Foto. / Archivo de Bohemia. / Restauración internet
Foto. / Archivo de Bohemia. / Restauración internet

El grito más grande de un mambí

Un oficial mambí encontró, el 7 de diciembre de 1896, los cadáveres del Lugarteniente General Antonio Maceo y su ayudante Panchito Gómez Toro


Sobre la muerte del Lugarteniente General del Ejército Libertador de Cuba, hace 127 años, hay diferentes versiones, recogidas fundamentalmente en el libro La Muerte del Titán, de Miguel Delgado, publicado en La Habana antes del triunfo de la Revolución.

Francisco Gómez Toro, ayudante del Titán de Bronce caído junto a él en Punta Brava, el 7 de diciembre de 1896. / Archivo de Bohemia.

Para esclarecer parte del hecho ha sido de mucha ayuda un informe, casi desconocido, que el entonces capitán mambí José Miguel Hernández Falcón, natural de La Habana, rindió a sus superiores sobre cómo el 7 de diciembre de 1896 él y otros dos insurrectos encontraron los cuerpos sin vida de Antonio Maceo Grajales y su ayudante, el capitán Francisco Gómez Toro, hijo del jefe de las tropas mambisas en la guerra de 1895, Máximo Gómez Báez.

Dicho texto se dio a conocer en diferentes libros, como en Memorias de la guerra, del general de Brigada Enrique Loynaz del Castillo, nacido en Puerto Plata, República Dominicana, el 5 de junio de 1871 y fallecido en La Habana en 1963, para mejor recordación, padre de nuestra gran poetisa Dulce María Loynaz.

Hablaron también del valiente mambí el General de División José Miró Argenter (Cataluña, 1851-La Habana, 1925) en su obra de tres tomos, Crónicas de la Guerra; el General de Brigada Bernabé Boza Sánchez en su diario de campaña; el General de Brigada José R. Castillo, en su autobiografía, y otros autores como Manuel Piedra Martel, Francisco Fina,  Eladio J. González Ramos García, Eusebio Leal Spengler, Azucena Estrada, Eduardo M. Bernal Alonso, Francisco Pérez Guzmán, y nuestro colega de BOHEMIA, Pedro Antonio García, periodista, historiador y Premio Nacional de Periodismo Histórico por la Obra de la Vida 2021, entre otros investigadores y estudiosos de la historiografía mambisa.

Todos ellos coincidieron en reconocer que fue precisamente José Miguel Hernández Falcón, con dos combatientes de otra fuerza insurgente, quienes tuvieron la fortuna de encontrar y cargar los cuerpos sin vida de ambos oficiales,hallazgo consumado felizmente en el Cuartón de Bobadilla, colindante con la finca La Matilde, en el combate realizado el 7 de diciembre de 1896, en la sabana de San Pedro, zona de Hoyo Colorado, en Punta Brava, la provincia de La Habana.

El rescate

El General de División José Miró Argenter, jefe del Estado Mayor de la Columna Invasora de Antonio Maceo, escribió: “Una de las secciones de la caballería de Juan Delgado halló el cadáver del General y de su fidelísimo ayudante Francisco Gómez. Cúpole esta gloria al grupo de José Miguel Hernández Falcón, el cual reconocía todos los lugares de la batalla; y paso a paso llegó al sitio del desastre, y cargó con los muertos. Fueron transportados a una casa o alquería completamente desvencijada (el pozo de Lombillo) y allí tendidos”.

Ante Máximo Gómez contaron el intrépido descubrimiento -según Enrique Loynaz del Castillo en lapágina 41de su obra póstuma-: “Pero poco después llegó el brigadier Silverio Sánchez Figueras con la versión exacta del rescate; que, si lo hubo, lo realizó el coronel Juan Delgado con el grupo de valientes de su Regimiento (…) a cuyo frente iba explorando el campo un bravo oficial, el primero en llegar al cadáver: José Miguel Hernández Falcón. Cuando ellos recogieron los cadáveres, la tropa española acababa de abandonar el campo de batalla. Tras ella iban tres guerrilleros que en rápida búsqueda de algún objeto de valor habían llegado hasta los cuerpos, robando la sortija, el revólver y el machete del General Maceo y rematando de un machetazo a Panchito Gómez. A toda prisa se alejaron”.

