Los republicanos lideran las encuestas más por el descrédito de los demócratas que por mérito propio, mientras el electorado, en especial el más joven, manifiesta su desesperanza

Hace unos días el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico publicó un artículo de opinión del politólogo y analista estadounidense Mirko C. Trudeau donde señalaba: “No hay nada nuevo en la política del país norteño. Todo se parece resumir en la lucha entre conocidos”.

Si hubiéramos llegado a este mundo desde otros tiempos o espacios, al leer algo así seguramente no lo entenderíamos. Pero en un planeta donde grandes zonas de la vida, los partidos y sindicatos se volvieron obsoletos, esa frase es comprensible. Cada vez más los actores hegemónicos logran gobernar poco. Más bien, controlan los daños, neutralizan algunas resistencias e influyen en acciones puntuales.

En el caso del país norteamericano, las elecciones presidenciales, este 2024, serán más de lo mismo, según delatan las encuestas. Es probable que el mandatario de mayor edad enfrente al primer exgobernante en ser juzgado por una serie de causas que, sin embargo, todos dicen que acabarán en la nada.

Los datos sobre el descreimiento ciudadano son tan evidentes en los sondeos, que se puede asegurar que el bipartidismo cumplirá como nunca un papel amortiguador. No habrá sorpresas por la aparición de una nueva figura o un nuevo partido, simplemente porque todos han estado atentos a ajustar la mordaza para impedir el surgimiento de figuras alternativas, como el senador Bernie Sanders, un independiente que se define como socialista.

De acuerdo con el análisis de los principales medios, Biden ve caer las acciones a medida que insiste con su política belicista en Ucrania y Medio Oriente, y descuida prioridades de los jóvenes y las mujeres. En realidad, él decide muy poco. Para entender quiénes son los decisores, deberíamos mirar al corazón de la oscuridad de los grupos de poder.

Al entrar en ese rechazo genérico a la actividad política habría que ver qué camino toman los jóvenes de entre 18 y 34 años, un grupo etario que ha sido históricamente clave para el Partido Demócrata. Desde la guerra de Vietnam, pocos acontecimientos han desatado tantas protestas en los campus universitarios como el genocidio perpetrado por Israel en Gaza y el apoyo de Washington al gobierno de Benjamín Netanyahu.

Un precedente importante del vínculo entre los estudiantes y los activistas se dio en 2014, cuando la muerte de Michael Brown sacó a miles de personas a las calles durante días. Pasados 10 años, en la Universidad de California, Santa Bárbara, y en otros lugares, los alumnos afrodescendientes son la avanzadilla del movimiento propalestino.

Del análisis de la encuesta, y del resultado de la consulta ordenada por Bloomberg, empieza a verse un todavía tímido pero persistente corrimiento hacia la ultraderecha. A esos jóvenes no les entusiasma Biden. Tienen trabajo, mas, no están conformes.

No obstante, cualquiera que desee interferir en procesos dispone hoy de una poderosa herramienta que en el pasado no existía: la inteligencia artificial generativa. En sus lógicas, confluyen algoritmos que refuerzan convencimientos y acción de actores interesados.