Bohemia

Este 13 de mayo se celebra el centenario de Enrique Núñez Rodríguez, Premio Nacional de Periodismo “José Martí” (2001), de Humorismo en igual año y de Radio (2002), uno de los mejores escritores humorísticos cubanos. Evocamos al también guionista de radio y televisión con un texto cuyo título rinde homenaje a la revista donde publicó con el auténtico ingenio y talento que lo caracterizaron.

Por Enrique Núñez Rodríguez


Entrar a Bohemia era, para los que veníamos del interior, una especie de sueño. La revista estaba ligada a la lucha contra Machado y a las fuerzas de izquierda durante la Guerra Civil Española. La sección “En Cuba”, que reunía a un grupo de los mejores periodistas cubanos, constituía una especie de escuela de altísimo nivel profesional.

Los hermanos Enrique y Tony de la Osa, Mario Kuchilán, Mario García del Cueto y Carlos Lechuga, eran nombres admirados desde lejos. Miguel Quevedo, su director, era una leyenda viva. Verse de pronto en su despacho, estrechando su mano, discutiendo una colaboración, o sencillamente participando en las conversaciones, nos hacía sentir la afable sensación que debe de haber experimentado la Cenicienta bailando con el Príncipe.

Asistir a los almuerzos en la finca de Miguel, en el Guatao, era como obtener un Oscar. Y allí me vi, un día, compartiendo con las grandes figuras del periodismo nacional. Arrinconado, un tanto discriminado, recuerdo la mano fraterna de un joven desenfadado y amable, Luis Báez, que se iniciaba en los trajines de la entrevista, en la que llegó a ser un As.

El libro Mi vida al desnudo recoge ingeniosos testimonios del escritor, periodista y humorista.

Otro joven, Vierita, dedicaba el tiempo a practicar sus primeras actuaciones como bufón, carrera en la que obtuvo grandes éxitos posteriormente. Otro novato, Agustín Tamargo, iniciaba su entrenamiento alcohólico, deporte en el que llegó a ser un atleta de alto rendimiento.

Nombres y más nombres de gentes a los que había leído en diarios y revistas nacionales, en los descansos que me tomaba, sentado en las aceras, mientras ejercía mi duro oficio de vendedor de periódicos.

Nunca llegué a ser un colaborador regular de Bohemia. Publiqué, sin embargo, algunos cuentos y varias crónicas humorísticas, en aquella publicación que en lógica continuidad de su historia, según parecía, se situó junto al pueblo en la lucha de la generación del Centenario. Por eso no me extrañó que unos meses después del triunfo revolucionario, Miguel Quevedo me invitara para un almuerzo en Bohemia, en el que también iban a participar José Manuel Roseñada y Ángel Cambó, director y propietario de Zig Zag, respectivamente.

Andaban ya los días de las intervenciones de las empresas yanquis y de la radicalización de las medidas revolucionarias.

Camareros uniformados nos cayeron a “whisketazos” en el despacho de Miguel Ángel Quevedo. Cordial y amistoso brindaba con nosotros. Hablaba de Bohemia, de Zigzag, de proyectos de futuro, y creo recordar que, después del tercer Chivas Regal, elogió mi estilo, con palabras enredadas, pero sinceras, cosa que le agradecí. Mandó que me sirvieran un trago más y, después de brindar, me preguntó:

­ ¿Y a ti qué te parece esto?

Pese a que no tenía la mente muy clara, o quizás por eso mismo, le respondí con entusiasmo:

­ Esto es lo que usted y yo soñábamos desde el machadato. Esta Revolución es la verdadera, esta Revolución no se va a bolina. Es la Revolución que esperábamos todos los cubanos.

A partir de ese momento Miguel Quevedo explicó el propósito de la reunión. Dijo que Celia Sánchez le había pedido que Bohemia sacara un suplemento humorístico, que Fidel estaba muy interesado en la idea, y que nos había convocado para que fuéramos nosotros los que hiciéramos ese trabajo. Dijo que yo podía ser el subdirector de la publicación. Y mandó a servir la espléndida mesa. A la salida, Roseñada me citó para vernos al día siguiente en Zigzag con el propósito de empezar a trabajar en el proyecto. La reunión no se celebró. Esa noche Miguel Quevedo se fue de Cuba.

Roseñada me explicó después:

­Él nos invitó para proponernos que nos fuéramos con él para sacar Bohemia en el exilio, pero cuando te preguntó qué te parecía esto, lo único que te faltó fue cantarle La Internacional.

Por la noche, en la televisión, me enteré de que yo no había sido el único sorprendido. A la misma hora en que estábamos almorzando con Miguel Quevedo en Bohemia, Fidel había recibido un hermoso pargo, obsequio, según la fina tarjeta que lo acompañaba, de Miguel Ángel Quevedo.

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2 comentarios

  1. Esta revista puede prestar un gran servicio a toda la sociedad cubana actual si publica artículos que fueron publicados antes del 1959 que reflejen la verdadera y desastrosa situación social de la seudo república, hoy día en redes sociales se quiere reescribir la historia edulcurando y reescribiendo el pasado. Aunque sea en una pagina ir publicando esos artículos escritos en esa época en diferentes periódicos y revistas. De esa época. Hoy quieren hacerla idílica. La plataforma digital permite más opciones pero la impresa llega a su publico tradicional.

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