Dos páginas más adelante, cita Loynaz del Castillo el informe redactado por el heroico mambí nacido en Calabazar, La Habana, en 1876, aún sin cumplir los 21 años. Lo hizo con tanta sencillez y modestia, que habla en tercera persona, como si no hubiera sido el protagonista directo de la hazaña, en compañía de otros dos patriotas y se autonombra “el exponente”, “el narrante” y “el referente”, para no decir “yo”. 

En cuanto al hallazgo de los dos cadáveres ‒apunta Loynaz más adelante‒, la versión indiscutible es la publicada por el entonces capitán José Miguel Hernández Falcón, que mandaba el primer Escuadrón del Regimiento Santiago de Las Vegas a las órdenes del coronel Juan Delgado. Esta dice así:

“Al terminarse el fuego que sostenía el Lugarteniente General varios de los que ocupaban el flanco derecho ‒Jefes, oficiales y tropas de las distintas fuerzas que allí combatieron‒ se reunieron y fueron en busca del Lugarteniente General Maceo, que (se decía) había sido muerto, ignorándose su paradero o el lugar donde estuviera: que en vista de que no estaban allí presentes en ese momento jefes de mayor graduación, por hallarse ausentes del lugar exacto los generales Pedro Díaz, José Miró y Silverio Sánchez Figueras, el coronel Delgado dijo:El que sea cubano que me siga’. Y ordenó al exponente siguiera por el flanco derecho, acompañado de un sargento y un soldado de la fuerza que mandaba el teniente coronel Isidro Acea; que a poco de haber andado reconociendo el lugar del combate, como a unos 150 metros, le dijo el morenito, soldado de la fuerza del teniente coronel Acea, llamándole la atención: ‘Capitán, allí hay un muerto’. Y fijándose el narrante en la indicación, fue, reconoció sin duda al Lugarteniente General”.

Es oportuno decir que con la impresión que recibiera el primer oficial que vio al Titán de Bronce ya sin vida, profirió un fuerte grito, tal vez el más grande dado en la manigua insurrecta cubana: “¡Aquí está el General!”. “Preguntaron (sigue el informe citado) los mambises del flanco izquierdo de quién se trataba, a lo que contestó el referente: ‘¡Nuestro General Maceo!’. Entonces ellos dieron vivas a Cuba Libre. Y el exponente, aproximándose al cadáver, vio que el cuerpo del general Maceo lo habían despojado de sus ropas externas, dejándole dos camisetas que tenía puestas, el calzoncillo y las medias, pues lo habían despojado hasta del calzado, armas, prendas, dinero, etcétera. Y sobre el cuerpo del Lugarteniente General Maceo descansaba la cabeza de su ayudante Francisco Gómez Toro, destrozados los brazos y el cráneo por los machetazos de los ‘hidalgos’ defensores de la operación. Ambos muertos estaban boca arriba; el general Maceo tenía un balazo en el lado izquierdo de la boca, y otro en la del estómago. A los pocos minutos llegó el coronel Juan Delgado quien se hizo cargo de todo, mientras mandó a avisar a los generales  ‒por donde se habían retirado‒ que vinieran, pues según ellos dijeron, ‘se habían ocupado de organizar las fuerzas para salir al rescate’: hablándoles, el que fue a buscarlos, a un kilómetro de distancia, que cuando encontraron los cadáveres estaban muy cerca ya también los coroneles Dionisio Arencibia, Andrés Hernández, el teniente coronel Sartorio, el coronel Alberto Rodríguez, los comandantes Cayuco y Lago, y algunos otros oficiales, clases y soldados, hasta el número más o menos de 16 a 18 hombres. Ordenó el coronel Delgado cargar los cadáveres entre todos los que allí estábamos; y ya en marcha, como a unos cien metros, más o menos, de distancia, nos encontramos con los generales, que venían ya Y es justo consignar que los coroneles Dionisio Arencibia y Andrés Hernández contribuyen en mucho al descubrimiento de los cadáveres ya mencionados, y que el exponente desea que así conste para la Historia. José Miguel Hernández Falcón”.

