G-7: Una cuestión de decencia

El futuro del género humano sigue dependiendo de la racionalidad, el respeto a los otros y la relación honesta, negados por las potencias imperiales


El selecto, privilegiado y creído Grupo de los Siete (G-7) recién acaba de concluir su nueva Cumbre en la ciudad japonesa de Hiroshima, que, dicho sea de paso, junto a Nagasaki, fue víctima de sendos bombardeos nucleares norteamericanos en 1945, los primeros y únicos –hasta el momento– en la historia del planeta.

Como era de esperar, y corresponde a otro de los instrumentos del hegemonismo mundial de los Estados Unidos, el mitin repitió el guion de quienes, evidentemente, se consideran un estamento regidor absoluto: los Estados Unidos y la ralea de acólitos venidos a menos que le secundan, no importa si pierden la piel en su enfermiza y suicida obediencia.

¿Que se oyeron voces disidentes? Cierto, y no debe haber sido grato. Así, Luís Ignacio Lula de Silva, quien en representación de un Brasil no pocas veces invitado de piedra junto a otros de su “estamento”, pero hoy con un liderazgo político oficial, con una visión racional y equilibrada de la realidad global, detuvo por momentos los relojes reaccionarios para exigir reformas sustanciales en la ONU y su privilegiado Consejo de Seguridad, y se opuso a la violencia y las sanciones, como cauces nefastos en el logro de una convivencia universal realmente civilizada, justa y representativa.

Los senderos clave

De todas formas, al final el dictado imperial a los escuderos tomó, como es usual desde hace decenios, la ruta prescrita en Washington. Nadie habló, en consecuencia, de la crisis económica, energética y fiscal que revuela sobre Occidente y esencialmente sobre su gente (la que pone el trabajo, los impuestos y las frustraciones) a partir del capricho Made in USA, compartido por sus socios venidos a menos, de zaherir a Rusia a través de Ucrania y hacer de China un blanco preferente, para que los padres del extremismo expansionista gringo vean realizados su dictamen de una Eurasia abierta al despojo, y el no resurgimiento o instauración de nuevas potencias mundiales, incluido el Viejo Continente, luego del descalabro de la URSS, a finales del pasado siglo.

Mantener, por tanto, el viejo estatus de los aún frescos días del pretendido axioma mediático del “fin de la historia” ha sido uno de los ejes rectores en Hiroshima, a donde sí fue invitado de honor el jefe del gobierno de Kiev, para que, con su cuadernillo de histrión, machacara sus pedidos de más armas, blindados y modernos aviones de combate, para acometer desde su refugio en Kiev la orden de ofensiva a todo costo y a toda costa contra los avances militares rusos.

El F-16 va a Ucrania como la gran decisión de los poderes hegemónicos del orbe. / RT.

Listas, encargos y anuencia

La reunión del G-7 tuvo más de concilio de Estado Mayor General que de conferencia dedicada a los muchos y reiterados desastres mayúsculos que baten sobre la humanidad. No se aprobó un centavo para programas sociales, desarrollo de infraestructuras educacionales, hospitalarias, fabriles, alimentarias o agrícolas.

En cambio, se trabajó arduo para remitir a Ucrania mayores fondos monetarios de dudoso uso, recabar municiones, misiles, obuses y blindados aun cuando no resistan un primer combate, y establecer una “coalición” para llevar al escenario de guerra aviones estadounidenses F-16, los cuales, según Joe Biden, se compromete Kiev a no usar contra territorio ruso, aunque al mismo tiempo USA aliente a ataques contra Crimea, desde 2014 territorio devuelto a la geografía del gigante euroasiático por voluntad expresa de sus pobladores, como sucede con el Donbás, donde hoy se libran decisivas batallas.

En pocas palabras, golpear a Moscú e intentar vanamente descalabrar a Vladimir Putin, un gobernante que por su actuación empieza a ser envidiado por no pocos estadounidenses recelosos de la debilidad y los chanchullos de sus propios políticos, más interesados en sus rejuegos electorales que en los ahogos de su ciudadanía… Y me remito en esta última precisión a recientes afirmaciones de la propia prensa gringa sobre el particular.

Por otra parte, primó además en Hiroshima la alarma y el pasto ardiente alrededor de China, un coloso particularmente temible para una clase totalitaria norteamericana que la estima rival de primer orden a cuenta de su poderío económico, su presente potencial defensivo, su fortaleza financiera, y una política exterior responsable, justa y equilibrada, que no ha dejado de ganar adeptos y espacios entre la mayoría de las naciones del orbe, defraudadas y desfondadas por la rapiña imparable y la mar de veces asesina de los poderes fácticos de Washington.

El G-7 no podía quedar por debajo de la OTAN y otros acólitos de la Casa Blanca, y asumió la bola antichina que llama a intentar desbancar a Beijing a escala planetaria para cercenar su poderoso comercio, su acelerada marcha económica y su innegable influencia global, sobre todo en viejos espacios geográficos ahítos de la indecencia externa que siempre EE.UU. les ha deparado.

Un empeño imperial, todo en su conjunto, que podrá patalear y golpear más de una vez en el futuro, pero sobre los que ya la gente más razonable y objetiva, e incluso los pillos más despiertos, admiten que ronda el fracaso y no da muestras de adelantar, sino limitarse a pizcas simbólicas y al final impalpables.

Si alguien en este mundo en crisis pensó que en la Cumbre del G-7 habría al menos un adarme de solución sensata a semejante panorama, es evidente que solo podrá ver en los próximos días el desfile de nuevos armamentos, incluidos aviones F-16 norteamericanos, al desguazadero en que se ha convertido el frente ruso-ucraniano para la cuantiosa ayuda militar gringo-otanista al régimen de Kiev.
Ahora la “fórmula maravillosa” para las ofensivas de oficina contra Moscú cifra sus esperanzas en tales aparatos, a los que el globo mediático occidental tilda de “exitosos y raudos”, con un “expediente de trabajo” fenomenal en los bombardeos contra ciudades de Yugoslavia, la invasión a Afganistán, la guerra de ocupación contra Iraq, la defenestración de Libia, o los ataques sionistas a los campos de refugiados palestinos. Sin duda altas calificaciones contra “poderosos” oponentes.
Los propios expertos castrenses gringos apuntan que el gasto tiene riesgos… muchos y grandes. En Ucrania los F-16 no cuentan con pilotos adecuados ni aeropuertos listos para un avión que requiere largas y bien dispuestas pistas para su despegue y aterrizaje, y pueden ser blancos fáciles de la defensa antiaérea rusa, con misiles en activo como los S-400, capaces de batirlos mucho antes de que accedan a su distancia efectiva de tiro, amén de que tendrán que enfrentar una aviación militar rusa también de mayor calibre operativo, y la probada interferencia electrónica de las fuerzas radiotécnicas y sus sistemas de localización y dislocación temprana de los atacantes.

CRÉDITO PORTADA

Reunidos en Hiroshima, los “líderes de la democracia y la libertad” concertaron más guerra e injerencia. / efe.com

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Un comentario

  1. El futuro del género humano seguirá dependiendo de la negociación por repartirse al mundo entre las superpotencias. Siempre ha sido así, es y será así. Nada que reprochar. Lo demás una quimera, un sueño, una ilusión.

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