¿En tiovivo o en cachumbambé?

Liset García | Liudmila Peña | Talía Suárez | Pastor Batista

Primera parte del reportaje Parques infantiles: de la diversión al llanto


Luis Ángel Guerrero llegó al barrio más temprano de lo pactado. Como hizo el trayecto a pie, cansado de esperar la ruta que lo acercaría a Palatino, donde hace dos meses trabaja como albañil, y debía esperar a que llegaran los dueños de la casa, decidió sentarse en “su banco” del parque, repleto de estatuas rotas y puentes despintados. ¿Su banco? ¿Dónde está su banco?

“Se lo llevarían anoche, o en la madrugada. A las cuatro de la tarde, cuando me fui, aquí estaba”, se lamentó el hombre. Después nos condujo hasta una de las esquinas del parque y señaló lo que antes fue un banco.

–¿Para qué creen que lo dejaron aquí? –soltó la pregunta sin esperar respuesta–. Para venir a buscarlo después, lógico.

A unos metros de allí, Lázara y Juana ocupaban uno de los sobrevivientes, mientras esperaban su turno para comprar en la bodega. 

–Queda este banco porque está frente a la bodega y ahí hay un custodio –dijo Juana–. Dicen que con ese material se hacen los jueguitos que la gente tiene en las terrazas. Aquí se robaron hasta las luminarias.

Otro vecino las escuchaba e intervino en el diálogo:

–Ya las muchachitas no pueden pasar por aquí cuando se hace de noche porque esto está muy oscuro y se presta para cualquier cosa –dijo, y señaló un condón usado y un poco de cajetillas de cigarro encima de la yerba.

–Aquí no vienen a hacer actividades culturales –criticó Juana. ¿Cómo van a venir, si miren las condiciones en la que está esto?

El parque de Palatino muestra un panorama deprimente: estatuas decapitadas, columnas despintadas alrededor de la estatua de José Martí, restos de lo que un día fueron bancos, una esquina repleta de basura, montoncitos de hierba acumulados en varias partes del terreno verde, desechos sólidos…

–Eso se debe a la negligencia, que no nos digan más que no hay presupuesto. Si hubiera un guardaparque, la gente sentiría la presión; pero no, esto está “a la mailof” –señaló Lázara.

No pocos vecinos recuerdan el Parque de La Pera con nostalgia, pues fue el centro de la diversión del barrio. / Jorge Luis Sánchez Rivera

En uno de los extremos del área que ocupa el parque, ubicado en el municipio del Cerro, en La Habana, hay un espacio dedicado a los más pequeños. Allí quedaban enteros un tiovivo, una resbaladera o canal (alrededor de la cual estudiantes de secundaria básica se agrupaban y alguno intentaba deslizarse), un solo columpio (otro colgaba de una de sus bases de apoyo, muy cerca de la tierra) y un cachumbambé (del otro, que hasta hace unos meses estaba disponible, solo quedaban dos barras debajo de un árbol aledaño, donde se acumulaba muchísima basura).

Nos lo hizo notar un señor, quien señaló un hueco en la cerca, muy próximo al sitio en el que colocaron las barras del cachumbambé. “Parece que esto no le importa a ninguna autoridad”, opinó.

La vida alrededor de los parques

Es difícil encontrar el esparcimiento sano, y sin costo, allí donde debería estar, asequible para todos. Ese es uno de los objetivos de los parques comunitarios. Sin embargo, esta opción ha ido perdiendo protagonismo en la vida cotidiana de muchísimos barrios del país debido a su deplorable estado de conservación. 

Lo sabe la madre de Isa, que no puede llevarla a mecerse en los columpios porque aquello ya no es parque, sino despojos de aparatos, basura, tristeza. Ubicado en las calles Bruzón y Almendares, en el municipio de Plaza de la Revolución, este forma parte de un espacio más amplio, rodeado de vegetación y pensado para la socialización de los vecinos. Muchos lo conocen como el Parque de La Pera.

