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La ciudad soñada

Primero en imágenes, luego en versos, La Habana emergió para asombro de ajenos y deleite de sus pobladores. En el aniversario 504 de esta urbe, les proponemos un recorrido por su devenir, según la mirada de artistas y bardos


Es ella y al mismo tiempo no lo es. Ahí están la concurrida bahía, las edificaciones junto a la costa, ¿pero de cuál ensoñación provienen las iglesias góticas y la torre con reminiscencias orientales? ¿Por qué necesitaría el grabador holandés Jacob Van Meurs difundir esa imagen y no la verdadera? Aunque tal vez los motivos fueran el desconocimiento y el simple interés comercial; es más gratificante pensar que tenía alma de poeta.

Plaza del Mercado, por Elías Durnford. / pontes-maps.com

Pese a las distorsiones, la calcografía titulada Havana contiene algunos elementos verídicos: la urbe de mediados del siglo XVII sí contaba con fortificaciones protectoras y con la cadena a la entrada del puerto.

De poco sirvió tal sistema defensivo ante el empuje de la flota inglesa que en 1762 tomó la capital cubana y la mantuvo bajo su control a lo largo de un año. Hecho recreado para la posteridad por Dominic Serres y Elías Durnford.

Al respecto, comentó en 2012 el historiador Eusebio Leal, durante la inauguración de una muestra en el Museo de la Ciudad: “Los hechos épicos […] fueron inmortalizados, según la costumbre de la época, por el pintor de acontecimientos navales Dominic Serres. Una colección de 11 grabados maravillosos se publicaron casi inmediatamente y hoy están en las colecciones más importantes del mundo”. Además, el artista dio vida al cuadro La Toma de La Habana, el cual pertenece a los monarcas británicos. Algunos estudiosos opinan que la fuente de sus pinturas son los dibujos realizados por el oficial Philip Orsbridge, quien formaba parte de la tropa invasora.

El testimonio gráfico de su colega, el ingeniero militar Durnford, consistió en seis vistas de la población, el puerto y los alrededores, las cuales también conformaron una serie de grabados que se vendieron en Londres en 1765.

La Catedral habanera en 1839. / Archivo de BOHEMIA

Pasados siete decenios La Isla de Cuba Pintoresca, álbum de ilustraciones dibujadas y grabadas por Federico Mialhe Toussaint en la Litografía de la Real Sociedad Económica de La Habana, entre 1839 y 1842, exhibía la nueva fisonomía citadina.

Con un estilo realista, las láminas nos transportan, por ejemplo, a la entrada del Paseo Militar, la Quinta del Conde de Fernandina (en el Cerro), el Teatro Principal y el Tacón, el fortín de la Chorrera, la Plaza de Armas y la de San Francisco, la Catedral, el puerto, la Alameda de Paula. Sin embargo, al no tratarse de fotografías, en ellas a la ciudad vivida se suma una inevitable cuota de ficción, de escenario imaginado en el que el artista inserta personajes y objetos posibles para insuflar vitalidad y equilibrio a la pintura.

Son descripciones visuales hermosas, pero frías. Carentes del sentimiento con que los poetas ya se referían, con mayor o menor fortuna, a lugares como los mencionados y a la capital en general.

El Paseo de Isabel II, a mediados del siglo XIX. / Archivo de BOHEMIA

Precisamente en 1838 José Silverio Jorrín le cantaba: ¡Cuan bella luces, opulenta Habana/ desde la árida cumbre de esta loma!/ ¡Cómo se tiñe el sol ahora que asoma/ con el vivo arrebol de la mañana!

José Jacinto Milanés (1814-1863) más que ver, sentía de esta manera a la Plaza de San Francisco:

Si yo fuese hombre de genio,/ describiendo, comenzara,/ hecho el tintero paleta/ y pincel la pluma basta/ […] Pintara en variada hilera/ las circunvecinas casas:/unas viejas y caídas,/ otras, mozas y bizarras;/ unas, ricos almacenes/ donde la industria contrata,/ otras, palacios erguidos,/ mansión de la aristocracia./ Pintara en diversos grupos,/ papeles de un vasto drama,/ blancos, negros y mulatos/ que cruzan, giran y pasan […]

Casi al concluir esta centuria, Julián del Casal (1863-1893) se detenía en un detalle típico de las casas habaneras: Bate la lluvia la vidriera/ y las rejas de los balcones,/ donde tupida enredadera/ cuelga sus floridos festones.

