A los artistas de Gaza les es difícil superar obstáculos económicos y de viaje para darse a conocer, pero las redes sociales y los símbolos siguen transmitiendo la épica de su pueblo. Israel asesinó en octubre a una importante creadora visual
Violencia extrema, odio visceral inexplicable si uno se sitúa en las coordenadas de lo lógico, lo cual es improcedente, porque los motivos del sionismo deben ubicarse dentro de los dictados del racismo. Solo con esta explicación es posible aproximarse, tímidamente, a lo que pasa dentro de la cabeza de un soldado israelí. Se les ha adoctrinado para despreciar, arremeter contra los vecinos: sus casas, sus huertos, e incluso sus galerías, escuelas de arte.
La más genuina creación artística sufre también la furia del ocupante: se cercenan cuerpos e igualmente vuelan por los aires los lugares de culto para la difusión y enseñanza de lo hermoso. Debe saberse que en Gaza el pueblo palestino ha estado cultivando la resistencia contra el colonizador a través de su imaginación, su sensibilidad.
Hasta octubre de 2023 había allí un conjunto de academias consagradas a lo sobresaliente desde la óptica siempre transgresora de seres que cantando, actuando o pintando se crecen y hacen crecer a los demás. En la franja costera estaban la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Al-Aqsa, el Programa de Artes Aplicadas en el Colegio Comunitario y de Capacitación de Gaza, así como el departamento de Artes y Oficios en el Colegio Universitario de Ciencias Aplicadas. Sus centros culturales incluían la Asociación de Cultura y Libre Pensamiento en Khan Yunis, el Conservatorio Nacional de Música Edward Said y el Centro de la Ciudad de Al-Khaima. El director del Departamento de Artes y Patrimonio del Ministerio de Cultura Palestino de Gaza, Atef Askou, informó al sitio digital Al-Monitor que los 75 centros culturales ahora se han convertido en polvo.
Duelo
Las artes visuales palestinas están de luto; el 13 de octubre pasado, han debido llorar por el asesinato de Heba Zaqout, graduada de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Al-Aqsa, con una ascendente carrera de varias exposiciones locales e internacionales. Los críticos han señalado que “la mayoría de sus obras ahondaron en la identidad nacional y en la temática de género”. Sí, porque es esencial recalcar que el arte palestino “está repleto de símbolos, y el simbolismo no es una batalla cultural solamente, sino que se eleva hasta la fundamentación de su existencia misma. El símbolo es la credibilidad y coherencia de la narrativa; es su nexo con el lugar inherente a su palestinidad plena”, definió Clarisa Danae Fonseca Azuara, en su tesis doctoral “Matria palestina: arte y género en la construcción de una nación sin límites”. (1)
Algunos símbolos del arte palestino
Las llaves o las rocas remiten o bien a lugares sagrados o a esa casa que debió abandonarse en 1948, cuando el recién creado Estado de Israel los obligó a renunciar a sus hogares, a todo su entrañable entorno. Desde esa fecha hay alrededor de siete millones de palestinos errantes por la Tierra; eso -como nadie- lo ha recogido el arte pictórico, que asimismo destaca a la mujer como la hacedora de pueblos. La mujer-vientre generoso que no solo trae hijos al mundo, acaso combatientes para la amada Palestina.
Esto es sumamente importante, porque la maternidad para el pueblo palestino, además de natural, es una manera de combatir, de erigirse en defensa de una causa que debe multiplicarse. Así, las mujeres palestinas de las representaciones al óleo o al carboncillo son lindas, fuertes, arrullan bebés, empuñan un fusil o lanzan al vuelo una paloma, símbolo universal de la paz. Tanto en Cisjordania, Jerusalén como en Gaza, los pintores aspiran a algo irrenunciable: un Estado palestino soberano en igualdad de condiciones.
¿Bandera o sandía?
Llegado a este punto debemos detenernos en otro símbolo recurrente en toda obra árabe que se precie de honesta y valiente: la bandera palestina. Puede parecer una aberración –opino lo es– que los artistas palestinos de cualquier disciplina todavía a la altura de 2024 no puedan enarbolar, ni tan siquiera representar, ese valioso símbolo patrio que cada nación exhibe con orgullo. Entonces, he aquí una anécdota esencial: preludio de la primera Intifada (guerra palestina de las piedras), la Galería 79 de Ramalah se engalanaba para una exposición significativa de pintura. Sin embargo, esta no llegó a ser exhibida, porque las fuerzas de ocupación confiscaron las obras y detuvieron a tres destacados artistas: Silman Mansour, Nabil Anani e Isam Badr. La justificación fue como un mazazo: los artistas palestinos no podían expresarse a través de los colores rojo, verde, blanco o negro.
