El hombre a quien La Coubre multiplicó por cien

El atentado a La Coubre dejó un centenar de fallecidos, 400 heridos, más de 80 niños sin padres. / Fotocopia Pastor Batista
El atentado a La Coubre dejó un centenar de fallecidos, 400 heridos, más de 80 niños sin padres. / Fotocopia Pastor Batista

Finalmente logró la desagradable señora de la guadaña lo que nunca pudo hacer con Julio César Góngora Rodríguez durante cientos de cruciales momentos, incluidos los de aquel 4 de marzo de 1960, en cuyo cuadrante la historia, abochornada, inscribió uno de los sabotajes terroristas más brutales contra la Revolución Cubana: la voladura del vapor francés La Coubre, mientras realizaba operaciones de descarga en el puerto de La Habana.

Con él, con Góngora (como entrañablemente le seguirán llamando los tuneros) conversé más de una vez acerca de los sucesos de aquel día. Y, aunque la parte material de su cuerpo descansa ya, con él también me parece dialogar ahora, a la luz de este 2022, por intermedio de apuntes y de recuerdos que he conservado con una dedicación prácticamente familiar y que suelen reavivarse por esta fecha.

Preste, por tanto, atención usted: amigo lector, imaginariamente sentado frente a ese hombre alto, algo achinado, de amplias entradas, mirada incisiva, semblante afable, hablar muy preciso y esa capacidad envidiable que tienen ciertas personas para ir al grano y llamar cada cosa por su nombre.

“Cuando ocurrió la primera explosión yo estaba trabajando en la oficina de Osmany Cienfuegos, entonces ministro de Obras Públicas –comenzó a contarme Góngora una tibia tarde del año 2001, allí, en la salita del apartamento familiar, mientras Ana Gloria Camacho, su amada esposa, me extendía una taza de humeante café.

Fotocopia de un trabajo acerca de Góngora, publicado por Granma en julio de 2001.
Fotocopia de un trabajo acerca de Góngora, publicado por Granma en julio de 2001.

“De inmediato varios compañeros nos dirigimos al lugar de los hechos –prosiguió mi interlocutor–. Yo entré al barco y comencé a socorrer. Había muchos muertos. La primera víctima que saqué era un hombre que estaba en la cubierta con los brazos doblados hacia atrás. Fue una impresión terrible: al levantarlo vi que ya no tenía cuerpo de la cintura hacia abajo. Había restos de personas por dondequiera, llamas, gritos, confusión…

“Sin perder tiempo nos organizamos para, a la vez, sacar la carga. En eso estábamos, cuando alguien gritó que el barco explotaría. Lo último que recuerdo fue que me tiré al piso para protegerme. El resto lo conozco por el relato de un miliciano del mismo ministerio donde yo trabajaba. Debo haber volado por el aire, pues mi cuerpo apareció, todo ensangrentado, en el muelle. Me reportaron como muerto. Fue el propio miliciano, un rato después, quien notó que yo todavía estaba vivo.

Los archivos de Granma conservan esta imagen.
Los archivos de Granma conservan esta imagen.

“Así, inconsciente, fui llevado al antiguo hospital de Emergencias, y después al Militar. Tenía fracturas en un tobillo, en un brazo y fisura en el cráneo. Pero lo peor estaba dentro: la onda expansiva me había desgarrado los intestinos. Hubo que operarme. Estuve dos años con una colostomía o desviación del colon. Luego vino un injerto. Me han intervenido quirúrgicamente ocho veces. Todavía padezco hemorragias, diarreas y otros trastornos. Tengo limitaciones para alimentarme. No puedo comer nada que tenga alto contenido sólido…

“Se habla de unos 3 000 muertos como consecuencia de las actividades terroristas contra nuestro país, pero yo pienso que son más, porque cuántas personas pueden haber fallecido después, como secuela de esas acciones. Yo mismo pude morir en cualquiera de las ocho operaciones que me hicieron”.

Duro de pelar

A este hombre el sabotaje terrorista lo multiplicó por cien. / Pastor Batista Valdés
A este hombre el sabotaje terrorista lo multiplicó por cien. / Pastor Batista Valdés

Como no puedo compartir contigo ya la tacita de café o quizás la línea de ron que con toda seguridad me brindarías a bordo de tu más cándida sonrisa, entonces permíteme, compadre, contarles a las actuales y futuras generaciones lo duro de pelar que fuiste desde niño y una parte de lo que, adolescente aún, empezaste a hacer por esta Cuba que fue niña intocable para ti:

Molestarte no puedes –siendo ferviente y perpetuo defensor de lo estratégico que resulta contar y preservar la historia– si empiezo por recordar que con solo 13 años andabas enrolado ya en actividades de la Juventud Socialista, allá por la zona de Mir (en la actual provincia de Holguín); que en diciembre de 1957 tomaste el monte rebelde junto con otros familiares, desde los llanos del Cauto o que, formando parte de la tropa del Che, participaste en la contraofensiva guerrillera en la Sierra Maestra.

¿Acaso puede imaginar alguien que después de haber vivido momentos así, un hombre puede aflojarse por las mencionadas fracturas craneanas y de extremidades o por el desastre que la onda expansiva dejó en su vientre e intestinos?

Lejos de frenarlo, los cuatro días sin conocimiento en el hospital marcaron nuevo punto de despegue para reemprender una testaruda marcha… hasta el supuestamente final de sus días (15 de abril de 2021) como consecuencia de un infarto cerebral.

