Intentos por manchar un símbolo de cubanía

A 205 años del nacimiento de Carlos Manuel de Céspedes vuelven a aparecer en ciertos medios de comunicación las calumnias y falsas informaciones sobre su vida y su indiscutible papel en la formación de la nación cubana

Por. / Pedro Antonio García*


Vivimos en los tiempos de las fake news, exclama con desparpajo un personaje –asesina confesa de varios crímenes- de la telenovela brasileña Nuevo sol, durante el capítulo final que por estos días disfrutarán nuestros televidentes. Y no le falta razón a esta “malvada”: hoy día periodistas e influencers tarifados son capaces de fabular, con tal de ganarse las 30 monedas para denigrar a personalidades públicas o facilitarles a potencias foráneas su tarea de desestabilización y derrocamiento de gobiernos que no son de su agrado.

Carlos Manuel de Céspedes no solo proclamó la independencia y la abolición de la esclavitud, sino que abogó públicamente por la igualdad entre todos los cubanos.

En el caso de Cuba, estas falsas informaciones también incluyen a próceres de nuestra nacionalidad. Ya no es solo José Martí, a quien le atribuyen anécdotas que solían narrar las aventuras etílicas de un hermano de Napoleón Bonaparte, apodado Pepe Ginebrita, en la capital española medio siglo antes de que naciera el autor de Ismaelillo. También Carlos Manuel de Céspedes ha concitado la atención de estos mentirosos.

Un blog, cuyo director propietario radica en el sur de la Florida, publicó recientemente que el Héroe del 10 octubre se lanzó a la guerra en el 68 porque estaba arruinado (“Nunca, moviendo las ruedas de La Demajagua con el sudor esclavo, iba a recuperar los 81 000 dólares que invirtió en ella”, afirma en su ignorancia). Y una, que dice ser afrodescendiente e historiadora, que le dio “la libertad a los esclavos porque no sabía qué hacer con ellos”.

La primera de las fake news no es tan nueva, ya la repetían los periódicos madrileños en la década de 1870. Es bueno aclarar que el ingenio Demajagua (y no La Demajagua, como se llama actualmente la comunidad erigida cerca del Parque Nacional) era uno de los más rentables del Oriente cubano, según escribió Álvaro Reinoso en un libro publicado en 1868, meses antes del estallido de la guerra. En él prevalecía la mano de obra libre, trabajaban más de medio centenar de asalariados. En cuanto a la hipoteca, se contrajo para garantizar un préstamo con vistas a nuevas inversiones y no por deudas apremiantes.   

Casa natal de Céspedes en Bayamo, tal como se conserva hoy día. / Autor no identificado

Un análisis objetivo de las finanzas del abogado bayamés evidencia sus amplias posibilidades de pagar la hipoteca en 1869. La propiedad que más ganancias le rendía no era su ingenio, que producía fundamentalmente mieles y alcohol para Norteamérica y Jamaica, sino la hacienda ganadera La Junta, así como los tres corrales que tenía entre Manzanillo y Campechuela. Poseía, además, otras estancias y propiedades, cuya existencia conocemos gracias a los hallazgos en los archivos del historiador Aldo Daniel Naranjo. En todas sus fincas prefería la mano de obra. A los negros que cuidaban su ganado de los perros jíbaros los dotó de rifle, caballo y mastines criollos, lo que causó consternación en las autoridades españolas.

En cuanto a su posición ante la esclavitud, la presunta historiadora, a la que nos referimos anteriormente, demuestra no haber leído el llamado Manifiesto del 10 de Octubre redactado por Céspedes en la víspera del levantamiento, en el cual afirmaba: “Solo queremos ser libres e iguales como hizo el Creador a todos los hombres (…) nosotros creemos que todos los hombres somos hermanos”. Luego insistía en algo que muchos historiadores han obviado: “Admiramos el sufragio universal”. De esta forma, en la cuestión racial, al querer igualar en la futura república al amo y a su antiguo esclavo en cuanto a elegir y ser elegidos, Céspedes se distanciaba de otros pensadores cubanos, quienes abogaban, aunque desde variados matices, por la abolición de la esclavitud y nada mencionaban en lo referente a la justicia social. 

Algunos han esgrimido fuertes críticas contra Céspedes porque en el Manifiesto no abogó por la abolición total sino por “la emancipación gradual y bajo indemnización de la esclavitud”. Olvidan que el abogado bayamés solo podía ofrecer como ejemplo su gesto del 10 de octubre, pero no tenía potestad ni poder para imponer su criterio al resto de los independentistas pues para muchos de ellos, hacendados en Occidente, Las Villas y Camagüey, era indiscutible el requisito de indemnización.

