La complicidad ¿perfecta?

Sahily Tabares

En la actualidad es evidente el cambio de percepción de los públicos. Estos demandan variaciones de lenguajes, escrituras, en un mundo de imágenes cada día más fragmentado, donde las nuevas tecnologías instauran diferentes tipos de relación social.

De ahí la importancia del primer paso al concebir un programa para la televisión tradicional. En ocasiones, el facilismo, la premisa explícita, lo consabido, afecta la relación empática del audiovisual con sus destinatarios. Ciertamente, no bastan las buenas ideas, la intención de renovar la manera de contar y proponer otros acercamientos, es imprescindible el desarrollo de esas inquietudes desde la concepción dramatúrgica y aprovechar las posibilidades de un medio de comunicación enfocado en el disfrute de la familia.

Para las mayorías, lo real está en la pantalla. Tiene que ser verosímil, creíble. De lo contrario, no comunica.

Las narraciones suelen aportar un sinfín de contenidos, tramas, moralejas, que mediante estructuras interesantes producen múltiples sensaciones, estas alcanzan su clímax en relatos diseñados para explorar las dimensiones intelectivas y sentimentales de los seres humanos.

Justamente cuando los sujetos valoran cada realidad reafirman la dimensión antropológica de la cultura, pues influyen en un gran universo híbrido, heterogéneo, donde confluyen los públicos masivos y los cultos.

No por azar hoy el audiovisual prevalece sobre otros tipos de comunicación y deviene un puente de entendimientos, de informaciones que circulan fuera de la escuela, del hogar, alimentan la memoria y los deseos de saberes tanto individuales como colectivos.

Justamente, educar desde la comunicación permite que, lejos de recibir productos seudoculturales, se reconozcan las obras valiosas, formativas, entretenidas, se desechen las que no lo son.

A propósito, recordamos una expresión de Omara Portuondo ante la belleza de músicas escritas especialmente para un relato de ficción: “Me enamoré tanto de lo que escuché que seguí al personaje protagónico hasta el fin de sus días. Nunca he olvidado esa preciosa historia”.

Las audiencias deben ser conscientes de que son productoras simbólicas, incluso crean sentido a partir de visualidades no siempre explícitas. Ver e interpretar requiere, más que entusiasmo, la responsabilidad ante las pantallas, las cuales suelen crear nexos poderosos difíciles de romper.

Omara-Portuondo
La sensorialidad exquisita de Omara Portuondo se nutre de la buena música. / Leyva Benítez

¿Cómo establecer una complicidad perfecta con el otro? Ante todo reflexionemos sobre las estrategias de creatividad ficcional en la red, estas dan lugar a nuevas formas de percepción en los públicos. La decodificación de los mensajes atiende a modelos de recepción abiertos, variables. Tampoco podemos olvidar que Barthes alertó sobre “la muerte del autor”, para indicar que los textos dependen no de sus creadores sino de su lectura y, por tanto, pertenecen a la esfera de la recepción.

Debido a las transformaciones tecnológicas, los medios de comunicación dejan de ser excluyentes y pasan a ser colaborativos, la era del acceso se amplía a diario, aglutina en una sola vía los procesos de producción, programación y distribución de productos comunicativos.

En Cuba, por la tendencia de los sujetos a implicarse en todo lo relacionado con la TV, prevalece el interés o la crítica de opinión hacia las producciones nacionales, en especial las telenovelas, las series o los telefilmes, cuya construcción narrativa se inspira en códigos del cuento popular, el melodrama, mitos, arquetipos, entre otros ingredientes.

Vale la pena apreciarlos no como un mero pasatiempo, sino en su dimensión humanista. Rescatar todo espacio de influjo cultural e ideológico cumple un rol decisivo, pues sirve de vehículo poderoso para la transmisión de valores, el análisis del comportamiento, de pensamientos que nos invitan a seguir adelante con optimismo.

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