“Es que estoy vinculado al trabajo desde los ocho años de edad –me dijo aquella tarde– y ya no puedo vivir sin estar haciendo algo.

De casco y botas bien puestos

Diré que las secuelas de la maldita explosión fracturaron tus sueños de graduarte en la apasionante especialidad de aviación, allá en la entonces hermana República de Checoslovaquia. Pero debo añadir que nada te impidió seguir con las botas bien calzadas

Fotocopia de un trabajo acerca de Góngora, publicado por Granma en julio de 2001.
Fotocopia de un trabajo acerca de Góngora, publicado por Granma en julio de 2001.

Lo confirmaron 10 años en la Isla de la Juventud, al frente de un plan de desarrollo ganadero; la decisión de volar el muro de aquella presa (algo que todos imaginaban desaprobaría Fidel y terminó felicitándote), las estoicas jornadas de casco blanco y sudor en todo el cuerpo allá por Mantua, en el aeropuerto de Pinar del Río, en vías férreas del Complejo Agroindustrial 30 de noviembre…

Muchos de quienes te conocieron quizás ignoren que a pesar de todas las molestias que, abdomen adentro y de por vida, te dejó La Coubre, le metiste el pecho, con todo, al acueducto de El Gato, para llevar agua desde Madruga hasta la ciudad de La Habana y que el canal de la Presa Juan Sáez lleva el sello de tu constancia, del mismo modo que las 300 hectáreas e instalaciones del programa de desarrollo del camarón en Santa Rosalía, al sur de la geografía tunera…

Ni por asomo imagine alguien que medie un propósito apologético en estos párrafos. El primero en “plantarse” contra ello sería el propio Góngora. Solo que, como él, cientos, miles de cubanos tuvieron su historia, muchas veces anónima, vinculada a distintas etapas de la lucha por la liberación, posteriores al triunfo o a acontecimientos como los de La Coubre.

Fíjense si es así, que aquella misma tibia tarde, cuando se me ocurrió hacerle una última pregunta, sin detenerse ni por un instante a preparar la respuesta, Julio César Góngora se inclinó ligeramente hacia adelante y clavando su mirada en mis ojos dijo:

“Si volviera a verme frente a otra situación como la vivida en La Coubre, puedes estar seguro de que no lo pensaría dos veces: entraría, sin que nadie me lo pidiera, a salvar vidas, a salvar la carga, aunque vuelva a volar por el aire y me den otra vez por muerto. Es lo menos que un cubano puede hacer por su tierra, luego de tantos años de libertad, aprendiendo día tras día de un hombre como Fidel, siempre al frente”.

 

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7 comentarios

  1. Así es, amigo Andrés. Lamentablemente hay muchas cosas que desconocemos, muchos cubanos con una trayectoria hermosísima que no sabemos. Muchas veces ese desconocimiento obedece a la modestia de esa gente humilde, sin pretensiones. Otras es porque como periodistas no hurgamos en el muy fértil vientre de la sociedad, en nuestros propios barrios incluso. Pero caramba, cómo vale la pena escribir acerca de hombres y de mujeres dignos, sencillos, heroicos. Gracias por tu comentario y un abrazo.

  2. SI TODOS LOS HUMANOS DEL MUNDO EN LA HISTORIA HUBIESEN SIDO SALVAVIDAS SOCIALISTAS COMO JULIO CESAR GONGORA RODRIGUEZ Y COMO LO HAN SIDO MUCHOS MAS EJEMPLOS PARA NUESTRA ESPECIE’LA HUMANIDAD SERIA HOY COMO UNA SOLA FAMILIA COMO YA FIDEL LO DIJO:»ALGUN DIA LA HUAMANIDAD TENDRA QUE SER COMO UNA SOLA FAMILIA SI SOBREVIVE A LOS DESASTRES NATURALES,ETC..

  3. Una historia para no perdérsela. El ejemplo inspirador de un sencillo hombre excepcional, empecinado sobreviviente de una honda herida, abierta y dolorosa, infligida a la Patria, que no olvida.

  4. Ayer me comentaba mi amada esposa que ya es hora de ir compilando experiencias así y ofreciéndoles su justo lugar. Esa -me insistía- es parte de la historia posterior a 1959, protagonizada por hombres y mujeres de pueblo, con una trayectoria digna de ser conocida y reconocida por las actuales y futuras generaciones de cubanos, así como referentes de una obra que ha permitido nuestra continuidad histórica como Revolución, como país libre e independiente. ¿Por qué nombres como el de Julio César Góngora -y otros muchos más- no pueden honrar, en su barrio, en su pueblo, en toda Cuba, a una escuela, a un círculo infantil, a una fábrica…? -decía mi compañera. Y yo, que conozco numerosos casos similares, pienso que tiene mucha, mucha razón. Gracias, amigos lectores, por la sensibilidad que advierto en ustedes mediante sus sinceros comentarios.

  5. Pastor tiene mucha suerte tu esposa por tener a alguien que ama y escribe la historia de la forma que lo haces. No conocía de Julio César Góngora, realmente nunca lo había escuchado mencionar pero gracias a ti, se ha convertido en otro de los héroes de este país.
    No dejes de escribir con tanta claridad y amor. Todo lo que escribes merece ser leído y yo lo leo. Maite

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