Bastante movimiento había por allí el día que nuestro equipo visitó el lugar. En uno de sus lados, una tarima con verduras y viandas centraba la atención de la gente, como si se tratara de un agromercado. Para muchos no resulta extraño, pues el parque se ha convertido en el sitio de la aglomeración de las personas que hacen cola cuando venden pollo, picadillo y otros productos en El Rincón Español.

A unos pasos de allí encontramos a Guillermo Matoria, trabajador de Comunales. Su función es mantener la limpieza del área, tarea difícil desde que empezó la pandemia, dice, porque “la gente tira bastante basura, no tienen consideración y rompen los bancos, parece que a martillazos”.

“Esto está lleno de alcohólicos por la noche y la madrugada, más la gente que hace la cola. Entre todos han acabado con el parque”, remató Eneida Guerra, una vecina que escuchaba la conversación.

Este equipo de BOHEMIA realizó un recorrido por cuatro municipios habaneros, escogidos al azar, para conocer el estado de estos lugares. Nos asombró la situación del parque infantil ubicado muy cerca de la antigua Escuela Normal, en el Cerro. El panorama es desolador. Rompieron los columpios, el tiovivo… queda la resbaladera como testigo de lo que un día fue. Parece que por allí pasó un tornado de indisciplina y vandalismo.

“Estaba bueno hasta hace un año, pero esta zona, de madrugada, siempre está llena de personas, no sé si es haciendo cola para la refresquera –dijo la mujer que ayudaba a bajar de la canal al nieto. Hasta rompieron el muro para llevarse los bloques”.

Peor situación padece el parque de Los Leones, en el reparto Antonio Maceo (Casino Deportivo), también del Cerro: estatuas destrozadas, solo funciona un columpio, resbaladeras que constituyen más un riesgo que diversión y, para rematar, un basurero se enseñorea en una de las esquinas.

En contraste, en la comunidad Cepero Bonilla, una de las incluidas en el programa de transformación de los barrios, igualmente en el Cerro, un área infantil remozada regala a los niños la posibilidad de divertirse.

Seguimos el recorrido por el parque de Córdoba, en la barriada de la Víbora. En uno de sus extremos hay un espacio dedicado a la diversión infantil. A nuestra llegada, un grupo de niñas se entretenían a sus anchas, mientras sus abuelas, Rosa Ross Rodríguez y Yamilé Pang Gómez, las observaban. Ambas lamentaron el deterioro. Las pequeñas también intervinieron, pues creen que hay que impedir que rompan los aparatos.

En el Parque Cortina, también de la Víbora, no encontramos una mejor situación. Allí conocimos a Dylan, meciéndose en un columpio, ajeno a los esfuerzos de su padrastro, Yenovi García, por arreglar el que le quedaba más próximo. “Necesita soldadura”, nos dijo sin apartar la mirada del niño.

A principios del año pasado, ese espacio fue restaurado por la Empresa Mecánica de Transformado del Acero (EMTA), a pedido del Partido municipal de Diez de Octubre. Hoy le falta la puerta, una parte de la reja perimetral está caída y no todos los aparatos pueden usarse. Las áreas verdes piden a gritos limpieza y es preciso recoger la basura acumulada en las esquinas.

En el viboreño parque de Córdoba varios equipos están rotos. / Liset García

Javier Brizuela es el jefe de auditoría y secretario general del núcleo del Partido de EMTA. Narró a BOHEMIA que, antes de la pandemia, esa entidad debía hacer los aparatos para estos espacios. Se armaban en la fábrica Cubana de Acero, que ahora es una de sus unidades básicas. Varios parques de La Habana tienen su sello. Sus técnicos y operarios han contribuido, a partir de recortería y otros materiales, a la terminación de canales, tiovivos, sillitas… Sin embargo, a Brizuela le preocupa que ahora están conformando el plan del año próximo y todavía no han recibido de los gobiernos municipales la demanda para incluir ese renglón (en el cual Cubana de Acero es líder) en las producciones planificadas para 2023.

