Lecturas veraniegas: las triquiñuelas del deseo

Este junio llegamos a otro natalicio de un prolífico escritor español, autor, por ejemplo, de Crónica del rey pasmado; en esta divertida novela, que transcurre en el siglo XVII, el monarca decide enfrentar convenciones morales, intrigas palaciegas y supersticiones, con el afán de, ¡por fin!, ver desnuda a su esposa


A Gustavo Torrente Ballester parece acompañarlo, cual sombra, la indefinición: esa atormentadora de espíritus y de biógrafos. En lo político e ideológico, transitó por el galleguismo (tendencia intelectual y política de corte nacionalista, sus integrantes fueron perseguidos tras la victoria de Franco), el falangismo, el antifranquismo.

Sobre su militancia y vínculos con los escritores falangistas integrantes del Grupo de Burgos, algunos lo consideran una estrategia para sobrevivir en la convulsa España de finales de los años 30 e inicios de los 40; por consiguiente, proponen rastrear en las obras del profesor y narrador su verdadera dimensión personal, pues evidencian que “temprana y progresivamente se desencantó y se alejó” de aquella línea. Para otros, aquel pecado es tan contundente como una lápida y tantear visiones diferentes, a partir de cuanto dijo e hizo después (incluso riesgoso, generador de sanciones), desfiguraría innecesariamente la imagen.

“De lo real, el escritor no puede limitarse a tomar materiales, a reformarlos, a darles otro orden, otra estructura, sino que, además, inquiere su sentido”, expresó Torrente Ballester al recibir el Premio Cervantes. / pinterest.es

Nada resultó sencillo o predecible en su existencia. Atormentado por uno de sus traslados a otra ciudad, en Memorias de un vate vago (libro conformado con parte de las autograbaciones que realizara con un magnetófono entre 1961 y 1976 para preservar ideas sobre temas acuciantes o cómo redactar sus textos), el propio literato se lamentaba en julio de 1972: “Esa facilidad con que tomo decisiones insensatas y, lo que es peor, con que las llevo a cabo, me hará llegar a la muerte sin un céntimo con que pagarme el entierro”.

Recién cumplidos los 62 años (había nacido el 13 de junio de 1910, en Galicia), no sabía que la percepción de la crítica acerca de su valor como prosista cambiaría radicalmente, él vivía el desasosiego de una carrera literaria incierta y la preocupación de si conseguiría seguir manteniendo a su numerosa familia (enviudó cuando ya tenía 4 hijos; a la edad en que otros empiezan a convertirse en abuelos volvió a casarse, en 1961, y a partir de entonces engendró 7 más).

Todavía veinteañero, había escrito dos piezas teatrales: El viaje del joven Tobías (1938) y El casamiento engañoso. Auto sacramental (1939). Otras obras de similar género surgirían, sin fortuna, a principios del siguiente decenio. En 1943 su primera novela Javier Mariño fue tildada de moralmente perjudicial y retirada de las librerías.

Durante décadas subsistió como profesor en diversos centros educativos, ejerció la crítica teatral en la prensa impresa y en la radio, hizo traducciones, y escribió guiones cinematográficos y ensayos, mientras perseveraba en publicar ficciones que no alcanzaron el anhelado éxito, entre ellas El golpe de Estado de Guadalupe Limón, la trilogía Los gozos y las sombras, o Don Juan.

Año 1962: firma, junto con una veintena de personalidades, una carta en apoyo al movimiento huelguístico de los mineros asturianos. Asimismo, respalda el antifranquista IV Congreso del Movimiento Europeo (Múnich, del 5 al 8 de junio).

Aunque se libra de las detenciones, en corto tiempo el periódico, la emisora radial y la escuela madrileña, en los que laboraba, le cierran las puertas. Decide viajar a Galicia. Allí le permiten reinsertarse en la docencia. Más tarde, marcha a la Universidad de Albany, en los Estados Unidos.

Finalmente obtiene el reconocimiento de los críticos literarios en 1972 con La saga/fuga de JB (3 años antes, su anterior novela, Off-side, había recibido juicios desfavorables). Sin embargo, la popularidad entre los lectores no llegó hasta una década después cuando Los gozos y las sombras, adaptada como serie televisiva, fue transmitida en su país. Para entonces ya había regresado a la Península, retomado el profesorado, luego obtenido la jubilación; era miembro de la Real Academia Española y por La isla de los jacintos cortados había recibido el Premio Nacional de Literatura.

De ahí en adelante menudearían los galardones y agasajos: desde los internacionales (el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, en 1982; y el Cervantes, en 1985), hasta los de municipalidades, de casas de altos estudios (incluida la de La Habana) e instituciones literarias.

