En días de la gran fiesta literaria anual en Cuba una novedad intenta atraer a los lectores: la creciente presentación de volúmenes en formatos electrónicos. Desbalances entre las producciones de las diversas editoriales, así como debilidades en la promoción y la comercialización, evidencian que, si bien ya no estamos en pañales, todavía no rebasamos el nivel básico de conocimientos y habilidades
Una pantalla y la palabra. Nada más. Ambas debían bastar a editores, escritores y públicos para intentar corporeizar esa mixtura de alma, sustancia y folios que es un buen texto literario. La escena se repitió numerosas veces en la habanera fortaleza de La Cabaña y se reitera en las capitales de otras provincias mientras la feria avanza hacia el este del país: la portada intangible, la voz que narra, describe o ensalza. No bastan, aunque sepamos que es preciso por ahora y, quizás, en el futuro.
Así han sido las presentaciones de algunos volúmenes (ebooks, audiolibros) concebidos por las editoriales Oriente, Arte y Literatura, Letras Cubanas, Ruth Casa Editorial, Nuevo Milenio, Abril, José Martí, Gente Nueva, Luminaria, Santiago, Unión, entre otras. Sus géneros y temas abarcan, por ejemplo, la novela, el cuento, la poesía, el ensayo, los policíacos, la literatura infantil; la historia, las ciencias, la coctelería, el arte, las investigaciones sociológicas y las relaciones económicas y políticas mundiales.
A la par, en esta Feria Internacional del Libro de La Habana, como parte del espacio Cuba Digital (en su 6ª edición, coordinado por Cubaliteraria) y de encuentros profesionales, se dedicaron varias jornadas a reflexionar sobre los avances, escollos y perspectivas del libro electrónico en el país; en esos intercambios participaron disímiles casas editoras, empresas productoras, promotores de la lectura, libreros, desarrolladores de softwares.
¿Qué obtuvimos los asistentes? Amén de conocimientos generales y tecnológicos, la convicción de que, si bien ya no andamos en pañales, todavía no hemos rebasado el nivel de la escuela primaria.
Plataformas para la literatura
Yaremis Pérez Dueñas, directora de Cubaliteraria, mostró en su conferencia El libro digital en Cuba. Historia y desarrollo los hitos de ese transitar, entre ellos: creación y perfeccionamiento de la Empresa de Tecnologías de la Información y Servicios Telemáticos Avanzados (Citmatel) entre 1999 y 2002; la fundación de Cubaliteraria Ediciones Digitales (2000), por el Instituto Cubano del Libro (ICL), con el objetivo de divulgar en Internet las producciones nacionales; el nacimiento de Ruth Casa Editorial (2004) y su librería virtual Ruth Tienda (2011); la llegada del sitio promocional Claustrofobias (2012) y el surgimiento (en la FIL de 2018) del Proyecto Cuba Digital.
Sobre ese último puntualizó: “Era necesario organizar y reagrupar a todas las entidades que estaban haciendo algo en materia de lo digital y la literatura; las personas llegaban a la feria y encontraban las publicaciones digitales muy dispersas”. La iniciativa del ICL contribuyó a poner en contacto a organismos que trabajaban en la misma dirección, pero lo desconocían.
La pandemia de covid-19 generó en el mundo y en Cuba una enorme demanda de textos que fueran asequibles en la web. Sin embargo, de acuerdo con un estudio realizado en 2021, entonces las editoriales cubanas solo podían entregar, en conjunto, unos 300 títulos. Por eso, a partir de los vínculos establecidos dentro de Cuba Digital entre decenas de entidades, se implementó en 2022 un Programa Nacional de Desarrollo; durará hasta 2025 e incluye eventos teóricos, cursos y talleres, la asesoría, el concurso Leer+digital, investigaciones (auxiliados por el Observatorio Cubano del Libro y la Lectura), así como espacios de promoción y comercialización.
Ciertos resultados ya son palpables, declaró la disertante, pues el pasado año estaban disponibles 1 200 títulos –luego de que a los de casas editoras nacionales se agregaran los procedentes de colegas provinciales– y el número continuará creciendo. Otro paso importante –recalcó– es que a las tiendas virtuales ya existentes se sumó la creada por el Instituto Cubano del Libro.
Víctor Fernández, un informático experto en esas lides, es su administrador. Él especificó las virtudes del nuevo sitio: la alta calidad de las obras exhibidas, la presencia de algunas gratuitas y los económicos precios de las restantes: “La más cara no rebasa los 45.00 pesos; detrás de esa cifra se halla el subsidio que realiza el Estado”.
Tal vez coser, pero ¿cantar?
