El riesgoso juego de la vida real

Un intenso diálogo propone desde su contenido recreado artísticamente el filme La mujer salvaje, dirigido por Alan González, una de las cintas que opta en la categoría ópera prima por el Premio Coral, en la edición 44 del Festival internacional del Nuevo Cine Latinoamericano  


Puede suceder que la existencia se vuelva hacia el cine, al apropiarse este de intrincados y misteriosos diálogos emocionales.

Mediante historias propias y ajenas, en el quehacer de guionistas, directores y equipos creativos, afloran desasosiegos, angustias, silencios, sentidos del límite, secretos sorprendentes. Asumen densas redes de interpelaciones de lo real desde el punto de vista, la verdad artística, y el tono elegidos por quienes recrean el relato en la pantalla grande.

Sin embargo, en ocasiones, la sinopsis de un filme apenas roza su inmenso poder indagatorio. Ocurre con la síntesis sobre el largometraje La mujer salvaje que registra el diario del Festival: En un barrio pobre de La Habana, una mujer sobrevive a una sangrienta pelea entre su esposo y su amante. En un intento desesperado por salvar a su hijo del escándalo, decide fugarse con él, pero un video del incidente ya se ha vuelto viral.

El examen feroz de lo acaecido estremece a través de la concepción dramatúrgica en el guion de Nuri Duarte y Alan González, director de la puesta cinematográfica. Lúcida, tensional, la trama hurga en hechos y circunstancias dadas por fuertes indicios de lo marginal.

La guionista Nuri Duarte y el niño actor Jean Marcos Fraga recrean lo vivencial en una trama de fuerte connotación social.
El director Alan González logró un filme propositivo de ideas y reflexiones.

A modo de estilete las escrituras lingüística y visual revelan el proceso de mutaciones del yo implícito en personas y máscaras que las acompañan.

Ciertamente, la tragedia es inconmensurable. Esa suerte de barroco del acontecer la llevan adelante Lorenzo Casadio, director de fotografía, y Joanna Montero, en el montaje.

Lola Amores demuestra con su Yolanda que es una primera actriz.

Ninguno de los dos, tampoco el director Alan González, exaltan construcciones dañadas, sombras o suciedades de la ciudad. Este descubrir, intencionado en algunos filmes, no es un motivo oportunista en La mujer salvaje. Aquí lideran lo verosímil y la legibilidad de historias abiertas a lo trágico de varias existencias.

Pero, sin duda, el curso del estilo narrativo lo lleva adelante una mujer-personaje, Yolanda. Ese protagonismo dual, exquisito, lo defiende magistralmente Lola Amores. Su densidad emocional borda los matices del aprendizaje, y en dicho proceso, participa el espectador.

Orgánica en el desempeño actoral, demarca sutilmente cada intención. Es consciente de su error trágico. Este no le permite la vuelta atrás, y ese error, más las circunstancias dadas, desataron la gran tragedia.

No obstante, en este filme, el amor salva. Y la historia concluye con un final feliz no tan trágico. Yolanda reencuentra a su hijo. Ese nexo es elocuente en la interpretación del niño Jean Marcos Fraga.

Alan González advierte sin didactismo lo que puede decir una película al adentrarse en zonas densas, profundas de la realidad, saca a flote la parte sumergida del iceberg.

Las películas cubanas siempre motivan el interés de públicos diversos.

Aborda problemáticas de connotaciones social y humana, entre ellas las violencias sexual, psicológica, física.

Sin estridencia, expone  las relaciones de poder y la naturaleza de los vínculos entre las víctimas y sus agresores. Tal vez, poco reflexionamos acerca de cómo las personas violentas y sus acciones transforman asuntos íntimos en hechos públicos. Urge reflexionar sobre la trascendencia de un fenómeno individual de repercusión social.

La película expresa manipulaciones y ocultamientos, estos salen a la luz para legitimar el dominio masculino, y la forma de ejercer y mantener el control.

Su dinámico panorama sugiere interrogantes: ¿por qué este filme trágico, duro, escatológico, seduce a las mayorías? ¿Su discurso tiene la posibilidad de enriquecer un documento antropológico y sociológico aun cuando los creadores son conscientes de que el arte se comporta como una aproximación subjetiva, incompleta, a lo real?

Interpretar La mujer salvaje merece ser un ejercicio creativo. El equipo técnico y artístico trató lo que puede ocurrir aquí y ahora, sugiere pistas e ideas, propicia comprender estrategias de una narrativa orientada a meditar sobre verdades a medias, prácticas de dominación y maltratos.

Alerta sobre el riesgoso juego de la vida real. Y lo hace de manera sensible, inteligente, fiel al arte cinematográfico.


CRÉDITOS

Foto. / Leyva Benítez

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