Septuagenario y octogenario, entrega a la imprenta nuevos títulos, algunos se valoran entre lo mejor de su escritura, por ejemplo: Filomeno, a mi pesar (1988, Premio Planeta) y Crónica del rey pasmado (1989).

Disímiles ediciones y reimpresiones se han hecho de la novela, cuya popularidad condujo a realizar en 1991 una excelente versión cinematográfica. / trotajueves.es

Hoy, los estudiosos de su vida y obra ansían la publicación de Mi fuero interno, unas libretas escritas por Gonzalo Torrente Ballester entre 1954 y 1964, entregadas a la Universidad de Albany. Al respecto, en Memorias de un vate vago se recoge una inquietante observación del 10 de enero de 1968: “[…] Estos papeles son: el manuscrito de mi Donjuán y tres cuadernos […] que titulo Mi fuero interno, que escribí durante nueve o 10 años y en los cuales buena parte de mi dolor y de mi vergüenza constan con palabras sinceras. Nunca me atreví a destruirlos, e incluso su lectura llegó a ser un refugio peligroso. Y peligroso es seguir teniéndolos”·

Se ha sugerido que lo resguardado en sus páginas podría aludir al franquismo y aclarar la evolución ideológica del autor.

“¿Has visto algo más bello?”, preguntó el monarca

Ambientada en la corte española del siglo XVII, el relato, que transforma en personajes de comedia a Felipe IV e Isabel de Borbón, exhibe entre sus virtudes que “el amable, juguetón y divertido tono de toda la novela no quiera ocultar una decidida crítica a la intolerancia y la seriedad que la acompaña”, asegura el académico J. Ignacio Díez.

Según David Pérez Álvarez, de la Universidad de Vigo, Crónica del rey pasmado resultaidónea incluso para estudiantes de bachillerato, por ser “bastante breve y de estilo ágil”, y contener “varios de los elementos básicos de la narrativa torrentina, tanto temáticos (la historia, la libertad, la moral, el poder) como estéticos (humor, ironía, empleo de técnicas dramáticas), de modo que permite ilustrar rasgos esenciales de su escritura”.

Los que quieran profundizar en el tejido de este relato y de la creación torrentina en general, tendrían una buena opción en el volumen El realismo de Gonzalo Torrente Ballester: poder, religión y mito. Para quienes buscan solo una refrescante lectura de verano, he aquí un adelanto:

Alelado queda el joven rey tras su noche con Marfisa, una profesional del sexo de alto copete. Por primera vez ha visto a una mujer desnuda. Ahora muere por desvestir a su reina, a la cual jamás ha quitado el pudoroso camisón durante los encuentros eróticos.

Contra sus ardores se levanta la resolución condenatoria del padre capuchino Germán de Villaescusa, capellán del palacio. ¿Cómo podría el soberano triunfar en su propósito si el religioso no deja de vigilar, colocar obstáculos y enarbolar supuestos argumentos? El de mayor peso, aunque absurdo, es la posibilidad de que por ese pecado la corona perdiera una batalla en Flandes y la flota de Indias que navegaba hacia Cádiz.

El reclamo de Felipe, pronto divulgado fuera de los muros palaciegos, de inmediato gana adeptos entre el pueblo, lo cual aviva el desasosiego de Villaescusa y su cruzada contra el placer carnal. Marfisa corre peligro, pues el funcionario pide al Santo Oficio su detención “por sospechas de endemoniamiento” contra el rey. El Gran Inquisidor –tolerante en el ámbito privado, pero categórico si debe exponerse al juicio público–, quien bien conoce los atributos y habilidades de la muchacha, le envía un criado con el aviso: si no abandona de inmediato la ciudad, tendré que conducirla a las mazmorras.

Sátira de la buena recorre todos los capítulos, desde los prolegómenos hasta el punto final a las peripecias de la sensual pecadora, la pareja real y otros personajes que intentan revertir con astucia los tejemanejes del dogmático capuchino.

En el discurso de agradecimiento al recibir el Cervantes, hallamos una clave para comprender la preferencia de Torrente Ballester por las narraciones satíricas; tras comentar que el gran literato fue el escritor del que más aprendió y a quien más debe, reflexiona que la sátira de aquel “no pasa de pretexto para que se conceda a su visión desencantada y benévola del mundo un pase de libre circulación. Sin ese pretexto, la sociedad de su tiempo lo hubiera repudiado”.

Entretengamos las agobiantes jornadas de este tórrido mes con las ocurrencias de monarcas y cortesanos sacudidos por el amor, el erotismo. Y si sobrara tiempo o curiosidad, intentemos descubrir los subterfugios empleados para criticar, como quien no quiere tal cosa, a la España del siglo XX.


CRÉDITO FOTO PORTADA

rtve.es

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