Transformar un contenido en un libro digital conlleva muchísimo más que diseñarlo, convertirlo en pdf y colocarlo en la web. Un volumen de ese tipo puede adoptar diversos formatos: html (asociado a los primeros libros electrónicos), pdf (siguiente paso, que posibilita conjugar escritos e imágenes y preserva la forma del documento original), ebook (a los componentes señalados se suman hipervínculos y elementos multimedia), epub (no solo podemos leerlo en computadoras, tabletas y celulares, sino que nos permite manipular las características formales del texto y adecuar este al tamaño de la pantalla del dispositivo escogido); las versiones más recientes admiten incluso audios, videos, recorridos virtuales. En consecuencia, la labor editorial se complejiza, exige habilidades y herramientas tecnológicas novedosas.
Empeño loable ha sido el de Ediciones Luminaria, que trajo a La Habana 19 libros digitales. Durante la presentación de estos en la sala Alejo Carpentier conversamos con el editor Yunier Mena. Producir los epub “ha sido un reto y una ventaja; antes, como no teníamos papel, los planes se habían paralizado”. El cambio ocurrió con el apoyo del Centro Provincial del Libro (aportó una computadora potente) y los tutoriales de Cubaliteraria.
Ya han preparado cerca de 30 títulos y los empiezan a comercializar en Superfácil. En esa tienda, administrada por Citmatel, y en libreriavirtualcuba.com se encuentran, por ejemplo, ¿Cómo murió Martí?, cuyo autor es el respetado doctor y antropólogo Ercilio Vento; De trova y trovadores, una investigación realizada por José Ezequiel Cardoso y Domingo Ulloa; Las parrandas de Guayos, escrito por Héctor Cabrera y Roberto Hidalgo.
Al mismo tiempo, aprovechan la tertulia La hora de Luminaria (surgida hace más de una década) para dialogar con los públicos sobre “el libro digital, cómo acceder a él”.
No obstante, aún no es momento de cantar victoria. En una entrevista concedida a inicios de año por Luis Mateo a Lisandra Gómez, periodista de Escambray, el director de Luminaria comentó: “Al adentrarnos en ese mundo […] nos dimos cuenta de que nos hacían falta tecnologías y estudiar mucho. En 2016 hicimos un intento, pero fracasó. Luego, llegó la pandemia y fue cuando logramos sacar en pdf tres textos”. Después dieron el salto hacia el epub y actualmente analizan las potencialidades de las diversas plataformas. “Aún es engorroso el proceso de compra, al igual que debemos, además de aprender mucho más cómo explotar las herramientas de diseño, cómo contabilizar las ventas”.
Similares desafíos enfrentan las demás casas editoras que en sus respectivas ferias provinciales han promovido, o lo harán, volúmenes como Eros insomne. Historias de amor y erotismo, de Lázaro Díaz y Aida Montanarro (Montecallado); Achicar, de Reina María Rodríguez; y Rompiendo el paisaje como un rayo, de Basilia Papastamatíu (Ediciones Matanzas); Bergman, Buñuel, Magritte y otros chicos del montón, de Carlos Esquivel (San Lope); Si ellas tienen la palabra, de María Grant y Miserias del reloj, de Alberto Guerra Naranjo (Oriente); Soles invisibles, de Karla Gil, y La luna de enero, compilación de poemas a cargo de José Raúl Fraguela (El Mar y la Montaña).
Dos propuestas de Montecallado. / cubaliteraria.cu
Incógnita por despejar es qué mostrará en Ciego de Ávila la editorial de la provincia, ausente de la cita internacional este año, pues según comunicó su directora al periódico Invasor, “debido a problemas con el presupuesto” les fue imposible “terminar la producción de los títulos previstos”. A lo mejor antes de que concluya la feria en aquel territorio, el próximo 17 de marzo, Ediciones Ávila nos sorprenda con otro panorama.
Entre la alegría y la incertidumbre
Como un mal menor y forzoso, cuyas presumibles bondades están aún por comprobarse, suelen aceptar los escritores la opción de los volúmenes digitales.
“Hay que adaptarse a los nuevos tiempos. Estoy feliz, porque Estado crítico, de la editorial Oriente, estaba preparado desde 2019 y vino a salir ahora. ¡Al fin! Si seguíamos esperando por la posibilidad de imprimirlo… También acaba de presentarse, en igual formato, El ensayo y la crítica literaria de la diáspora cubana. Realmente, lo necesario es que los libros, el conocimiento, circulen. Y en las carreteras de la Información se mueven más rápido. Sin embargo, no pierdo la esperanza de verlos impresos en algún momento”, expresa la investigadora y ensayista Zaida Capote, quien trabaja en el habanero Instituto de Literatura y Lingüística.
Por su parte, el estudioso espirituano Juan Eduardo Bernal Echemendía confiesa: “Soy un hombre analógico y tradicional. Prefiero el libro impreso, en papel. El otro representa una alternativa de riesgo: tiene la facultad de extenderse a lugares más lejanos, pero no todas las personas leen en soporte digital”.
