Foto. / Archivo de BOHEMIA
Foto. / Archivo de BOHEMIA

Controversia zanjada

Opiniones contrapuestas acerca de cuál había sido la cuna del bolero latinoamericano originaron debates durante el siglo XX. Hoy se reconoce la paternidad cubana y, al mismo tiempo, el aporte de otras regiones


Diciembre de 2023 deparó una buena noticia para Cuba y México: en respuesta a la solicitud conjunta de ambos países, la Unesco aprobó la inscripción de la práctica cultural del bolero en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

La declaración del organismo internacional reconoció que ese género nació en la mayor de las Antillas en 1883 y se extendió por Latinoamérica “con sus letras líricas, de amor y desamor, así como sus cadenciosas percusiones acompañadas de guitarras, bajos, pianos, alientos y su característico requinto mexicano que, en conjunto con las voces solitarias o en grupo, lo enriqueció, tanto en su país de origen, como en las naciones que lo acogieron como propio, como es el caso de México”.

Desde que se volvió popular dentro y fuera de nuestro país, especialmente en la primera mitad del pasado siglo, abundaron las especulaciones en torno a cuál había sido la cuna de esa manifestación musical. Tales criterios generaron controversias y entre los participantes BOHEMIA ocupó la primera fila.

El semanario insistió en la raigambre cubana, en un contexto que, como el dios Jano, había mostrado durante años dos caras en relación con la música nacional. Una de ellas, la sonriente, significaba una amplia difusión por América (incluyendo a los Estados Unidos), e incluso Francia y España. La otra implicaba una comercialización foránea a menudo inescrupulosa, en un sentido dual: la adulteración de las esencias y la pretensión de apropiarse de las composiciones; a ello contribuía la inexistencia de una política coherente, protectora y efectiva por el Estado y las instituciones culturales de la nación.

Al respecto, Eliseo Grenet comentó a la revista en febrero de 1946 –tras regresar a su hogar, luego de actuar en Buenos Aires– que frecuentemente debía salir en defensa de los ritmos cubanos, porque “los boleros […] resulta que ahora son mexicanos… pese a que son tan cubanos como el Morro de La Habana. Hasta la rumba, las congas y otras creaciones nuestras, se trata de presentarlas como piezas antillanas. Esto es absurdo…”.

No pretendo definir si los boleros latinoamericanos que más recorrían el orbe en el decenio de los 40 del siglo pasado eran los descendientes directos de aquel nacido en la cuna de la trova santiaguera y quienes lo negaban lo hacían de mala fe, o ya se trataba de piezas caracterizadas por la hibridez, al punto que se hacía difícil deslindar influencias y raíces. Toca dilucidarlo a los especialistas.

Según Leonardo Acosta, en su texto Algunas interrogantes en torno a la historia y otras peripecias del bolero latinoamericano (La Jiribilla, número 112, de 2003), “en los años veinte, con la furia del son, pasan a un segundo plano el danzón y el bolero tradicional”; durante la década posterior “nos llega desde tierras mexicanas un bolero algo diferente que a su vez influirá sobre los compositores cubanos […] todo parece indicar que nos hallamos en presencia de varios tipos de boleros y no de un género único ni de una evolución orgánica, sino de un proceso de ‘saltos y rupturas’”.

Sin duda alguna

En los años 40 del pasado siglo BOHEMIA brindó sus páginas y defendió a los músicos cubanos que cultivaban esa manifestación musical. / Archivo de BOHEMIA

Manteniendo su postura nacionalista, BOHEMIA expuso nuevamente el tema el 19 de diciembre de 1948, cuando publicó un conjunto de entrevistas bajo el epígrafe de La emoción del momento y el título de ¡El bolero es cubano!

De esa forma llegaba al clímax de una controversia cuyo detonante fue otra entrevista, concedida en su país (Argentina) por Enrique Santos Discépolo. En ella el compositor de tangos afirmaba: “En México le ha salido un serio rival al tango. Es el bolero, la gran creación de la música popular mexicana. Agustín Lara fue el iniciador y sigue siendo el primero, aunque han surgido algunos compositores jóvenes y muy buenos. Lara dio una forma bailable a un tipo de canción que no era bailable, pero él transformó el ritmo y así nació el bolero moderno, que en pocos años se ha hecho universal como el tango, la rumba, la conga, el fox trot y hasta el mismo vals”.

