Pintura sobre incendio de Bayamo./ Tomada del MINJUS.
Pintura sobre incendio de Bayamo./ Tomada del MINJUS.

La antorcha indispensable y útil

Ha quedado para siempre el ejemplo de sacrificio de todo un pueblo, en aras de la libertad y la independencia patria


Desde el 20 de octubre de 1868 Bayamo había devenido capital de la Revolución independentista, cuando los mambises la ocuparon y constituyeron allí un gobierno insurrecto. Obsesionada con su ejemplo, la España colonialista reunió para doblegarla a tres batallones de infantería, 240 jinetes y una batería de artillería de campaña (en total, 2 700 hombres y tres cañones de 75 mm). Al frente de esta formidable tropa estaba Blas Villate, conde de Valmaseda, uno de los militares más capaces, aguerridos y sanguinarios con que contaba el ejército ibérico en Cuba.

Donato del Mármol se vio imposibilitado de contener con sus inexperimentadas fuerzas el avance de las tropas de Valmaseda./ Autor no identificado.

La ciudad carecía de fortificación y defensa natural para enfrentar una embestida agresora. Y algo más importante: ¿podrían esperar sus habitantes un gesto de hidalguía por parte de los peninsulares?. La vivencia más cercana era lo sucedido en Baire y otros poblados tras el Grito del ingenio Demajagua, entonces los militares españoles perpetraron asesinatos, violaciones y todo tipo de atropellos contra las familias cubanas.

Ante la acometida que se avecinaba, los insurrectos prepararon una defensa escalonada. El general mambí Donato del Mármol colocó obstáculos en el camino de Las Tunas y ordenó construir trincheras, de acuerdo con el plan de defensa consultado con Carlos Manuel de Céspedes, en su condición de general en jefe. A su vez, el internacionalista dominicano Modesto Díaz estaba listo para atacar por la retaguardia. Pero Valmaseda, con más efectivos y mejor armamento, apelando a toda su astucia y sapiencia, desalojó a los cubanos de sus posiciones, obligándolos a retirarse rumbo a Bayamo.

Al conocer las aciagas noticias, Perucho Figueredo, ausentes Carlos Manuel de Céspedes y Francisco Vicente Aguilera, convocó a los revolucionarios de la ciudad para deliberar sobre qué plan a seguir. La reunión se efectuó en los salones del Ayuntamiento sobre las 11 de la noche. Según algunos autores, al comprender los presentes la imposibilidad de organizar una defensa exitosa, Joaquín de Acosta, gobernador de la villa, propuso incendiarla. Esa siempre había sido una idea de los independentistas, incluso antes de ocupar la ciudad. Como ha demostrado el historiador granmense Aldo Daniel Naranjo, el propio Perucho había comentado sobre esa posibilidad anteriormente en más de una ocasión. 

La propuesta gozó de un consenso favorable. Hacia la finca donde se hallaba Céspedes se dirigieron los representantes populares para informarle de ella. El Héroe del 10 de Octubre respondió simplemente: “Consulten al pueblo todo, que reunirán allá, y si este, con abnegación sublime, lo aprueba, ejecútese”. Cuenta la tradición que un grupo de esposas de los comerciantes más acaudalados acudieron al Ayuntamiento para solicitarle a Joaquín de Acosta que no adoptara tal medida. Incluso trataron de sobornarle con una cuantiosa suma. El mambí, apelando a su serenidad, les ordenó retirarse.

Ausentes Céspedes y Aguilera, tocó a Perucho Figueredo presidir la reunión en el Ayuntamiento durante la noche del 11 de enero./ Autor no identificado.

Aunque la evacuación hacia los campos había comenzado en la tarde del 11 de enero, todavía a las tres de la mañana, ya día 12, una muchedumbre abandonaba la villa entre el llanto de los niños y los alaridos de los mayores. Según el patriota bayamés José María Izaguirre, “se trasladó a un lugar seguro a los ancianos e inválidos y se prestó ayuda en su retirada a mujeres y niños, gritos y lamentaciones por todas partes, unos maldiciendo a los españoles y otros censurando a los patriotas por no impedir la aproximación enemiga”.