A su coterránea, Dayana Margarita Pomares, autora de Oscuro recuerdo de un blues, le hubiera gustado poder tener en las manos ese poemario, no solo por ser su primera obra publicada, sino por el placer de regalarlo y dedicarlo a familiares o amigos. “A pesar de todo, estoy muy contenta y agradecida”, asegura.
Más complacida se muestra la escritora santiaguera Lisbeth Lima Hechavarría, creadora de Escalera de mar, un epub integrado por cuentos y a la venta en la librería virtual de Citmatel. Sin negar que disfrutaría conservarlo como un volumen impreso, razona: “No tengo ningún problema con que sea digital. Vivimos en una etapa histórica en la que ese mundo se impone”.
Lectores por convencer
Quizás lo más difícil de todo ese proceso no sea alfabetizar a las editoriales, dotarlas de recursos para las producciones digitales y permitirles convenios atractivos con vistas a su comercialización; lo más arduo tal vez consista en lograr que los potenciales destinatarios se entusiasmen con las propuestas del patio, las coloquen por encima de los títulos foráneos y no duden en comprarlas cuando no puedan descargarlas gratis.
Opiniones recogidas durante el reciente capítulo habanero de la fiesta literaria cubana, al entrevistar a estudiantes de secundaria y preuniversitario, reflejan el desenchuche entre editores, vendedores y públicos. Retrocedamos a una tarde de hace pocos días:
Tres muchachas de la escuela Hugo Chávez (noveno grado), en el municipio de Boyeros, pasan junto a mí frente a la librería principal de La Cabaña. Les pregunto si han comprado alguna vez libros digitales. Ninguna lo ha hecho ni lo creen necesario. Aquí buscan textos impresos, además, en Wattpad (plataforma online de lectura y escritura) y en sitios donde se cuelgan webtoons (cómics) han satisfecho, sin desembolso alguno, su apetencia por narraciones de misterio, terror, romance e historietas.
Pocos metros hacia la derecha, sobre el césped descansan varios alumnos (décimo y duodécimo grados) del pre del Minint Hermanos Martínez Tamayo. Grabadora en mano, comienzo con mis interrogantes. También ellos prefieren adquirir libros en los que puedan sentir el olor de la tinta al pasar las hojas; estos tienen una ventaja de peso: “No dependen de las tecnologías, nunca se apagan y el teléfono sí”. Sin embargo, no dudan en tomar de Internet, sin pagar un centavo (fundamentalmente acuden a… de nuevo Wattpad), otros títulos atractivos.
Dejo atrás dos o tres pabellones y me acerco a cuatro jóvenes que meriendan junto a un quiosco. Obtengo similares respuestas: prefieren los libros físicos por la gratificante experiencia sensorial. Y porque “al leerlos la vista se cansa menos”. Pero recurren a la web a menudo, pues no hallan en las librerías los autores y temas de su preferencia. Tampoco a estos estudiantes del preuniversitario René O. Reiné (en Diez de Octubre) les ha pasado por la cabeza destinar un peso a la lectura en soporte digital; hasta el momento les ha alcanzado con lo provisto por las múltiples páginas web con catálogos gratuitos.
Cerca del lugar, un médico veinteañero accede a compartir una visión diferente: “Estoy habituado a leer libros de no ficción, en pdf, de medicina y sobre la creación de empresas. Me encantan, por su portabilidad, lo fácil que son de adquirir y de transmitir a otras personas”. Él sí ha comprado volúmenes digitales; sin embargo, muy poco sabe sobre las plataformas cubanas creadas con ese propósito.
Dichas prácticas, necesidades y desconocimiento llevan a una conclusión que centellea cual luces de establecimiento comercial: resulta ineludible transformar por completo la forma en que se ¿promueve? en Cuba a los autores y sus obras. Es inoperante la práctica de limitarse a escasas presentaciones (buena parte de las veces se realiza una sola) en la correspondiente feria literaria u otra actividad aislada. Durante largos períodos el volumen ocupa los anaqueles de las librerías o la galería de las plataformas comercializadoras, a la espera de que casi por arte de magia el posible interesado lo descubra.
Conciso, directo, el escritor y promotor Yunier Riquenes (uno de los fundadores de Claustrofobias) lo alertó en el 2º Foro de Negocios Editorial, celebrado el pasado febrero durante la fiesta literaria habanera: “Obviamente, nadie comprará nada que no se promueva y visibilice, nadie irá a buscar algo por lo que no haya recibido un llamado de atención […] No basta con producir libros digitales, aplicaciones, audiolibros, ni tener tiendas virtuales si no aparecen en los buscadores de Internet, si no se establece un sistema de comunicación. El libro digital, como el libro impreso, requiere de promoción y publicidad atractiva, de narrativas persuasivas para llegar a diferentes comunidades lectoras, necesita otro tipo de mediadores, líderes de opinión, revistas y sitios digitales que posicionen y sugieran los contenidos”.