Estimular el gozo supremo de interpretarlas en filmes, documentales, series, telenovelas, noticieros, revistas informativas y otros audiovisuales beneficia la formación del gusto y de la espiritualidad en la sociedad cubana
Los relatos surgen con la historia de la humanidad. Viajan por ciudades, pueblos y países en filmes, cuentos, telenovelas, series, mitos. El cine, la televisión y múltiples pantallas son narradores por excelencia, trascienden naciones e idiomas. Las expresiones artísticas en los universos fílmico y audiovisual a través de códigos y mensajes propician relaciones emotivas al llegar a públicos heterogéneos mediante lenguajes asociativos, polisémicos y, en estos, las músicas, sí, en plural, aportan ritmos, atmósferas influyentes en la evolución de lo narrado y en las nuevas concepciones de las sonoridades.
Pero, ¿suelen pensarse en profundidad las conexiones necesarias entre la visualidad y las músicas? De ningún modo resultan razones suficientes que compositores e intérpretes se distingan por su talento y magisterio. Idear, concebir, estudiar imágenes en función del relato requiere arduos entrenamientos basados en el dominio de disciplinas y especialidades, entre ellas, el diseño dramatúrgico, la semiología, el sentido estético de narraciones donde palabras e imágenes, personajes, conflictos, situaciones, contextos definen complejidades de ficciones y géneros dramáticos.

Tampoco prevalece, a veces, el interés de aprovechar festivales, presentaciones, conciertos, descargas en función de lo requerido en algún momento por determinada puesta. Desaprovechar las ocasiones afecta la perspectiva sociocultural y las gestiones comercial y de promoción. Actualmente, la decimoquinta edición de Corahabana coloca en diferentes escenarios representaciones del movimiento coral en Cuba. Además de gozarlo en las escenas, ese registro merece una atención especial por guionistas, directores, fotógrafos, directores de arte; en fin, creativos inspirados de imaginaciones despiertas. Tengamos presente cierta reflexión del maestro Chucho Valdés al referirse a lazos comunicantes sin límites. Reconoció: “Los vínculos entre el jazz y el conjunto expresivo de la música coral enriquecen repertorios y estilos de profesionales jóvenes y consagrados. Tocar el corazón de las personas requiere mantenerse abiertos al arte para transmitirlo al recrear emociones que suscitan los desarrollos melódicos, armónicos en montajes ricos en fusiones”.
Las programaciones de verano en los cines y la televisión serán portadoras de músicas y estas cuentan historias. Tanto los centros de enseñanza, los medios de comunicación y la sociedad tienen la posibilidad de acceder a la buena música. El oído se educa, el gusto se forma. Imposible olvidar los aportes del Grupo de Experimentación Sonora del Icaic y la sensibilidad del maestro Santiago Álvarez al elegir las bandas sonoras de sus documentales. Tampoco lo pasemos por alto, fue en la radio, uno de los grandes inventos de las postrimerías del siglo XIX, donde se inició la utilización de marchas en temas de noticieros, ese quehacer pasó al cine y más tarde a la TV. Esta precisión la debemos al profesor José Loyola, un experto en el estudio de las relaciones entre temas, músicas e imágenes.
Sin duda, las tecnologías borran fronteras y tornan más complejos los procesos de circulación y recepción de la producción cultural de Cuba, por esto hay que fomentar alternativas para el aprovechamiento de los nuevos canales de acceso a lo auténtico, lo nuestro, lo universal. Urge ponderar la industria fonográfica en términos de sacar a la luz la memoria y traer al presente las actualizaciones. Lo que no se visibiliza no existe. La recreación de ambientes musicales de distintas épocas, la búsqueda de la belleza, la elegancia remiten a raigambres inagotables. Músicos, creadores cinematográficos y audiovisuales al crear una obra pretenden decir algo que las mayorías no han visto, ni experimentaron. Seguir estimulando el carácter legítimo de proyectos valiosos, la comprensión de quiénes somos, de dónde venimos, hacia dónde vamos, nutre los intelectos y la espiritualidad desde edades tempranas. Pensémoslo al asumir la práctica que, en definitiva, es el criterio de la verdad.