Entre luces y sombras

Desde 2021 varios parques infantiles habaneros han recibido mejoras como parte del trabajo en comunidades vulnerables. Uno de ellos, en el barrio de La Magdalena, del municipio de Cotorro, fue recuperado por la fábrica siderúrgica Antillana de Acero. Allí su operadora, María Elena Alemán Fundora, se ocupa de gestionar el mantenimiento e higiene. “No dejo que maltraten los equipos, ni permito que los grandulones vengan a perturbar el juego de los pequeños”, aseguró.

Otros parques del municipio han sido restaurados por los trabajadores del Grupo Empresarial de la Industria Sidero Mecánica (Gesime), al que pertenece Antillana. Gracias a esa entidad, quedó instalado un sencillo espacio para los niños en la comunidad de Buenos Aires, en Alberro, en el propio municipio. Lo ubicaron a escasos metros de la casa de Eblys. Eso le trajo varios tragos amargos.

“Venían los muchachos, y hasta los adultos a sentarse en los aparatos a tomar ron –nos dijo. A veces era la una de la madrugada y no nos dejaban dormir. El parque era para los niños, pero lo rompieron los grandes.

“Esto era un bachiplan, la gente fue haciendo sus casas. Ahora están creando la infraestructura”, explicó Eblys y añadió que lo único para la diversión es el parquecito, tan próximo a su casa que parece suyo, aunque no lo es. Él evita meterse en lo que allí sucede para no buscarse problemas.

“Le falta la cerca perimetral, que ya fue aprobada por Antillana, pero no sabemos cuándo la van a poner. Tampoco si tendrá guardaparque, y le hace falta porque ya rompieron las hamacas”, advirtió el presidente de uno de los Comité de Defensa de la Revolución (CDR) de ese barrio Juan Enrique Cadet Donatién.

Mientras realizábamos el recorrido, los integrantes de este equipo conversábamos sobre cómo la situación de los parques son el reflejo de la sociedad cubana actual, la crisis económica y también de valores, la desidia y la falta de comunicación de los gobiernos territoriales.  

Este sencillo parque infantil fue instalado en la comunidad Buenos Aires, en Alberro (municipio de Cotorro), pero la alegría duró muy poco para los infantes de allí. / Jorge Luis Sánchez Rivera

Lo constatamos en el parque infantil de la Virgen del Camino, en el municipio de San Miguel del Padrón, el cual habla por los niños que no pueden disfrutarlo. La yerba predomina y todo parece indicar que aquel fue un espacio colorido y con aparatos singulares para la diversión. Hoy muestra columpios rotos, equipos despintados y, dicen los vecinos, que subir a las resbaladeras es un verdadero peligro.

Es imposible no advertir un desbordamiento de aguas albañales que corre entre las casas y la puerta del parque, y en una de las esquinas un gran basurero se adueña del espacio y crece ocupando la mitad de la vía.

“Eso está desbordado ahí hace años, ¡y miren que hemos hecho cartas! –aseguró Olimpia Sánchez, vigilante del CDR. Nadie ha hecho nada. Hay una peste terrible y mosquitos”.

El parque infantil de la Virgen del Camino, en el municipio de San Miguel del Padrón, es una muestra de cómo se encuentra no solo el sitio recreativo sino el barrio completo. / Jorge Luis Sánchez Rivera

Mientras Olimpia hablaba, sus vecinos se aglomeraron frente a las casas que le quedan de frente a la puerta del parque. Madelin Rodríguez no calló su desconcierto: “Aquí se bajó una cantidad de material que parecía que iban a levantar un edificio (arena, cemento, gravilla…), no hace ni un año. Empiezan a hacer trabajos, los dejan a medias y se van. Sin contar que los muchachos brincan la cerca para pasar y hasta han roto el candado”.  

