En defensa de las cubanas

Frente a una voz parcializada, superficial, que describía a las nacidas en la mayor de las Antillas como indolentes y desocupadas, se alzó el fervor de la intelectual Berta Arocena


Despuntando 1940, una crónica publicada en Vogue no podía dejar de ofender a algunos lectores y lectoras cubanos o motivar la burla de otros. Correspondía a la edición del 15 de enero y la firmaba Clarita de Forceville, quien colaboraba desde hacía años con esa revista estadounidense. Las ilustraciones mostraban vallas de gallos, cabarets, campos de golf.

Más que como una cronista, Clarita de Forceville actuó cual una deplorable agente de publicidad. / collections.library.yale.edu

La condesa devenida cronista narraba su reciente visita a La Habana y cómo había descubierto un paraíso donde todos vivían felices; hasta en las familias más pobres la existencia era agradabilísima (no sé si utilizaba el término con estupor o con ironía), a los padres no les preocupaba que los niños corrieran desnudos y únicamente comieran plátanos.

Abundaba en detalles sobre la falta de puntualidad de los nacidos en Cuba, su recurrente disfrute del daiquirí, los entremeses picantes y otras delicias gastronómicas; los pregones, el ruido citadino, las orquestas en las playas de Marianao. Y mencionaba los mejores lugares para adquirir un souvenir, cenar, beber, fiestar.

Entre tantos desatinos, asombraba su visión ¿ingenua, maldiciente? acerca de las hijas de Eva en este archipiélago. Según sus palabras, no solo sentían pavor a exponerse al sol, concebían hijos en grandes cantidades y luego los aplastaban con su cariño, sino que eran incapaces de aprovechar la inteligencia con la cual habían sido dotadas.

Mucho me gustaría saber si la réplica de la periodista Berta Arocena, quien redactaba en el periódico El Mundo la sección Una voz de mujer, llegó a los ojos de la “reportera”. Si esta sintió al menos un poco de vergüenza o se encogió de hombros con cinismo y aires de superioridad.

Aquella respuesta en defensa de sus compatriotas apareció en el referido diario el 27 de enero (página 3), bajo el título de Enfoque alcohólico de una turista. El siguiente 4 de febrero BOHEMIA aplaudió la protesta y junto a la traducción del malhadado texto de Forceville colocó un recuadro en el que hacía constar su postura como órgano de prensa:

“Una turista norteamericana […] utiliza el vehículo de la propaganda para lanzar especies, que rebajan la dignidad de nuestra mujer […] Falto de unidad, carente de belleza literaria, el trabajo […] nos indigna, por indocumentado y avieso”.

Archivo de BOHEMIA

Resulta evidente que a la primera presidenta del Lyceum Lawn Tennis Club, institución muy respetada en Cuba, le hervía la sangre mientras leía que a sus conciudadanas solo les importaba –a eso destinaban el día entero– hablar por teléfono, ir de compras, maquillarse “de manera escandalosa”, comer “tremendamente”, jugar bridge y bailar con sus esposos.

Berta Arocena fue una destacada periodista y activista social. La foto capta un momento de la conferencia que impartiera durante la II Fiesta Intelectual de la Mujer, en 1939. / Autor no identificado. Archivo de BOHEMIA

En su vehemente comentario, Arocena presenta otra cara de sus coterráneas, incluidas las de las clases pudientes, y acusa de desinformada a la colega anglosajona. Reconoce que en la sociedad habanera, como en todo el mundo, hay señoritas y señoras frívolas, pero también las que “trabajan […] por las creches, los hospitales, las empresas de alta cultura, las iniciativas de genuino arte”.

Reitera una frase: “Estoy enfurecida” y encara a Forceville: “No conoce usted […] el teatro Auditorium, que en nuestro Vedado levanta la bandera feminista en ‘Pro Arte’. No asistió usted […] a ninguna conferencia del Lyceum, ni se interesó por qué y de qué modo, se está desenvolviendo la cubana en política […]  ¿Sabe usted, por ventura […] que en la próxima Asamblea Constituyente van a participar mujeres, por primera vez en el continente americano dejando sentada la premisa de nuestras luchas por el voto? […] No es posible el silencio, cuando se injuria ampliamente entre nosotros a la mujer cubana, tan responsable, tan alerta y tan seductoramente maternal al mismo tiempo.

De tan superficial, el artículo publicado en Vogue a inicios de 1940 es risible. / archive.vogue.com

“¡Qué airadamente le hubieran ripostado las muchachas de la Universidad de La Habana, las dependientas de esas tiendas como ‘El Encanto’, las pálidas obreritas de nuestras industrias, si usted se hubiera atrevido a decirles tan peregrinas cosas, a lo mejor tambaleante, embriagada de ron y sin pizca de espiritualidad”.

No sería la única vez que el retrato de las cubanas quedara distorsionado mediante generalizaciones y estereotipos de quienes pretendían asentar en el mercado foráneo la idea de una nación reducida a ofrecer ocio y disfrute sin límites. Tal enfoque fue mermando desde la segunda mitad del pasado siglo, debido a campañas concebidas en Cuba, cuyo objetivo es promover el turismo familiar, los sitios patrimoniales, la cultura nacional.

Sin embargo, mantengámonos alertas, como me suele recordar una amiga. Nunca debe regresar e imponerse la imagen país aberrante que hizo saltar de la silla a Berta Arocena, ocho décadas atrás.

Comparte en redes sociales:

2 comentarios

  1. El artículo de esa anglosajona es ciertamente risible, pero… los y las anglo siguen manteniendo el cinismo y los aires de superioridad no solamente hacia Cuba sino hacia el resto del mundo no anglosajón. Valiente Berta Arocena en su respuesta escrita.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Te Recomendamos