¿Por qué? La respuesta fue muy sencilla: “Dan lugar a la bandera de ustedes”. En un acto de franca desobediencia, Isam Badr les preguntó a los soldados israelíes: “¿Acaso está prohibido pintar una sandía?”. A lo que un oficial le dijo que ni eso. Automáticamente la fruta se convirtió en un símbolo recurrente, llenando paredes, solapas, vídeos, etcétera… Mundialmente famoso se ha hecho el cuadro en acrílico de un melón enorme de Khaled Hourani. Para mayor paroxismo, en junio de 2023, la Knesset israelí (Parlamento) aprobó en primera instancia un proyecto de ley que prohibiría el uso de la bandera palestina en reuniones de tres personas.
Nada de eso detendrá los diversos modos de identificación de una nación que observa, evalúa y crea. Desde los años 80 del siglo XX los palestinos parten una sandía en dos trozos; la levantan ante soldados israelíes desconcertados. El pensador egipcio Abdel Wahab El-Messiri, en su libro Lenguaje y Metáfora, de 2002, sentenció: “Quizás el proceso de cortar la sandía en sí mismo le recuerda al colonizador israelí cosas odiosas […] Es un arma que el enemigo no puede confiscar y, si lo hiciera, se convertiría en el hazmerreír del mundo. Es un arma económica. Así que puedes comerlo después de luchar con él”. (2)
Por eso ahora, durante el genocidio de Israel contra Gaza (en su intento por exterminar a los palestinos), las sandías han aparecido sobre todo en publicaciones de las redes sociales. Un ejemplo lo dice todo: la comediante musulmana británica Shumirun Nesssa ha creado filtros de melones, animando a sus seguidores a producir vídeos usándolos y afirmando que se comprometía a donar todos los ingresos a organizaciones benéficas que ayudan a Gaza, algo que será muy difícil, ya que a la altura de este texto, más de 28 000 palestinos han sido asesinados, mientras la infraestructura es arrasada sin que se vea el final.
Existir es resistir
No por gusto se dice que la capacidad de creación humana es infinita: de este modo tenemos la singular resistencia de artistas de la plástica como la surrealista Reham Amawi, de 24 años, quien no abandona la Franja de Gaza, porque, como bien sentencia el pueblo palestino, “Existir es resistir”. Para lograrlo, todo vale. En este caso particular, la pintora ha referido que debe su interés en el arte a los dibujos animados de su infancia. O tenemos a Malak Mattar, que no se encierra en su “pequeño” mundo de Gaza, llegando a declarar que su favorito es Picasso. «Picasso es una leyenda para mí. Pienso mucho en él cuando pinto”. Su talento se expande por las redes sociales, a las que miles de personas acceden a su página en Facebook, su mejor sala de exposiciones.
Emblemática es también la obra de Raed Issa, quien utiliza el arma favorita de la gente común de Palestina: esas piedras redondas que caben en la mano y por la cual hasta niños de cinco años cumplen condenas en cárceles sionistas. Issa las ha inmortalizado. Las pule y sobre ellas ha cincelado a medio centenar de mártires. En su exposición de 2019, llamada “Testimonios vivos”, declaró: “Las piedras vienen de diferentes lugares: de terrenos baldíos de Gaza, del límite con Israel… Empecé a pintar rostros sobre ellas para expresar la realidad de Gaza desde un punto de vista original y para mostrar un pedazo de la historia de alguien. Es también un mensaje para la gente que está fuera”. Pero no se piense que únicamente los medios “tradicionales” sirven de soporte: el gran muro de la ignominia, que separa a palestinos e israelíes, conoce de más de un grafiti y hasta ha servido de soporte para excelentes muestras fotográficas. (3)
Por eso Israel ataca, destruye hasta sus cimientos las escuelas, las casas de familias… hasta las comunicaciones, al tiempo que empuja a sus pobladores a una nueva migración forzosa. Sabe que si la gente se queda será capaz de repeler un tanque con pedazos de escombros. No quiere que Palestina siga latiendo gracias también al arte, donde sus hacedores visuales convierten las obras en herramientas de lucha, cuyas imágenes vibran con un discurso propio.
4 comentarios
Justa y reveladora divulgación con el
reconocimiento a una muestra representativa de la
irreductible perseverante y valiente cultura palestina, penosamente casi desconocida
La moneda SIEMPRE tiene 2 caras.
En realidad el homenaje a la perseverancia DEBE ser hacia el gobierno de Israel. Soportar vivir rodeado de enemigos no es fácil y vaya que ha tenido paciencia.
Agradezco este coimentario de María Victoria que me da luz acerca de una faceta menos conocida pero también creativa y heroica de la resistencia palestina, y de la que también son sustento y baluarte el arte y la cultura.