La impunidad se mece en hamacas

En La Habana existen 936 parques y microparques, de los cuales 339 son infantiles de barrio. En busca de respuestas sobre su estado y conservación, BOHEMIA dialogó con directivos de la Dirección Provincial de Aseguramiento a Servicios Comunales.

“Tenemos 100 problemas con los parques”, refirió el director de esa entidad, Juan Carlos Martínez Bueno. Lo dijo convencido de que casi no se ve lo que ellos hacen en el empeño de darles solución. Y, además, los desmotiva la indisciplina y el vandalismo contra esos espacios públicos.

Esta entidad ha estado a cargo de todo lo relacionado con el mobiliario urbano y los parques, incluidos los infantiles; busca los recursos, coordina los mantenimientos y dispone las brigadas para realizarlos.

Las mayores atribuciones y responsabilidades sobre los parques recaen en los territorios, luego de crearse las empresas municipales de Comunales, dice Juan Carlos Martínez Bueno. / Jorge Luis Sánchez Rivera

Entre las críticas que acumulan está la falta de higiene y la ausencia de guardaparques (ahora denominados operarios de mantenimiento), quienes deben cuidar de los aparatos y las áreas verdes.

“En visitas sorpresivas nos encontramos que los operarios no están e incumplen sus tareas. Se han aplicado medidas disciplinarias, pero ese es un personal muy fluctuante, porque hoy está, mañana se pierde y pasado pide la baja”, refirió Martínez Bueno.

René Bernardo Guerrero Osorio, subdirector provincial de mobiliario urbano, detalló que a ellos les corresponde hacer dos ciclos de mantenimiento anuales, pero a nivel municipal se debe realizar cada mes. “Sabemos que no es suficiente. Muchos están enyerbados, con basura; desaparecen luminarias y bancos, y donde tenemos custodios también hay irregularidades”.

Hace poco fue completada la iluminación del parque de H y 21, en el Vedado, y a la semana agredieron al custodio y cortaron los cables, contó. “En las áreas aledañas al hospital conocido como La Ceguera, se llevaron los 20 bancos. Ahora los volvimos a poner y veremos cuánto duran”.

Uno de los sitios emblemáticos de la ciudad es el Parque Maceo. Cuatro operarios en turnos rotativos de trabajo velan por las instalaciones, incluidas las del parque infantil. Juan Carlos Martínez dijo: “Hace poco echamos a andar las fuentes y tuvimos que cerrar los surtidores porque las convirtieron en piscinas. No hay quien llame la atención porque te insultan”.

En el que está ubicado en Calzada y F, también en el Vedado, “se cambiaron el muro y la cerca, se hizo la garita para el operario y se reparó el parque infantil, que es lo único que se mantiene. Ya se robaron los bloques y se están llevando la cerca poco a poco, frente a la comunidad”. Lo mismo pasa con los bancos de la 5ta Avenida, a pesar de la videovigilancia. “El problema es que escasea el respeto a la propiedad social”, aseguró.

Guerrero Osorio explicó que cada banco cuesta 9 500 pesos. Solo para mantenimiento, esa entidad destinó este año casi un millón de pesos. Para el 2023, hasta ahora solo cinco localidades (La Lisa, Guanabacoa, Plaza de la Revolución, Marianao y San Miguel del Padrón) han presentado sus anteproyectos para reparación. De no proponerlo a tiempo, tendrán que conformarse con el presupuesto municipal.

Cuando suceden tales desmanes contra la propiedad social, cae en saco roto el presupuesto gastado. Como un carrusel que viene, gira y regresa, se repiten tales actitudes, que no deberían quedar impunes.


Segunda parte:

«Parque-ando» con la niñez

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Un comentario

  1. Señores y señoras:PLEASE. Dejamos estos problemas a la conciencia popular (ESO YA NO EXISTE)gasten en custodia permanente a estos centros y verán los resultados. Sin embargo estoy seguro que esto no sucederá.

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