En la carrera por la nominación presidencial del Partido Republicano, Donald Trump quedó prácticamente solo

Adiós, Ron De Santis. Después de un pobre desempeño en las asambleas electorales de Iowa, el gobernador de Florida abandonó las primarias presidenciales republicanas y respaldó a Donald Trump. Muchos veían al político como el hombre que podía derrotar al magnate, pero no fue así. Su campaña comenzó con un grito y terminó con otro.

Para la mayoría, la rápida salida de la contienda fue sorprendente. Hace apenas un año, arrasó en su estado en las elecciones, mientras que su rival, el exmandatario, sufrió una derrota en el mismo evento.

Tanto lo repitieron los medios y tan fuerte lo deseaba el establishment, que De Santis creyó que aquello estaba hecho. Sin embargo, ahora grabó un video de renuncia y ofreció su apoyo a Trump. Todo eso antes de la segunda parada del proceso de primarias. Lo hizo, dijo De Santis, porque consideró al empresario “superior a cualquiera de los contendientes, incluido (Joe) Biden”, y porque le pareció inaceptable “volver a la vieja guardia republicana de antaño”. Le faltó añadir también que tomó esa decisión pese a las ofensas e insultos lanzados por Trump.

El político, que se presentaba ante los votantes como una versión del expresidente sin el drama y sin los sobresaltos en los que el otro parece vivir, quedó en el aire. Los donantes republicanos quieren un trumpismo rojo con dientes y garras, no una imitación incruenta.

Ahora, el representante de 77 años está prácticamente solo en esa competencia, ante rivales que parecen meramente testimoniales, como Nikki Haley, exgobernadora de Carolina del Sur, el empresario Vivek Ramaswamy y el exgobernador de Arkansas Asa Hutchinson.

Trump enfrenta 91 cargos penales, no obstante más del 60 por ciento de sus seguidores afirma que continuaría con su apoyo en caso de ser condenado. Si es elegido, el neoyorquino se comprometió a hostigar a quienes considera “conspiradores progresistas”.

Para el multimillonario, la alternativa es clara: un segundo período en la Casa Blanca o una estancia en la cárcel. Pero no es solo Trump, pues muchas de las principales figuras republicanas se sumaron a un discurso delirante, según el cual fue víctima de un fraude electoral en 2020 y las docenas de causas legales que tiene en contra –civiles, fiscales y penales– constituyen una persecución política.

Y esta cantinela tiene efecto ante el descrédito del sistema gubernamental estadounidense, el desgaste de la credibilidad de los medios y la influencia de las redes sociales en la creación de imaginarios colectivos, las crecientes desigualdades sociales, la pobreza, el desempleo y la destrucción de economías locales.

También, ante el declive estratégico de Estados Unidos en el mundo, la visión adulterada de la realidad ha resultado de una tremenda eficacia político-electoral, y no solo ha logrado encandilar a muchos sectores depauperados (como el supremacismo blanco, el racismo manifiesto, los grupos antiaborto y el aislacionismo nacional), y ha convertido en corrientes políticas a sectores cavernarios que hasta hace ocho años se encontraban en la marginalidad.