Con todo respeto

La 62 Serie Nacional de Béisbol no solo parece dejar mejor sabor en términos de calidad, sino también en torno al respeto y a la cordialidad que tanta falta hacen dentro y fuera del terreno


Al pasar, todo acontecimiento, proceso o evento deja su efecto. Reverberante aún, la 62 Serie Nacional de Béisbol nos deja su huella.

Puedo estar individualmente equivocado, pero me parece difícil que alguien le atribuya un saldo negativo, sobre todo a la contagiosa etapa de play off.

Admirador, desde “siempre” de los Leñadores, tal vez mi primer apunte pudiera tener el fulgurante resplandor de un trofeo cuyas bases el equipo verdirrojo vino cimentando cada vez más, en arrollador y convincente paso, desde el principio del campeonato.

Sucede que ese protagonismo muy bien pudo corresponder a otros conjuntos con estable y sobresaliente desempeño en los últimos años (Matanzas, Ciego de Ávila, Sancti Spíritus…) o de vuelta al “ring”, como es el caso de Avispas y Leones, legendarios rostros de un clásico capaz de halar multitudes y de hacer tambalearse estadios completos.

Con el perdón de comentaristas, expertos, especialistas y directivos, en mi muy aficionada opinión el efecto o saldo más hermoso, lo que más sensiblemente me marca es el ambiente de tranquilidad, alegría, disciplina y sobre todo de respeto que distinguió a la serie.

Hay que quitarse el sombrero ante la esencia y el mensaje de esta imagen.

Cuando Leones y Leñadores viajaban rumbo al Latino para realizar sus encuentros número tres, cuatro y cinco, escribí en Facebook:

“Más allá de pronósticos o de rivalidades, me quedo con la alegría sin par de un público que colmó las gradas del Mella y seguramente mantendrá la misma disciplina y colorido en el Latino; con la fraternidad que distinguió a ambos equipos en los dos primeros juegos; con el noble gesto de Baldoquín cuando, en vez de ponerse a saltar de alegría, se apresuró a excusarse con el corredor de Industriales que rodó por el suelo al ser puesto out por él, próximo a la tercera almohadilla… y me quedo con ese pasillito sano, jocoso, ocurrente y cubanísimo de Dánel cuando responde en el momento más oportuno: gesto que hasta la propia capital cubana disfruta porque Dánel no es Manatí, ni es Las Tunas, ni es Oriente: es Cuba”.

Con su ocurrente pasillito, Dánel les impregna sana jocosidad a los juegos.

Las jornadas del Latino no fueron diferentes. Lo confirmó el polarizado júbilo sobre las gradas, iniciativas y frases mil pero siempre dentro de los marcos de un fenómeno que se llama respeto, la cabeza del bateador moviéndose afirmativamente, con una sonrisa en labios, cuando el árbitro remarcó strike (incluso el tercero).

Prosigo: tal vez sea solo empírica percepción mía (carezco de estadísticas) mas, tengo la impresión de que esta vez, al menos en los juegos finales, menos lanzamientos impactaron sobre el cuerpo del bateador e incluso hubo más disculpas cuando sin intención alguna sucedió.

Si algo le resta colorido a un juego y deja una muy desagradable imagen son esos pelotazos que –en muchos casos de manera premeditada, incluso por indicación– provocan alteraciones innecesarias, evitables, entre jugadores y equipos completos, que terminan en peligrosas riñas, de pésimo gusto.

Y, hasta donde me permitió mi tiempo frente a la pequeña pantalla o en pleno estadio, no vi escenas de tal naturaleza.

Por el contrario, conservo otras, como el magnífico acto de premiación o el rostro compungido, a veces sollozante, de jugadores que añoraban la victoria y que, aun así, avanzaron sobre el terreno para felicitar a los vencedores y hasta para abrazar, en muy digno gesto, a compañeros con quienes ayer formaron equipo o pueden hacerlo mañana representando a Cuba en el exterior.

Se nos aproximan momentos como los Juegos Panamericanos de Santiago de Chile, previstos del 20 de octubre al 5 de noviembre y la Liga Élite (7 de noviembre al 25 de diciembre), por cuyas emociones aguardarán los mismos aficionados que colmaron estadios durante el recién concluido calendario de la 62 Serie Nacional.

Justeza y justicia aparte (en términos de selección de atletas), es de esperar que en esos y otros eventos siga predominando, de manera ascendente, no solo la calidad individual que nos permita rescatar los resultados colectivos que siempre tuvo Cuba, sino también esa modestia, sencillez y respeto sobre el terreno que tan grande hace también a un pelotero.

La confirmación está ahí, en hombres como Antonio Muñoz, Agustín Marquetti, Armando Capiró, Santiago Changa Mederos, Don Miguel Cuevas, Owen Blandino, Braudilio Vinent, Oscar Romero, Vicente García, Wilfredo Sánchez, Félix Isasi, José Antonio Huelga, Luis Giraldo Casanova, Omar Linares, Pedro Luis Lazo…  por solo mencionar a un puñado entre los cientos que han escrito bellísimas páginas dentro de la pelota cubana.

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