El rastro de las hormigas

Demográficamente, la población de la Isla decrece y envejece. Nuevas políticas van en busca de revertir indicadores con tendencias negativas, así como de desalentar las migraciones internas que despueblan las zonas rurales y viabilizar la participación de cubanos en el exterior en los procesos social y económico del país


Encaramados en una gráfica de barras, insertas en una porción de una gráfica de pastel, a horcajadas sobre una flecha de tendencias o microscópicamente estancados dentro de una celda de libro de Excel, todos somos un guarismo, una anónima estadística. Somos hormiguitas. Somos población.

Y si nos movemos hacia lo lejos o un poquito más cerca, incluso si no salimos de casa; si respiramos o dejamos de hacerlo, todo comportamiento humano individual, más otro y otro y otro más, puede transformar estrepitosamente la estructura del país, para bien o para mal, como mismo –dice el viejo proverbio chino– el leve aleteo de una pequeña mariposa se puede sentir al otro lado del mundo.

Aun por imposible, energéticamente hablando, el holístico pensamiento es algo que no desdeñan los matemáticos y físicos seguidores de la teoría del caos. Por supuesto, aclaran estos científicos, el resultado de algo depende de distintas variables y es imposible de predecir. Aun así, de alguna manera la críptica filosofía les inspira a desarrollar modernos trucos para estudiar ciertos tipos de sistemas complejos y sistemas dinámicos.

La dinámica demográfica, en tanto, la van definiendo cada vez mejor los estudiosos de la población mientras observan estadísticamente las caracterizaciones poblacionales de los territorios, con la paciencia de mirmecólogos que siguen sin parpadear el rastro de las hormigas.

Por eso los demógrafos bruñen su lupa social para monitorear, en los grupos humanos, indicadores como la fecundidad, la mortalidad, las migraciones, los recursos laborales, la familia, el envejecimiento demográfico, la distribución espacial de la población y otras “pequeñeces”.

Mas, lo que ven en Cuba, al parecer, no les va cuadrando. Según las tabulaciones de datos realizadas por el Centro de Estudios Demográficos (Cedem) de la Universidad de La Habana, los de la Isla se colocan entre las poblaciones más envejecidas de América Latina, con 21.8 por ciento por encima de los 65 años.

A tenor con diversas proyecciones, para 2050 el país estará ubicado en las primeras posiciones de la lista de naciones más longevas del mundo, sumada la previsión de contar con 30 por ciento de su gente por encima de las seis décadas vividas.

Los cubanos atraviesan una situación demográfica compleja, alertan los estudiosos, ya que se les ha puesto cuesta arriba conseguir el reemplazo generacional necesario para engordar las franjas etarias juveniles. Su población lleva un quinquenio decreciendo, al tiempo que mantiene bajos números de nacimientos y ve espumar ante sus ojos el ritmo de defunciones.

Si no parecieran suficientes estas alarmas, sépase que sigue aumentando significativamente el monto de personas en el exterior, aunque este no es fenómeno nuevo: durante más de 50 años, la migración internacional ha dejado un saldo negativo.

Escríbase, pues, como un tatuaje breve e indeleble: el país decrece y envejece poblacionalmente.

Todo se complica más cuando los demógrafos descubren otros trillos hormigueros que marcan una tendencia existente en la movilidad interna, desde zonas rurales hacia pueblos y ciudades de la zona urbana del archipiélago. Este particular provoca un impacto significativo en la población económicamente activa en los polos de producción de alimentos.

Es decir, con la misma facilidad con que un mago tuerce un globo de salchicha y obtiene la figura de un perro, así se anudan las migraciones internas y hacia el exterior, provocando nuevos desajustes en la colonia de hormigas, desde el montículo hasta los túneles. Hasta dejar vulnerables las cámaras de cría, de almacenaje de comida y hasta la de acoplamiento.

Las migraciones desde zonas rurales hacia pueblos y ciudades provocan un impacto significativo en la población económicamente activa en los polos de producción de alimentos. / José M. Correa.

Políticas para un grafiti

Si bien siempre existieron ciertas atenciones al tema de población, en las últimas cinco décadas la problemática demográfica comenzó a ganar paulatinamente mayor celo académico y gubernamental.

Tras más de un siglo de vaivenes migratorios, después de ser la Isla un receptor de inmigrantes hasta el primer tercio del siglo XX y luego convertirse en emisor de emigrantes –con matices diferenciadores y específicos marcados por el triunfo revolucionario de 1959–; después de tanto tiempo y tanta tempestad, la nación sintió la necesidad impostergable de tener una institución experta en el estudio de la población. Gracias a este apuro científico nació el Cedem, el 9 de febrero de 1972.

Si entonces Cuba era un país de jóvenes y su saldo de emigración positivo, con el tiempo esa condición fue cambiando. Por eso, en los últimos años, el gobierno ha otorgado protagonismo al asunto. Pero los esfuerzos, aseguran los expertos, aún resultan insuficientes.

