todo tipo, nosotros no teníamos otros elementos de movimiento que nuestras piernas. Íbamos a pie a todo, no teníamos otras comunicaciones que los mensajeros y no teníamos otras armas que los fusiles, en su mayor parte de cerrojo, algunas semiautomáticas, y algunas carabinas”, reseña Fidel al conmemorar 30 años de la batalla.

Rechazo de los refuerzos

En los días posteriores, los soldados intentaron romper el cerco rebelde por varias direcciones. El 23 fue rechazado por la zona del Corojo un grupo de ellos y al sexto día, a dos kilómetros de Guisa, por ambos lados de aquella carretera, las tropas rebeldes hicieron fuego contra un batallón de infantería que se movía en 14 camiones, precedido por dos T-17; se paralizó al de la vanguardia y no pudieron continuar el avance. Quedaron sitiados como la guarnición del cuartel. Comenzó la etapa más violenta de aquella batalla. Lo soldados abandonaron el transporte y se agruparon al lado de los tanques. En la madrugada una compañía rebelde los hostigó muy fuerte. Quedaron sin agua y comida.

Al notar tanta resistencia y sufrir una inmensidad de bajas, desde la jefatura de la zona de operaciones de Bayamo, por vía telegráfica, le enviaron a su Estado Mayor en La Habana un mensaje de temor y desesperación: “Batalla de Guisa se considera decisiva y de perderse es casi seguro evacuación de Bayamo, tenemos comprometido todo y Fidel Castro dirige personalmente sus tropas, es necesario refuerzos urgente y un gran apoyo aéreo”.

El día 27, con el apoyo de los aviones B-26 y cazas F-47, dos batallones procedentes de Bayamo, antecedidos de tanques Sherman, vinieron a auxiliarlos. Durante todo ese día se combatió contra ellos. A las seis de la tarde los blindados y la Infantería iniciaron una retirada general. Los Sherman pudieron salir gracias a sus ruedas de estera. Tras ellos pudo salir uno de los T-17, pero el otro -con abundante parque y perfectas condiciones- fue ocupado por las tropas rebeldes.

El campo quedó lleno de cadáveres enemigos, más 35 000 balas, 14 camiones y 200 mochilas. En la retirada se le hicieron más bajas y se les ocuparon otros armamentos.

Maestro con la ametralladora

Jugó un rol muy efectivo la 30 de Curuneaux, quien era un experto en su dominio, pero su posición fue descubierta y los Sherman comenzaron un fuego constante hacia la ladera donde estaba atrincherado. Fue abatido el bravo capitán. Como Fidel describió en el parte de la batalla: “Fue una lucha de hombres contra aviones, tanques y artillería. El más destacado oficial rebelde fue el capitán Braulio Curuneaux, veterano de numerosas acciones que cayó gloriosamente defendiendo su posición en la carretera de Guisa, por donde no pudieron pasar los tanques enemigos”.  

Por la noche del día 28, Fidel, Celia Sánchez y otros compañeros realizaron un recorrido hasta el punto de la carretera donde se habían desarrollado los combates; llegaron hasta el lugar donde se encontraba el T-17 capturado a los guardias. Dio instrucciones, probó el arma con tres disparos y organizó una tripulación para avanzar resueltamente junto a dos pelotones hacia Guisa.

A las 2 y 20 de la madrugada, el T-17 se situó frente al cuartel y comenzó a disparar; después de unos 50 cañonazos fueron paralizados sus motores por un bazucazo. Aún con el tanque averiado, los tripulantes agotaron hasta el último cartucho. Al bajarse, Leopoldo Cintra Frías, quien manejaba la ametralladora, a pesar de estar herido bajo un fuego cruzado, se arrastró y la llevó consigo.

“No lejos de este punto donde combatía el tanque contra el cuartel, Fidel mediante un equipo de comunicación enemigo ocupado en anteriores combates, seguía el desarrollo de la operación por medio del intercambio de información entre el Puesto de Mando de Bayamo y el jefe del cuartel, el que angustiosamente pedía refuerzos. Alegaban que no podían resistir mucho más y reflejaban una situación verdaderamente desesperada”, se describe en el libro ¡No pasarán Comandante!

El 29, cuatro batallones del ejército avanzaron por diferentes vías, pero todos fueron rechazados.

Guisa, territorio libre

En el parte de guerra firmado por el líder rebelde se señala que el domingo 30 de noviembre “se libraron las últimas acciones; los batallones, que habían tomado posiciones a dos kilómetros del pueblo, intentaron reiteradamente avanzar durante todo el día sin conseguir forzar el paso.

Cuartel del ejército de Batista donde radicaba la Compañía M. / Archivo de Bohemia. (restauradas digitalmente)

“A las cuatro de la tarde, mientras nuestras unidades combatían contra los refuerzos, la guarnición de Guisa abandonó el pueblo en precipitada retirada dejando atrás todo el parque y numerosas armas.

“A las nueve de la noche nuestra vanguardia penetró en el pueblo. Ese mismo día sesenta y un años atrás, fuerzas del ejército libertador al mando del General Calixto García Íñiguez habían tomado el pueblo de Guisa.

“Guisa a 12 kilómetros del Puesto de Mando de Bayamo es ya Territorio Libre”.

En los 11 días de combate se libraron 22 enfrentamientos armados. Se luchó contra una docena de refuerzos enviados, se le ocasionó al ejército más de 200 bajas entre muertos y heridos. En el curso de la batalla ocho rebeldes cayeron heroicamente y siete más fueron heridos.

“Cuando salimos de Guisa éramos más de 300 hombres con armas de guerra –puntualizó Fidel. El enemigo había sufrido un golpe muy fuerte, había quedado muy desmoralizado. Esto facilitó nuestro avance ulterior por la Carretera Central desde Jiguaní a Santiago de Cuba. El hecho cierto es que en cuarenta días los mil reclutas estaban armados”.

La liberación de Guisa, como diría años más tarde el líder rebelde, quien mostró una vez más sus dotes de estratega, facilitó el avance revolucionario sobre Santiago de Cuba y, por consiguiente, la derrota de la tiranía.

Fuentes consultadas:

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Los libros: La contraofensiva estratégica, de Fidel Castro Ruz; ¡No pasarán Comandante!, de Ernesto Pérez Shelton y Guisa, estrategia y coraje, de Juan José Soto Valdespino. Discurso del Comandante en Jefe el 29 de noviembre de 1988 en Guisa.

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