El imaginario social y otros desafíos

En la actualidad, las historias audiovisuales se adecuan al panorama instaurado por la comunicación en la era de internet, esta genera transformaciones condicionadas por el uso y la disposición de los nuevos medios que pasan a ser colaborativos. El acceso a textos diversos sustituye las rutas clásicas de producción, programación, distribución, por una visión aglutinante de los procesos mencionados.

La TV cubana afronta desafíos múltiples en cada jornada, debe asumirlos con creatividad, mediante recursos tecnológicos, puestos en manos expertas, ideas y pensamientos que contribuyan a la expansión de capacidades mentales. En la red, cada persona acude a modalidades propias de acceso a diferentes narrativas, manifiesta habilidades de lectura, participa en la contextualización de lo contado en la obra abierta que reelabora.

La realidad es una construcción discursiva que los medios producen en base al imaginario social, entendiendo este como el conjunto de creencias, mitos, frustraciones y deseos que en cierto modo constituyen la idiosincrasia de cada sociedad.

Según el maestro Chucho Cabrera, Premio Nacional de Televisión: “guiones y realizaciones de ficciones debe ser provocativos, sugerentes, dejar profundas cargas reflexivas en las mayorías”.

El maestro Chucho Cabrera ha dirigido ficciones de calidad artística que lograron notable impacto en los públicos. / Leyva Benítez

En tal sentido, la serie Promesas (Cubavisión, domingo, 8:45 p.m.) lleva implícita en cada texto una teoría filosófica, que debe ser descubierta en él, refigurada dentro de un corpus general; incluso los discursos en apariencia inocentes tienen un mensaje, exigen la inteligencia lectora, el análisis de los sentidos ocultos de los relatos.

Al televidente corresponde detectar el punto de vista predominante en textos e imágenes y en procesos de enunciación que presentan la intencionalidad del emisor, es decir, la dimensión cultural que conlleva potenciales efectos en el destinatario.

Como sabemos, educar desde la comunicación permite que, lejos de recibir productos seudoculturales, se reconozcan las obras valiosas, formativas, entretenidas, y se desechen las que no lo son.

Las audiencias son productoras simbólicas, crean sentido a partir de visualidades no siempre explícitas. Ver e interpretar exige, más que el disfrute del entusiasmo o la mera contemplación, la responsabilidad ante las pantallas, las cuales suelen crear nexos poderosos difíciles de romper.

En algunas puestas de Promesas la violencia no se define solo por el espacio físico en el cual ocurre, sino por las relaciones de poder, la naturaleza de los vínculos entre las víctimas y sus agresores. Es preciso reflexionar, además de mirar, los modelos, acciones devenidas actos de agresiones físicas, psicológicas, simbólicas e institucionales.

Todas las relaciones humanas están mediadas por procesos de interacción. Según el académico Henry Jenkis, “la convergencia no ocurre en los dispositivos electrónicos, sino en la mente de los consumidores y en sus interacciones con otros”.

En un mundo interconectado, si bien la TV no es el único responsable del enriquecimiento cultural, mucho puede hacer por los destinatarios. A los avances tecnológicos, a las buenas intenciones, hay que añadir valores estéticos, actitudes positivas, que seduzcan a los nativos digitales, en su mayoría ansiosos por obtener conocimientos mediante las experiencias audiovisuales que cada momento viven en la red.

Teniendo en cuenta dichos contextos, ¿de qué manera enfrentar paradigmas hegemónicos, prejuicios, conductas discriminatorias por el color de la piel, el género, la orientación sexual, creencias religiosas, que limitan el pleno ejercicio humano?

Es imprescindible, ante todo, la identificación de los productos comunicativos sexistas, pues contienen cierta tendencia a privilegiar la belleza por encima del talento, la inteligencia, los conocimientos y otros valores atribuidos desde tiempos inmemoriales al llamado “sexo fuerte” por la cultura androcéntrica, machista arraigada en costumbres, prácticas diarias, juicios sobre lo masculino y lo femenino.

Hay que implicarse a fondo en las lecturas de audiovisuales, más que pasar el rato, ellos demandan pensar detenidamente en nosotros mismos y en la familia.

 

 

 

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