Foto. / invasor.cu
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La Reforma, una trascendental campaña de la Guerra Necesaria 

A partir del 27 de enero de 1897 y hasta abril de 1898, Gómez sostuvo una campaña bélica sin precedentes en Latinoamérica contra fuerzas españolas muy superiores 

Por. / Ariel Pazos Ortiz


Entre las hazañas bélicas más trascendentales de las guerras independentistas en Cuba se inscribe la campaña de La Reforma. Comandada por Máximo Gómez, resultó una demostración de su genio militar y de la capacidad combativa de los mambises; en ella cada soldado cubano se batió con 100 españoles como proporción.

Algunos historiadores han preferido nombrar a estos sucesos de la Guerra Necesaria como campaña de Las Villas. Sin embargo, la denominación más usual es la que hace alusión a los potreros de La Reforma, en el centro de Cuba. 

El 27 de enero de 1897 se da como fecha de inicio de esta operación de armas, que se prolongaría hasta abril de 1898. Es decir, por más de un año, El Generalísimo mantuvo en jaque a tropas españolas muy superiores en número y equipamiento logístico. Se trataba de una fuerza enviada a aniquilar a Gómez; paradójicamente, sucedió al revés.

La estrategia de Gómez: “Mi plan será vencerlo sin combatirlo”

El General en Jefe del Ejército Libertador concibió un plan para desconcentrar tropas ibéricas de la región occidental. Allí la situación se tornó difícil tras la caída de Antonio Maceo, al punto que Valeriano Weyler, al frente de las huestes colonialistas en Cuba, proclamaba que Occidente estaba pacificado.

Weyler fue enviado por España para sofocar la insurgencia en Cuba; a pesar de sus métodos implacables, no lo logró. / ecured.cu

Las opciones de Gómez eran retornar él mismo al oeste del archipiélago, perseguido por miles de soldados españoles y con pocos recursos que llevar consigo para reanimar la guerra, o propiciar que el ejército de Weyler fuera a por él, con lo que disminuiría la presión sobre los mambises de la parte occidental de la Isla. Ante la disyuntiva, apostó por atraer a las columnas hispanas sobre sí y desgastar el mayor número de soldados enemigos sin tener que presentar batalla frontal.  

Escogió como teatro de operaciones una zona que, según la historiografía, conocía bastante bien desde la Guerra de los Diez Años: “[…] Si me quedo aquí, obligo a Weyler a venir a buscarme, y como tiene mucha gente en trochas, líneas militares que torpemente sostiene y no se atreve a abandonar, tendrá que sacar soldados de Pinar del Río, La Habana, Matanzas y Sagua para perseguirme; de este modo, nuestras fuerzas en esos territorios se reharán y tendrán respiro, habiéndoles yo ayudado a ello sin buscar efectos inútiles”.

En ese contexto, el general dominicano concentró sus tropas y dejó correr el rumor según el cual estaba organizando una segunda invasión a Occidente. Se dice que hizo caer comunicaciones y cartas a personajes reales e incluso imaginarios, en manos de las autoridades españolas. De hecho, tanto enemigos como cubanos creyeron que una reedición de la gloriosa hazaña invasora se aproximaba.

Ese tiempo fue aprovechado por el General en Jefe para alimentar a sus caballos en las praderas del centro insular. Las anécdotas cuentan que él mismo escogió los que participarían en la campaña. A los pacíficos se les impuso la obligación de sembrar: el viejo mambí sabía que las operaciones se dilatarían por varios meses.  

La región donde se desarrollaría la campaña de La Reforma reunía las características ideales para sostener prolongadamente una lucha de desgaste con métodos guerrilleros. Los investigadores Eduardo Torres-Cuevas y Oscar Loyola Vega describen esa parte del país en su libro Historia de Cuba. 1492-1898. Formación y liberación de la nación como “un espacio geográfico situado muy cerca del centro de Cuba, con buenos montes y aguadas”.

El historiador Félix Guerrero Vega añade que el área estaba limitada al norte por el camino de Morón a Chambas, al sur por la faja pantanosa de la costa, al este por la Trocha de Júcaro a Morón, y al oeste por los ríos Jatibonico del Norte y del Sur. Uno de los rasgos más inverosímiles de lo acontecido en La Reforma es que los mambises estuvieron limitados a un contorno de aproximadamente 200 kilómetros cuadrados.