¿Y por qué se necesitaría hacer más? La respuesta no es más larga que un texto de grafiti: El principal recurso con que cuenta un país es su población. Por tanto, es imprescindible conocer su evolución y características.

En 2020, el primer ministro de la República, Manuel Marrero Cruz, aprobó la constitución de los Grupos de Atención a la Dinámica Demográfica (GADD) y de los Observatorios Demográficos en todas las provincias del país, en cumplimiento del Programa Atención a la Dinámica Demográfica.

Por su parte, la Asamblea Nacional del Poder Popular, durante el X Período Ordinario de Sesiones de la IX Legislatura, realizado en diciembre pasado, abordó los avances correspondientes a la política de atención a la dinámica demográfica, aprobada en el año 2014 y actualizada en abril de 2022.

Tal actualización, dijo entonces Marrero Cruz, busca atender las causas que provocan la migración interna y externa, en función de reducir estos flujos, mitigar el despoblamiento de municipios y zonas rurales, y trazar políticas que viabilicen la participación de cubanos residentes en el exterior en los procesos social y económico del país.

La ejecución de esta política, añadió, debe caracterizarse por un “cambio de mentalidad”, pues en Cuba el tratamiento de la migración, sobre todo la externa, se ha politizado durante años, en muchos casos minimizado su efecto o, sencillamente, omitido.

Se hace impostergable entonces desmarginalizar al emigrante y borrar el pensamiento que lo ubica como sinónimo de contrarrevolucionario.

Nuevos imaginarios

“Cuba tiene que buscar en el imaginario, en su subjetividad, que para producir alimentos tiene que tener población. Y si no tiene población dedicada a eso, entonces, el paradigma de que todo el mundo tiene que ser universitario no funciona”, aseveró a BOHEMIA, de pe a pa, el doctor Antonio Aja Díaz, director del Cedem, sociólogo por más señas.

Aclara el experto que eso no quita que todos aspiren a alcanzar un buen nivel de vida. Tampoco debe ser el socialismo de pobreza, porque la vitrina del capitalismo estimulará las migraciones por urgencias económicas.

Celebrado a propósito de cumplirse 51 años de la fundación del Cedem, un reciente taller nacional hizo balance y emitió perspectivas sobre la situación poblacional. De alguna manera, además, consiguió encapsular la fórmula de cómo atender hoy la dinámica demográfica en Cuba.

Las economías de países emisores –China, India, Vietnam– funcionan en gran medida con la circularidad de la migración, asevera el doctor Antonio Aja Díaz, director del Centro de Estudios Demográficos. /cuba.unfpa.org

En primer lugar, expuso, se deben cambiar los imaginarios en torno a la migración y verla como un proceso circular; apostar al mayor número de nacimientos posibles, pero sin aspirar al reemplazo demográfico; y, sobre todo, ver el envejecimiento como una etapa de la vida que puede ser activa y productiva, no necesariamente de pérdidas, invalidez y dependencia.

También circuló los desafíos más notorios que se deben superar. Llamó a focalizar la atención a la dinámica demográfica hacia las diferencias territoriales y locales, por zona de procedencia, edad, color de la piel, entre otros.

También resulta necesario disminuir el embarazo y la fecundidad adolescente, atendiendo particularmente a las diferencias territoriales; junto a la atención a las familias, que tendrán cada día un tamaño menor y funciones más complejas que asumir.

Precisó, igualmente, que se necesita continuar el perfeccionamiento de la política migratoria y hacia la emigración cubana, a tono con la Constitución de la República. De tal suerte, se buscará incidir en la disminución del saldo migratorio externo negativo y la presencia de población joven en plena capacidad productiva y reproductiva, necesaria para la estrategia de desarrollo económico y social nacional.

Para esto, debe propiciar la circularidad de los movimientos internacionales de la población. Es decir, que pueda el emigrado retornar y participar activamente en el desarrollo del país.

Dicho en otras palabras, la política migratoria debe convertirse en un fenómeno funcional para la estrategia de desarrollo nacional.

No es un reto menor ordenar y controlar la intensa migración interna, para lo cual se requiere una estrategia que responda a las necesidades del desarrollo económico social del país y las vincule con la existencia de amplias y profundas redes sociales de migrantes internos en todos los territorios y localidades. Desde luego, tal vinculación incluye los derechos de movilidad de la población.

Asimismo, la fórmula “mágica” será lograr una integralidad de las acciones que reconozcan a la población como objeto y sujeto del desarrollo y abarquen a todas las políticas que inciden en la dinámica demográfica: la economía, la salud, la educación, la cultura, el medioambiente, lo jurídico, la comunicación y, en general, lo social.

Todo para que no se nos encime un futuro de pesadillas en el que un abuelo, reclinado en su taburete, hable sobre sus hazañas en total soledad: sus nietos, o no han nacido o se fueron silbando como hormigas por el sendero.

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