El hábito de una conciencia crítica

Desterremos la complacencia con lo realizado para las pantallas mediáticas en beneficio de incorporar en los públicos saberes, novedosas maneras de ver y construir las realidades de nuestra sociedad


En todas las relaciones humanas ocurren dinámicos procesos de interacción. Lo que usted no vio o escuchó se lo contaron. Alguien agregó su parecer, a veces sin una preparación sustentada en investigaciones, saberes, constantes superaciones, sí, en plural, pues incluyen lo personal y lo profesional.

Vivimos en un mundo interconectado, si bien la televisión no es la única responsable del enriquecimiento cultural de las personas sin límites de edades o sexos, mucho puede hacer por ellas. A los avances tecnológicos, a las buenas intenciones, urge añadir ideas, planteamientos estéticos, actitudes positivas. Resulta imposible establecer diálogos con los nativos digitales, en su mayoría ansiosos de obtener conocimientos mediante las experiencias audiovisuales vividas en diferentes formatos.

Suele ocurrir, a veces, que algunos equipos creativos aseguran sentirse satisfechos tras la labor realizada. Sin embargo, ese resultado carece de artisticidad en sus presupuestos dramatúrgicos, dirección de actores, selección del casting... Lamentablemente devienen brechas abiertas a la inconsistencia del relato ficcional.

Foto. / Leyva Benítez

El arte emerge de la vida. Pensemos, qué se selecciona de ella, cómo recrear el acto de internarse de manera verosímil en el tejido social. Lo patentizó Tony Ávila, invitado al programa Entre manos (Cubavisión, martes, 9:45 p.m.) con guion de Rey Montalvo, quien conduce junto a Marta Campos la emisión dirigida por Juan Carlos Travieso. Las piezas del trovador forman parte de la banda sonora de nuestra sociedad. En este sentido lo testimonian sus canciones Atrapasueños, Cuatro paredes para amar, La choza de Chacho y Chicha y Científicamente negro.

De ningún modo existen narraciones sin identidades. Cada espacio es un signo complejo, sus componentes tienen prominencia en la totalidad del conjunto integrador de la forma y el contenido. El desarrollo de la tecnología trasciende las transformaciones de equipamientos en artefactos más sofisticados, estos requieren ser pensados en tanto gestores de lenguajes y escrituras.

Falta sistematicidad en mantener dicho empeño en nuestra televisión pública. ¿Por qué realizadores, guionistas, actores, actrices, fotógrafos, asesores y directivos rechazan ver, valorar, resignificar lo transmitido sin una complacencia edulcorada?

Coexisten junto a las formas canónicas del medio televisual nuevos formatos –marcan tiempos y estilos diversos-, mezclan convenciones clásicas e innovadoras. La TV exige una estética del impacto, de la comprensión inmediata, opera en sensaciones, conciencias y gustos.

Hoy es esencial cultivar el hábito de una conciencia crítica. En las redes sociales y otras plataformas proliferan textos basados en la colonización cultural, que de ninguna manera es inocente. El paisaje “bonito”, el rostro bien maquillado, pero inexpresivo, la escena resuelta de forma mimética… En fin, añadir más de lo mismo sin una reformulación vanguardista en el tratamiento narrativo televisual empobrece la libertad de aprender a ver.

Considerada bien simbólico, la puesta artística existe para quien posee la capacidad de apropiársela y descifrarla. Los contextos forman parte del marco de referencia donde la acción comunicativa se produce; por tanto, le conceden prominencia al núcleo germinativo del resultado en pantalla, le otorgan connotaciones a códigos y signos, establecen asociaciones y juicios de valor.

Notables guionistas, directores, productores y otras figuras de las diferentes manifestaciones artísticas son geniales no porque hacen un derroche extraordinario de técnica, alardes estilísticos y lingüísticos, sino porque sus experimentos ofrecen a los públicos una visión más perfecta de la verdadera condición humana. Pensémoslo.

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