Un lector envió el recorte a BOHEMIA y de inmediato el redactor de la sección La Farándula Pasa replicó: “¡No, no, señor Discépolo! Se puede cometer una equivocación por ligereza o por culpa de informes errados. Pero no tantas, y menos con ese tono de sapiencia que no admite discrepancias. El bolero nació en Cuba. Creció en Cuba, y cuando ya peinaba canas, nació Agustín Lara ¡no el bolero!”. Al mismo tiempo, el periodista reconocía que Lara lo “volvió a impulsar estimulando con sus grandes éxitos –queremos seguir siendo justos– a los compositores cubanos”.

Apenas transcurrido un día de haber circulado esa edición, a la sede de la revista acudió el trovador Alberto Villalón (santiaguero por nacimiento), autor de populares boleros anteriores a 1925, quien agradeció la réplica y brindó al periodista Germinal Barral, Don Galaor, su testimonio acerca de cómo trajo sus composiciones a La Habana en 1900. Asimismo, pidió al presidente Carlos Prío Socarrás que “tendiera la mano” a los pocos que quedaban de aquella época: Sindo Garay, Rosendo Ruiz, Manuel Corona, entre otros, y los ayudara “a proclamar a todos los vientos que el bolero ¡no debe favores a ningún autor extraño!”.

Entonces el reportero buscó a los mencionados cultores. Ruiz concordó con el planteamiento de Villalón y agregó que Sindo también fue un destacado introductor del bolero en la capital de Cuba. Además, ofreció una extensa lista de boleristas, por ejemplo, Manuel Corona, Gonzalo Roig, Jaime Prats, Ernesto Lecuona, Moisés Simons, Eliseo Grenet, Miguel Matamoros, Arsenio Rodríguez, a los cuales se estaba sumando una hornada que “se ha adaptado al medioambiente imperante, produciendo un tipo especial de bolero, de acuerdo con las nuevas corrientes armónicas y rítmicas”. Entre esas nuevas figuras colocó a Orlando de la Rosa, Osvaldo Farrés, Isolina Carrillo, por citar unos pocos. “La evolución del bolero no se ha detenido y ahí están mi hijo, Rosendo Ruiz Jr. y José Antonio Méndez, introduciéndole más innovaciones”, manifestó.

El cantante de tangos Enrique Santos Discépolo generó una polémica al afirmar erróneamente que el mexicano Agustín Lara era el padre del bolero latinoamericano. / fervor.com.ar
A Pepe Sánchez, trovador santiaguero, se le considera el creador del género en Cuba. / lajiribilla.cu

Gonzalo Roig apoyó a sus colegas y se remontó a 1880, año a partir del cual Pepe Sánchez, Eulalio Limonta y Leopoldo Rubalcaba hicieron aparecer “en el panorama de la música cubana la nueva forma”, a la cual se le llamó bolero, pese a que no tenía puntos de contacto con el ya existente bolero español. Recordó a Jorge Anckermann, “maravilloso cultivador del bolero” y a “otros compositores que al desaparecer se llevaron la forma clásica, la auténtica forma y el sabor criollísimo del bolero que nació en Oriente”.

Ante una interrogante de Don Galaor: “¿Puede hacerme una crítica al bolero que se cultiva ahora?”, Roig declaró: “Cuba es el país que más formas musicales posee […] sin necesidad de recurrir a formas y modos extranjeros […] lo que pasa es que hay editores americanos que obligan a ciertas innovaciones y se incurre en ellas para ganar algún dinero. Eso es todo. Después vienen los extranjeros empujando y dejamos que nos empujen. El hecho de que en la Argentina se crean que el bolero es mexicano no es nuevo. Hace veinte años le pasó al danzón algo parecido. En toda la América del Sur decían que era […] panameño. Y la verdad es que […] no son más que cubanos. Un poco desfigurados, un poco influenciados por los giros de moda en Norteamérica, pero cubanos”.

Podemos apreciar que los protagonistas de la polémica abordan el tema desde un ángulo histórico y, sobre todo, testimonial, anecdótico. Mucho quedó por profundizar y argumentar. Aún se hallaban muy lejos los tiempos en que los reporteros de BOHEMIA emplearían las técnicas del periodismo de investigación. 

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