¿Dónde nos reconocemos?

La interacción polisémica de los televidentes continúa siendo epicentro contemporáneo del vínculo múltiple de los sujetos con el ecosistema mediático y, en particular, en el siglo XXI, mediante las redes sociales, desde donde la interacción es protagonista de procesos enriquecedores, sugerentes, incluso sorpresivos.

Justamente ser audiencia significa ejercer la comunicación por medio de la tecnología y las pantallas durante intercambios ilimitados en el tiempo, en el espacio.

Hay que aprovechar nuestra tradición televisual, pues espectadores de diferentes edades acuden con frecuencia a referentes comparativos socializados por ellos mismos en los productos comunicativos. La retransmisión de ficciones artísticas de calidad: Mucho ruido, El año que viene y Oh, La Habana (Cubavisión) ha contribuido a pensar el consumo como un elemento clave para la comprensión de los procesos sociales.

Quizá poco reflexionamos, o no, en una cabal dimensión, en el hecho de modelar la realidad a partir de las funciones de las imágenes y sus valores denotativo (el contenido inmediato) y connotativo (no es lo que se percibe, sino lo que se lee). Las obras mencionadas aportan saberes culturales que permiten descifrar el sentido significativo de lo dicho por personajes o tipos y sus acciones en tramas en las cuales descuellan el tratamiento a la familia, las relaciones entre los adolescentes, la llegada o la partida del amor, la soledad, la esperanza, el odio, el rencor…

Siempre demandamos de lo representado verosimilitud, sobre todo en el caso de las puestas televisivas cubanas. Nunca olvidemos la reflexión del sociólogo estadounidense Neil Postman (1931-2003): “No vemos la realidad como es, sino como son nuestros lenguajes. Y nuestros lenguajes son nuestros medios de comunicación. Nuestros medios de comunicación son nuestras metáforas. Nuestras metáforas crean el contenido de nuestra cultura”.

O sea, es insuficiente presentar hechos o conflictos que interesan a las mayorías, en ellos debe prevalecer una adecuada situación dramática apoyada por efectos sonoros, esta ayuda a bucear en las profundidades de máscaras y ocultamientos hasta revelar el alma, lo más recóndito de la conciencia.

En una entrevista exclusiva para BOHEMIA, el maestro Juan Formell me comentó: “La música que he escrito para películas y audiovisuales en general ha sido pensada con un carácter formativo, esclarecedor de situaciones en beneficio del crecimiento reflexivo”.

Un valioso legado cultural aportó el maestro Juan Formell en textos y músicas de calidad artística.
Un valioso legado cultural aportó el maestro Juan Formell en textos y músicas de calidad artística. / Leyva Benítez

Relatos, personajes pueden motivar venganzas, miedos, relaciones poco afectivas; sería oportuno dialogar con los más jóvenes de la familia sobre dichos sentimientos, los cuales generan en algunas personas actitudes o posturas incorrectas.

Múltiples razones animan a las audiencias al demandar variaciones en la presentación de contenidos y formas en un mundo de visualidades cada vez más fragmentado, donde las transformaciones propias de la modernidad instauran relaciones que la cultura tecnológica prefigura.

¿Existe un método único para lograrlo? De ningún modo, los caminos pueden ser infinitos. Se abren cauces al concebir los guionistas y directores estrechas sinergias entre las imágenes, los valores lingüísticos, sin perder de vista la interrelación dramatúrgica con elementos sígnicos y estéticos en determinados contextos.

Se trata de establecer maneras para llegar al conocimiento y a tantos sujetos como sea posible; involucrarlos en el relato, hacerlos partícipes, conformes o inconformes, deviene el principal desafío de la época actual.

Nada hay de nimiedad cuando la mirada profundiza, deviene estilete, escruta, en lo cardinal de una historia. En ocasiones, silencios sugestivos, desencuentros, omisiones, revelan posturas iracundas, incómodas.

Leer la discreción en determinado texto audiovisual, el tono o la respiración de una frase, requiere de los televidentes implicarse con profundidad, descubrir sensaciones y detalles en el fuero interno. Responder ¿dónde nos reconocemos? corresponde a cada individualidad, hay que hacerlo en tanto ejercicio útil, definitivamente imprescindible.

 

 

 

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