Foto. / Cubadebate
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China-EE.UU, adversarios en pausa

En el marco del G-20 China y los Estados Unidos se reunieron al más alto nivel para acordar acciones compatibles con el escenario de la cooperación, aunque todavía resta mucho por andar


El presidente de la República Popular de China (RPCH) no ha dejado de ser noticia desde que en el XX Congreso de los comunistas de su país volviera a ser ratificado al frente de la dirección, tanto del gremio partidista como del llamado Gigante asiático. Tampoco ha pasado inadvertido de los titulares de prensa su homólogo Joe Biden debido a las elecciones de medio término en los EE.UU o por sus divergencias con otros líderes mundiales.

Pero fue a no dudarlo el último encuentro entre ambos lo que ha levantado polvareda mediática por cuanto se trata de las dos naciones fundamentales que marcan el ritmo de la actualidad. Aprovechándose de un espacio libre en la Conferencia de este año del G-20, en Bali, Indonesia, los dos estadistas dialogaron este 16 de noviembre y hasta posaron un estrechón de manos frente a las cámaras de los más famosos diarios del Planeta. Previo al intercambio ya habían surgido muchas especulaciones sobre la cita, que al final coronó las expectativas hacia una convergencia de intereses más que a discrepancias.

Por tres largas horas se vieron las caras, acordando cosas sustanciales como empoderar a funcionarios y responsables para abordar los desafíos transnacionales, entiéndase el cambio climático, la estabilidad macroeconómica mundial –incluyendo la disminución de la deuda –, la seguridad sanitaria y la seguridad alimentaria en el orbe. (1) Se trató de alta diplomacia en su desempeño más depurado. También primó el sentido común para avizorar -lo mismo Xi que Biden-, de manera responsable, la futura competencia comercial.

Redondeando, la RPCH de tendencia socialista y los EE.UU de matriz imperialista han visto como plausible alcanzar concesos varios, es decir, trabajar por reducir las tensiones políticas, comerciales y económicas, lejos del ambiente nocivo entre ambas partes, vividas y protagonizadas en los últimos seis meses.

Ha quedado, no obstante este clima positivo, un eslabón suelto que pudiera retrasar los objetivos planteados: Taiwán, cuestión que sigue representando para Bejing “la primera línea roja que no se debe cruzar”. “Taiwán forma parte de los intereses centrales de China, y son la base de las relaciones entre China y los Estados Unidos. […] Esperamos ver paz y estabilidad en el estrecho de Taiwán”, señaló Xi Jinping.

Se refería a los ejercicios de tropas yanquis y a las visitas de la actual administración a la considerada (por los chinos) Isla Rebelde, la cual según el pueblo y los gobernantes asiáticos debe ser reunificada a la parte continental, en su esquema “Un país, dos sistemas”. Principio negado por Washington pues aspira mantener allí un bastión para debilitar a mediano y largo plazo a la RPCH y a sus comunistas, los únicos capaces internacionalmente de hacerles la competencia económica, tecnológica, comercial y hasta militar.

Visto esto, cabe redundar en lo positivo del intercambio presidencial, el cual no dejó indiferente a nadie. Y hasta el mismísimo exsecretario de Estado norteamericano Henry Kissinger subrayó: «Todo lo que podemos decir hoy es que el método para la discusión fue acordado y fueron hechas declaraciones generales que son compatibles con el mundo de la cooperación, pero todavía hay un amplio camino por recorrer». (2)

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