La Habana nueva

Azoteas de La Habana (1925), cuadro de Eduardo Abela. / bellasartes.co.cu

Edificios emblemáticos, el entramado urbano, la imbricación entre lo moderno y lo colonial inspirarían ya en el siglo XX numerosas obras pictóricas. Enseguida vienen a la mente las de Amelia Peláez y René Portocarrero. Menos conocida es la visión azul y rosa ofrecida por Eduardo Abela, quien en 1925 ¿observó, imaginó? la ciudad desde las alturas.

Atrás no se quedó la lírica a la hora de plasmar el latir de una población en la que se diversificaban las construcciones y cambiaban las costumbres. En el volumen La poética Habana. Cien poemas, Ángel Augier recoge un buen número dedicado a un sitio que desde su nacimiento atrajo a las familias, los amantes, los noctámbulos y literatos.

La Banda Militar, en la Glorieta,/ preludia un paso-doble; los carruajes/ ostentan damas de vistosos trajes/ que prestigian las noches de retreta//[…] Del Malecón en el pretil, inmóvil/ mira el pueblo cruzar el automóvil,/ heraldo del mecánico progreso […]

Así describió Federico de Ibarzábal lo que encontraría cualquier paseante a inicios del siglo XX. Décadas más tarde, Oscar Hurtado describiría un jolgorio junto al litoral:

[…] Todo aquí es bailar y nada más./ Son las nueve y sereno de la noche./ Sorpresivo bangán del cañonazo./ Las felices parejas de danzantes/ en sus trajes derraman la cerveza./ Baila, baila y disfruta de la vida/ en el parque de enfrente a La Cabaña.

Un poema de su libro Glebas, cuyo autor es José Irene Valdés, presenta una actividad arraigada en el Malecón: Pescadores por placer/ atisban las aguas quietas/ y forman rápidas grietas/ sus anzuelos al caer.

Igual que en siglos anteriores, a veces la urbe aludida en imágenes y versos no es la protagonista, sino telón de fondo (explícito o sugerido) de sucesos históricos y conmociones sociales saludables.

Otra vez la Catedral, pero imaginada por Portocarrero (1956). / bellasartes.co.cu
De Aldo Menéndez, El primer 26 en La Habana (1976). / bellasartes.co.cu

Asociada al auge del turismo, en décadas recientes ha prosperado una producción pictórica con valores estéticos desiguales; en lugares como el Prado y la nave de San José se exhiben y venden desde piezas concebidas por graduados de escuelas de arte hasta las realizadas por pintores naif (algunos con talento, otros son meros reproductores de imágenes estereotipadas y en serie). La urbe se recrea en lienzos y cartulinas: la Bodeguita del Medio, el Capitolio, el Floridita, el Parque Central, las plazas y casonas coloniales.

Tonos brillantes, mujeres sensuales, autos de los años 50, personajes populares, escenas costumbristas, hacen guiños a los compradores potenciales y difunden hacia el mundo el imaginario de una Habana que es y no es, como la de Van Meurs.

Esta obra de Erik Varela Ravelo se titula Decisión. / trabajadores.cu
La ciudad misteriosa y vibrante de Ileana Mulet. / habanacultural.ohc.cu

Fuera de ese circuito comercial, obras con innegable oficio, calidad y originalidad también evidencian el anhelo de plasmar un entorno que trascienda la racionalidad cotidiana. Por ejemplo, Ileana Mulet ha dotado a las suyas de lirismo, misterio y vibración.

Todos podemos soñar nuestra Habana (aunque es mejor, además, respetarla y cuidarla). Pero como la mayoría no tenemos las aptitudes de los poetas, ahora pido permiso a Lorenzo Abella, Fina García Marruz, Jesús Orta Ruiz y Eliseo Diego para tomar prestados algunos de sus versos, vestir a mi ciudad de ensueño y no llegar con las manos vacías a su cumpleaños:

Patio de La Habana vieja,/ olvidado en la penumbra,/ voz de cuento y luz de luna.

¡Tranvías amarillos que al rumor/ oscuro de la lenta madrugada/ iban pasando! ¡Campanilla maga/ del tráfico vacío en el albor!

La Habana es una ventana/ al mar. Canta en mis pulmones/ el aire azul de La Habana.

Calle de Mercaderes y de Oficios,/ de Soledad y de la Peña Pobre,/ del Pequeño Universo y la Quimera,/ del dios Neptuno y del Arcángel;/ Puertas del Sol o de la Tierra,/ nombres en que respira la ciudad oscura/ eternamente igual, distinta siempre./ La ciudad contra el frío, cara al Tiempo.

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