Famosa plumilla que describe lo acaecido en el ingenio Demajagua el 10 de octubre de 1868. / Autor no identificado

Debemos recordar que cuando la Cámara de Representantes, órgano supremo del gobierno mambí constituido en Guáimaro en abril de 1869, decretó la abolición, estipuló que “oportunamente serán indemnizados los dueños de esclavos”. Incluso, el precepto constitucional que proscribía implícitamente la esclavitud fue letra muerta, pues la propia Cámara acordó el 5 de julio de 1869 un Reglamento de Libertos que en la práctica funcionó como el sustituto vergonzante de la ley reguladora de esa forma de vasallaje. Y fue Céspedes quien suscribió el 25 de diciembre de 1870 una circular que decretó la liquidación del Patronato y del uso de ese abominable método de mano de obra en el campo insurrecto.

Del otro lado del Atlántico hay quienes le achacan al Héroe de Demajagua prepotencia y ansias de tiranía, le acusan de violar las leyes mambisas. Una vez más padecen de mala memoria, pues obvian que desde diciembre de 1869 se conspiraba contra él en la Cámara de representantes y se fraguaba una futura destitución. Ante esas actitudes el abogado bayamés subrayaba: “yo no estoy frente a la Cámara, yo estoy frente a la Historia, frente a mi país y frente a mí mismo. Cuando yo creo que debo poner mi veto a una ley, lo pongo, y así tranquilizo mi conciencia”.

Así imaginó un artista plástico al Padre de la Patria alfabetizando niños en el caserío de San Lorenzo en los últimos días de su existencia. / Autor no identificado

Según el historiador Rafael Acosta de Arriba, hubo una flagrante ilegalidad en la deposición de Céspedes, acaecida en Bijagual (1873): “El quórum mínimo aprobado por la constitución y la ley electoral era de nueve, cuando Salvador Cisneros Betancourt, un poco aparentando escrúpulos, cierto pudor, se retira de la votación y el grupo de la cámara que está reunido para deponer a Céspedes se queda sin quórum mínimo, ahí hay una violación. En segundo lugar, el sucesor legal era el vicepresidente de la república, Francisco Vicente Aguilera, que estaba en misiones en Nueva York, y no Salvador Cisneros Betancourt, como sucedió.

“Legal no fue, desde el punto de vista ético”, añadía Eusebio Leal, quien además subrayó: “El acto virtuoso, extraordinario de su parte, lo que convierte a Céspedes en el padre de verdad, es haber aceptado ese veredicto, porque como abogado tenía un apego al concepto de la ley y a la autoridad, a la constitución que él había reconocido. Aunque también, preocupado por la ya tan resquebrajada unidad entre los independentistas, prefirió que fueran injustos con él antes que crear un cisma en el campo mambí, como hubiera pasado si él hubiera hecho resistencia al dictamen de la Cámara. Pero en definitiva el cisma se produjo”.

Tras las caídas en combate de Ignacio Agramonte y Céspedes le empezó a ir mal al campo mambí. La desunión, las indisciplinas y el regionalismo exacerbado condujeron a la capitulación del Zanjón. Pero el recuerdo de Carlos Manuel quedó como legado junto con su ejemplo, sus ideas y su fe en el futuro de sus compatriotas. Así lo dejó escrito en su célebre carta al político estadunidense Charles Sumner: «El pueblo de Cuba, lleno de fe en sus destinos de libertad y animados de inquebrantable perseverancia en la senda del heroísmo y de los sacrificios, se hará digno de figurar, dueño de su suerte, entre los países libres de América”.

*Periodista y profesor universitario. Premio Nacional de Periodismo Histórico por la obra de la vida 2021

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Fuentes consultadas

Los libros Facetas de nuestra historia y Dos fechas históricas, ambos de Hortensia Pichardo; Carlos Manuel de Céspedes. El Diario perdido, de Eusebio Leal, y La forja de una nación, de Rolando Rodríguez. La compilación Carlos Manuel de Céspedes. Escritos, de Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo.Documentos y testimonios cedidos por los historiadores Aldo Daniel Naranjo, Ludín Fonseca, Eusebio Leal yRafael Acosta de Arriba al autor de este trabajo.

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