La tradición insiste en señalar al boticario Pedro Manuel Maceo Infante, padre de Francisco y Pedro Maceo Chamorro, como el primero que, en el amanecer del 12 de enero de 1869 prendió fuego a su hogar y su farmacia, entonces ubicada frente a la Plaza de la Revolución bayamesa, donde hoy se erige un círculo infantil. El periodista Juan Jerez Villarreal recogió entre sus familiares testimonios del hecho: “Aplican la tea devastadora a las casas del Zaguán propio donde nacieron […] los almacenes del próspero comercio, las tiendas de ropas, las farmacias, las sociedades, las escuelas, tornanse ascua viva.

“Abajo, tiznados los rostros apopléjicos y sudorosos, heridos los brazos y manos, la legión destructora prosigue embriagada […] Todavía sienten las frentes altivas, en el pulso que no tembló, pero no vuelven las caras […] sonríen […] Y como tropel fantástico de centauros, se pierden en las tinieblas que avanza”. Y cuentan las viejas crónicas que, al contemplar su ciudad en llamas, fue la única vez que vieron a Céspedes llorar.

Tres días después llegaron a Bayamo el conde de Valmaseda y su tropa. El historiador Antonio Pirala recogió testimonios de varios militares españoles, entre estos el siguiente: “Aun había algunas casas que eran presa de las llamas; en cambio la mayor parte ofrecían tan solo las cenizas aun calientes del incendio o los ruinosos escombros del desplome. Seguimos avanzando lentamente, un silencio sepulcral cerraba los labios de todo el mundo, todos pensábamos, contemplábamos las puertas de las casas en el suelo […] ¿Qué se habrá hecho, nos decíamos unos a otros, de las dos mil familias que habitaban este pueblo?”. Y un ayudante de Valmaseda, de apellido Feijoo, consignaba en su diario que en las paredes todavía humeantes de la sede de la Filarmónica, un insurrecto había escrito: Plaza de la Revolución.

El colonialismo español desató una persecución implacable contra los habitantes de la Ciudad Monumento, en la que proliferaron crímenes y asesinatos contra familias enteras, sin concesiones de clase, edad o sexo, como reflejó en sus textos el periodista James O’Kelly: cazados como lobos [los bayameses] huían a los distritos más salvajes buscando refugio en los bosques más espesos”.

Dicen que cuando vio su ciudad pasto de las llamas fue la única vez que vieron a Céspedes llorar./ Autor no identificado.

Bayamo y su holocausto en llamas han devenido a través del tiempo paradigma de la lucha del pueblo cubano por la libertad, muestra de la irrevocable decisión de los nacidos en este archipiélago de oponerse a todo intento de dominación foránea. Antorcha que iluminó el nacimiento de la patria libre, al referirse a este acontecimiento José Martí afirmó en uno de sus icónicos discursos conmemorativos del 10 de Octubre: “cuando el sacrificio es indispensable y útil, [se] marcha sereno al sacrificio, como los héroes del 10 de Octubre, a la luz del incendio de la casa paterna, con sus hijos de la mano”.

Estado en que quedó la urbe tras el incendio./ Autor no identificado.

*Periodista y profesor universitario. Premio Nacional de Periodismo Histórico por la obra de la vida 2021.

Fuentes consultadas:

Datos y documentos suministrados al autor de este trabajo por los historiadores granmeses Ludín Fonseca. Miguel Antonio Muñoz y Aldo Daniel Naranjo. Los libros Bayamo, de José Maceo Verdecia; Bayamo, su toma, posesión e incendio, de Antonio M. Alcover; Gesta de Bravos. Episodios inéditos de la Revolución de 1868, de Juan Jerez Villarreal, y La Tierra del Mambí, de James O’ Kelly. El artículo Bayamo la ciudad incendiada en Cuba colonial, de Diurkis Madrigal.

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