La principal área de operaciones fue el cuadrilátero formado por los territorios de Majagua, La Reforma, El Laurel, Arroyo Blanco y Trilladerita. También se movieron en zonas de Florencia, Chambas y cercanas a Iguará. En ese espacio, entre 3 500 y 4 000 miembros del Ejército Libertador se enfrentaron a los colonialistas en una proporción de 100 a uno a favor de España.

Para contener la supuesta invasión, Weyler, tal como había previsto Gómez, lanzó sobre el dominicano numerosas fuerzas, para lo cual debió desguarnecer las provincias occidentales. Una vez próximos a las tropas mambisas, los peninsulares fueron constantemente hostilizados por pequeñas formaciones guerrilleras. Así, El Generalísimo habría dicho respecto a las intenciones de Weyler, quien reconocía en él al principal dirigente revolucionario con vida: “Mi plan será vencerlo sin combatirlo”.

Una guerra jamás vista en Latinoamérica

Gómez fue el artífice de La Reforma, una campaña militar con métodos de guerrilla contra el ejército español. / prensa-latina.cu

Se ha planteado que la manera en que Gómez hizo la guerra durante la campaña de La Reforma no se había visto antes en Latinoamérica. En esto coinciden Torres-Cuevas y Loyola, quienes explican que para lograr sus objetivos la movilidad era imprescindible:

“[…] se dejaban seguir por gruesos contingentes ibéricos durante el día mientras de noche tiroteaban los campamentos españoles, provocando un terrible desgaste psíquico en las filas enemigas. El clima tropical y su secuela de enfermedades haría el resto. Con rapidez, el número de soldados hospitalizados empezó a crecer de manera incontenible, lo que obligó a Weyler a establecer nuevos hospitales, para los que no había recursos, y a solicitar nuevos combatientes, ya difíciles de encontrar en las desgastadas y misérrimas aldeas españolas”.

Las columnas españolas no solían marchar de noche; acampaban donde se dieran las últimas luces del atardecer. De tal modo, Gómez maniobraba para que sus adversarios, que perseguían pequeños grupos insurrectos sin saber cuál era su verdadero tamaño, tuvieran que hacer campamento en lugares cenagosos. En esos sitios abundaban los mosquitos, jejenes y otros insectos, y las condiciones eran tan hostiles que, según cuentan, en ocasiones hasta las reses salían huyendo de ahí.  

Los resultados del ingenioso plan se volvieron palpables al paso de los meses. El efecto combinado de unas pocas balas mambisas y enfermedades del trópico como la disentería, el vómito negro y el paludismo provocaron cuantiosas bajas al ejército español enviado a sofocar un intento ficticio de invasión. Por su parte, para los mambises las bajas ocurridas en la campaña de La Reforma no llegaron a 100 en un año.

Según un periódico de Madrid, en 1897 habían unos 35 000 militares españoles hospitalizados. El propio jefe del Ejército Libertador escribía a Tomás Estrada Palma en julio de ese año: “La verdad es que el general Weyler está acabando con sus soldados. Les hace emprender marchas terribles por caminos intransitables, para no hacer más que apresar familias y talar sembrados. Por la noche nuestras avanzadas se ponen a la vista de ellos, y empieza el tiroteo hasta por la mañana”.

Prácticamente al concluir la campaña de La Reforma, Gómez explicaría al mundo su estrategia. En declaraciones a un diario norteamericano, en abril de 1898, afirmó que España había enviado contra la insurrección en Cuba 100 000 soldados más y que podía hacerlo porque tenía una población de 18 000 000 de habitantes y las facilidades de una nación constituida:

“Por el aspecto de estos sucesos tuve que modificar mis planes. Naturalmente, al general Weyler le gustaría que yo aventurase en una sola acción el porvenir de Cuba, estando él a la cabeza de cien mil hombres, y yo con diez o doce mil; él con el mejor armamento de esta época y yo con diez tiros escasos por hombre”.

La campaña de La Reforma favoreció el desarrollo de acciones victoriosas en Oriente, con el mayor general Calixto García al frente. Esta maniobra de desgaste propició el descalabro del ejército colonial y su desmoralización creciente. Además, los efectos prácticos y psicológicos de la operación desplegada por Gómez en el centro del país contribuyeron a demostrar que para 1898 la metrópoli era incapaz de contener el movimiento independentista cubano.

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