De este hecho se habla con admiración en las en varias páginas del libro del general Enrique Loynaz del Castillo, autor de la letra de un himno concebido para el héroe de la Protesta de Baraguá, quien al saberlo expresó: “Quítele mi nombre y póngale Himno Invasor”.

Regimiento Santiago de las Vegas

El archivo y los documentos del Regimiento de Santiago de Las Vegas se perdieron con la caída del coronel Juan Delgado, en el potrero de Pastrana, cerca del poblado de El Cano, en La Habana, junto a sus hermanos Donato y Ramón.

El coronel Juan Delgado González, nacido el 17 de diciembre de 1868 en la finca El Bosque, en el barrio Beltrán de Bejucal, se había establecido con su familia en la calle Habana (hoy calle 2) en Santiago de Las Vegas, en 1884.

José Miguel Hernández Falcón, veterano mambí, en los primeros años del siglo XX. / Autor no identificado

Se unió al Generalísimo Máximo Gómez en ocasión de la toma de Bejucal, y a los pocos días participó en el combate del ingenio Mi Rosa y por su conducta allí, el General en Jefe lo nombró Capitán Reclutador en la comarca, subordinado a él. Así se inició el reclutamiento del futuro Regimiento, que llegó a tener 526 hombres, con personal de Santiago de Las Vegas, Rincón, Bejucal, La Salud, Quivicán, San Felipe, Managua, Boyeros y Calabazar.

Entre los primeros hombres captados para la lucha estuvieron los jóvenes Dionisio Arencibia Pérez, natural de Managua, más tarde segundo jefe del propio regimiento y el calabaceño José Miguel Hernández Falcón, quien asumió como jefe del primer Escuadrón del Regimiento.

El propio José Miguel Hernández Falcón combatió en diferentes acciones, como las de Calabazar, Toledo Viejo, Quivicán, Volcán, los Callejones del Macheteo, de la Pica-Pica, y del Patrón, entre otras, antes de combatir junto a las tropas encabezadas directamente por Maceo.

El mambí protagonista del hallazgo del cuerpo del Titán de Bronce nació en Calabazar y murió también allí, en 1926, con 50 años. Antes de incorporarse a la lucha, criaba caballos de buena clase y los sabía domar y montar como pocos, igual que su hermano Aniano. Peleó muy cerca de Maceo en las últimas horas de la vida de este. Aquel el 7 de diciembre de 1896 era capitán y posteriormente, en 1897, fue ascendido a comandante y a teniente coronel en 1898.

Los héroes de la búsqueda

Diecisiete mambises ‒de ellos 13 del Regimiento de Caballería de Santiago de Las Vegas‒ buscaron, machete en mano y en sus respectivas cabalgaduras, los cuerpos de Maceo y su ayudante Panchito. Fueron ellos: los coroneles Juan Delgado, Alberto Rodríguez Acosta, y Ricardo Sartorio Leal; el teniente coronel Dionisio Arencibia Pérez; los capitanes José Miguel Hernández Falcón, José Cadalso Cerecio y Ramón Delgado González. Los tenientes coroneles Ignacio Castro Ruiz, José María Herrera Roig, Emilio Laurent García e Hilario Llanes Sánchez. El sargento Anacleto Merchán Rodríguez y los soldados Esteban Carmona Collazo, Herculano Rodas Hernández, José Herrera Ayala, Antero Castañas y uno conocido por “El Loco”.

El teniente coronel Dionisio Arencibia, que residió y murió también en Calabazar, marcó con el machete un árbol para identificar la fosa donde Pedro Pérez Rivero y sus tres hijos Romualdo, Leandro y Ramón ocultaron los restos ilustres de Maceo y Panchito.

Comparte en redes sociales:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Te Recomendamos