Coches tirados por caballos… de perseverancia

El alcance local del ferrocarril no puede ser una formulación abstracta en tiempos como estos. Hay ejemplos y experiencias sobre cómo aterrizarlo, con tenacidad e inteligencia, sobre rieles y traviesas


Desde hace varios años, en medio de limitaciones llamadas a acentuarse en la esfera del transporte, el país se propuso aprovechar no solo en mayor medida sino también mejor o más eficientemente, los ferrocarriles.

Agradecido por miles de personas, el karata forma parte del panorama rural tunero.

Conocido es el empeño para asegurar la circulación de trenes que poseen itinerario nacional, a pesar de las serias dificultades con el combustible y otros preciados recursos.

Sin negar que se pudiera hacer más, hoy es justo admitir el alcance, sobre todo social, de alternativas en el ámbito local. Hace poco, por ejemplo, miles de lectores acogieron con agrado una información publicada por el periódico 26, de Las Tunas, acerca de la reparación capital realizada en Holguín a un coche motor que ofrece sensible servicio entre ambas provincias, en un recorrido que abarca 23 puntos vitales.

El equipo, desde luego, no fue comprado “al tin tin” en el mercado internacional, ni adquirido gracias a uno de esos créditos que luego la nación tiene que apretarse hasta la médula para poder pagar. Fue rescatado por la unidad holguinera de Ferrocarriles de Cuba con la colaboración de entidades como la Empresa Integral de Servicios Automotores y la Empresa de Combinadas Cañeras, lo que, de conjunto, permitió dotarlo de un nuevo motor, adaptarle un sistema de transmisión y de enfriamiento, pintarlo exterior e interiormente, impermeabilizar techos, tapizar los asientos… de manera que solo fuesen quedando un par de detalles: óptimo para uso y cuidado por tripulantes y pasajeros.

Pensando en el asunto, acude a la memoria el coche que, con similar propósito, cubre tres veces por semana más de 200 kilómetros entre Las Tunas y Ciego de Ávila, con el consiguiente alivio para cientos de personas que realizan el viaje completo o en tramos intermedios.

Camagüey acumula amplia experiencia en la recuperación de vagones.

Por cierto, los tuneros no olvidan -y siempre agradecerán- aquella solución liderada por el entonces primer secretario del Partido, Alfredo Jordán Morales, al remover cielo, tierra, rieles y traviesas para dotar a la ciudad de una cuarteta de coches que, en verdad, revirtió la preocupante situación de la transportación urbana en los más álgidos momentos del período especial, a inicios de la década de 1990.

Aunque no con todos los equipos, esa opción continúa enlazando hoy los extremos oeste y este de la ciudad, a lo largo de un recorrido que incluye el motel de El Cornito (aledaño al parque de diversiones, zoológico y pista de motocross), zona industrial, terminal de ferrocarril, reparto de Buena Vista, Universidad, complejo de la Salud (Facultad de Ciencias Médicas, hogares para ancianos e impedidos físicos y mentales, hospitales Ernesto Guevara y Pediátrico), hasta las proximidades de la terminal de ómnibus nacionales.

Aunque se hable poco de ello, es muy justo recordar también que, cuando en otros lugares el desmonte de centrales azucareros trajo aparejada la “fantástica fuga” de ramales enteros de vías férreas (rieles y traviesas), zonas como las de Majibacoa, Puerto Padre y Jesús Menéndez los conservaron intactos y, por ellos, continuaron circulando los legendarios karatas.

Los habitantes de Orlando González, rural poblado avileño, veneran este medio de transporte.

Acerca del “multipropósito empleo” de esos medios se pudiera estar hablando o escribiendo durante horas, pues además de pasajeros, transportan en muchos casos la canasta básica hasta intrincadas zonas rurales, donde otros equipos no pueden prácticamente llegar, sobre todo en momentos de intensas lluvias e inundaciones.

El valor de esas opciones solo lo conocen aquellas personas que habitan -y necesitan moverse desde- lugares como Punta Alegre, en el litoral norte de la provincia de Ciego de Ávila, por solo citar uno solo entre los numerosos ejemplos que pudiéramos tomar.

Ninguno de esos coche-motores, desde luego, cae del cielo; ninguno se mantiene activo por obra y gracia de la casualidad. Para que cada día rujan sus motores y por su escalerilla asciendan y desciendan cientos o miles de personas hay que hilar fino y duro, incluso cada vez más, en medio de esta muy compleja situación económica y financiera que obliga, precisamente, a cuidar mucho más lo que tenemos, a explotarlo bien y a hacer “magia” para poder mantenerlo.

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